Dicen que hablando se entiende la gente... ¡Eso dicen!












Corto  en  relatos











“¡Es que hay que dialogar!”










Si en este mundo
En donde Dios
-al parecer de “algunos”…-
Se niega a aparecer,
le ocultan o lo tapan,
y cuando habla…Nadie le escucha
¿Qué se puede hacer…?











- Esta lucha es sin cuartel   -aunque “algunos”  así lo quieran dibujar o al menos pretenden deformarla, dándole ribetes de una cierta igualdad, y solamente al resguardo de la oscuridad así sea percibida, pero luego al darle los primeros rayos solares…Todo se desvanece y comienzan a vérsele sus costuras.
En un principio es casi imperceptible, pero luego…Se le ven esos grandes vacíos.
¡Es que no se le puede disimular!
Huele mal. Fétido. Podrido. Nauseabundo.
Y luego…Ves lo deplorable que es.
Sin duda alguna…Malo. Perverso. – Tal es la expresión de la hermana de la esposa que trata por sobre todo disimular lo mal que está su matrimonio, pero que controlada por su esposo, ella trata por sobre todo, de no “alborotar” mas el avispero y lograr con esto que el mismo…No la ataque o la vuelva a golpear.
- No hermanita…No es así… - Intervino la agraviada, pero en su forma de hablar demostraba su temor. Al lado tenía a su marido.
Y     -según los que lo conocían-      la pellizcaba y sus golpes le daba   -disimuladamente-     para que interviniera a su favor.
Y ya viéndose descubierto en su faena, decidió asumir él mismo su defensa…
- No cuñadita. Tú estás errada. No es así como son las cosas…
Y recuerden todos ustedes
…Y no es que se los esté sacando a relucir…Pero… - Los miraba con esa mirada que suele hacer el águila ante su posible victima…
(Los aludidos, los familiares de su esposa, ya lo conocían. Y sabían que muchos de ellos dependían de “las ayuditas económicas” que con frecuencia él les suministraba.  Y es que en cuanto sintieron en “carne propia”  el significado que escondía esas arteras miradas…Algunos de ellos, se movían con cierto disimulo. ¡Era cierto! Debían ir con delicadeza puesto que muchos de ellos tenían “rabo de paja”…La amenaza surtió el efecto deseado.)
- …Y como son… ¿Cómo tú mismo dices que se debe hacer…Y cómo ha de ser entonces…? – El hombre sintió en lo mas profundo de su ser que la animosidad ya estaba manifiesta y sonrió con ese tipo de sonrisa que produce una hiena…
- …Bueno. Recuerden. No somos enemigos. Y yo siempre que puedo…Me les aparezco con algo de comida. Ya me entienden. ¿Cierto? 
…Y no es una amenaza. ¿Ok?
Además entiendo que estoy en minoría. Y que ya todos los aquí presentes ya tomaron su partido…
- ¿Minoría…? Estamos los que estamos.
¿Acaso estamos en una elección…? – Él vaciló y comenzó a analizar la posición de cada uno de los presentes.
Y en verdad, no estaba en el mejor de los terrenos. Era claro, había un cambio entre ellos.
Lo sabía, por lo que era menester ser lo mas cauto posible. Una indiscreción de su parte y se le vendría todo en su contra.
Presionaba a su costillita de la forma mas tímida posible. Era preciso pasar este vendaval.
Temía ser descubierto. Por lo que debía dar la impresión generalizada de que era “un buenazo” y de que los que lo acusaban de “tirano y déspota”  debían ser vencidos. Era preciso.
Ya había alertado a su señora. Le había indicado lo que podía decir y en qué momento.
- Pienso y después de tanto analizarlo…Que lo único prudente de todo esto es que: Dialoguemos. Que nos digamos las verdades acá. De frente. Como me gustan a mí las cosas.
- Bueno. Empecemos. – Lo invitó su suegra.
- Pido la palabra. – Dijo en forma imperiosa, cortándole la intervención de la abuela de sus hijos.
- Y empiezo por preguntarle a mi queridita esposita…Aquí presente. – Y en vista de que todos aprobaron su petición, arrancó de la siguiente forma…
- Diles a todos los aquí presentes: ¿Yo te pego?
- No. – Respondió en forma automática.
- ¿Te regaño acaso…?
- No.
- ¿Te he maltratado en alguna forma…?
- No.
- ¿En algún momento…?
- No.
- ¿Vieron…? – Les preguntó a todos los presentes. Su cuñada que estaba allí le espetó…
- ¿Y por qué no la sueltas…? ¡Siempre le estás indicando qué es lo que debe decir!
- No la tengo agarrada. Y mi amada esposita dice lo que ella le apetece. ¿Verdad tú?
- Si mi amor. – Le asintió bajando su cabeza ante todos.
- ¿Vieron? Ya todo está consumado. Mi misma esposa ha aclarado todo este entuerto.
¡Ya nadie puede venir a achacarnos nada malo!
Además nosotros hemos resuelto siempre todas nuestras diferencias así.
Hablando entre nosotros mismos.
Sin presencia de nadie.
Nosotros no necesitamos que nadie nos venga a resolver nuestras propias diferencias.
¡Es cierto! Por supuesto que entre nosotros tengamos nuestras diferencias. ¿Acaso hay algún matrimonio perfecto…Qué digamos eso?
No salimos a contar a nadie nuestras diferencias.
No andamos chismeando nada de nuestras cositas. ¿Verdad mi amadísima y muy queridísima esposita…? ¡Diles a ellos que no tenemos diferencias entre nosotros! ¡Díselo ya!
- No. – Respondió en forma mecánica.
- ¿No…Qué…? – Le recriminó en forma amenazante, a lo que ella respondió en el acto.
- ¡Ay perdón! Perdóname mi amor. No había escuchado bien.
- Siempre en la luna. – Le respondió en forma tajante y luego volviéndose a ella, la encaró de esta forma…
- Le decía a toda tu amabilísima familia aquí reunida. Porque creen que yo te pego.
- ¡No, jamás! – Casi chilló en forma alarmante.
- Diles en tu lenguaje, ¿cómo somos nosotros?
- Nosotros vivimos muy felices. Claro en algunos momentos tenemos nuestras pequeñas desavenencias. Pequeñas.
Pero mi maridito, me adora y las resuelve.
Bueno generalmente soy yo la que mete la pata. Pero gracias a él, todo se resuelve rapidito. ¡Hasta me trae flores y mariachi!
¡Él me ama muchísimo!
¡Y también a mis hijos…Nuestros hijitos!
- ¿Ya la escucharon? ¿Ya están satisfechos?
Porque si no le creen a ella… ¿Le creerán a mis
Hijitos, acaso…? – (Él se quedó auscultado uno a uno, la impresión que habían tenido. Y calló al ver las expresiones.) Los presentes se revolvieron entre ellos. Muchos entendieron.
Pero lo disimularon. Era el momento de retirarse.
…Y así lo hicieron. (Él soltó todo el aire que había retenido, esperando que esas palabras fueran definitivas. Y que él pudiese volver a su normalidad.)




























© Bernardo Enrique López Baltodano 2016














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