No siempre fue así...


                                             -Los ricos y fértiles valles de Aragua...Es Venezuela!













Corto  en  relatos










“Deambula como ánima en pena”









No  siempre  fue  así…
Antes  era  muy  jovial  y  entretenido, pero  desde  aquella cruel  experiencia…
Ha quedado así.












- La primera vez que lo vi, en nada me extrañó su forma de ser…Aunque vi que me miraba con su ceño muy fruncido. ¿Cómo se llama?
- Ezequiel Alejandro – Le respondió ella al instante. - Es que no le conoce compadre- Le alegó Helena una de sus hermanas menores y para reafirmar lo dicho, sin pensarlo mucho continuó expresándole.
- Compadre él era muy popular. Es mas el primero que trajo ¡el primer carro, cero kilómetro! a este pueblo, a toda esta comarca. ¡Fue él! Aunque cueste mucho creérmelo.
Pero puede indagar con el resto de los vecinos. Mi hermano se vestía siempre “como un muñequito de torta”
¡Siempre regio y soberbio!
Mi madre   -Que Dios la tenga en Su Gloria-   se sentía muy orgullosa de ese hijo tan bueno.
Nunca se olvidó de ella. Aún hoy día…La visita en su tumba. (En ocasiones creo que allá duerme con ella.)
¡Él la venía a buscar y se la llevaba por esas calles de Dios!
A todos embarcaba en ese carro hermoso.
Recuerdo que era de color plateado.
Brillante y limpio, por todos lados.
Con sus cauchos siempre limpios.
Y usted se sentaba y sus muebles siempre limpiecitos y ordenados.
Era muy dado a hacer favores a todos, sin importarle nada.
- ¿Y qué le pasó entonces…?  Porque discúlpeme pero es que lo que veo…Es todo lo contrario…
- Cierto. ¡Cómo también es verdadero lo que le he narrado! Y si no me cree…Pregúntele a cualquiera. -  La hermosa fémina se sintió molesta y era que ella misma lo sabía.
Pero cólera le daba el que se lo hicieran ver.
Lo cierto del caso es que su dichoso hermano vivía como “alma en pena” siempre callado.
Rehuía cualquier tipo de contacto. Siempre se le veía solo. Mascullaba en singular.
Daba la impresión de que algo ocultaba.
O tramaba.
En ocasiones cuando se dejaba ver era porque andaba entre las ramas.
Encaramado como si fuese un mono.
Cómo un celaje inmediato se columpiaba de rama en rama.
Su figura ya formaba parte dentro de la espesura del monte.
Aunque de noche bajaba y se perdía entre el follaje, pero tenía su propia cama.
Había que seguirlo con la mirada, pero con mucho cauto, pues al parecer algo o alguien en esa espesura se lo informaba.
¡Nadie visible era!
El caso era que duerme  debajo de una enredadera.
En pleno suelo, entre las hormigas y arañas, entre bichitos y alimañas.
Seguramente lo arropaba alguna serpiente, que quizás a su lado dormitaba también.
Dormía a merced de la naturaleza viva.
En cuanto el sol caía y aparecía la luna con su oscuridad invadía aquellos lares.
- Muy triste su relato comadrita, pero dígame ¿qué le habrá pasado entonces…?
- ¡Ay compadre, esta vida que sin razón alguna golpea a los mas débiles en sentimiento!
…Mi hermano cometió un error muy grave.
¡Y es que se enamoró de la hija de un rico terrateniente! ¡Orgulloso y contumaz!
¡Malo hasta su médula!
…Y el pobrecito de una hija de ese alacrán se me vino a enamorar. Y tengo entendido que ella caso le hacía…Pero a su papa…Ninguna gracia le tenía.
El caso es que le ordenó a sus hombres: ¡Cáiganle a golpes para que deje en paz a mi hija!  …Y eso hicieron. Le destrozaron su cuerpo, le desbarataron su lindo vehículo.
¡Y hasta preso se lo llevaron! Pronto la desgracia entera se cernió sobre esta familia.
Mi madre enfermó de tristeza…Dejó de comer.
Murió a los pocos meses, de mengua.
De desolación. De impotencia.
Porque pobres somos. Mi mama empeñó todo para pagarles a los abogados para que lo sacaran de esa cárcel odiosa. Pero nada se pudo lograr. Se salieron con la suya.
Mi hermano purgó una pena que no era la suya.
A la muchacha se la llevaron lejos.
Nunca supe adonde.
A los cinco años lo soltaron. Y ya no era el mismo. Es ahora lo que usted me dice que es.
¿Y qué se le puede hacer…?
La pobreza es una plaga que nos infecta y nos desbarata. Por eso lo ve ahora así…Mi pobre hermanito ¡tan bueno que era! – Y ya no pudo seguir su llanto inundó todos los resquicios posibles.
El sol se ocultó. Un silencio se hizo patente.
Una breve brisa inundó todo ese valle.
Una linda melodía sonó allende, un suave mover perezoso de algunas ramas, seguido por el cascar de las aguas de algún río imaginario…












© Bernardo Enrique López Baltodano 2016












                                     
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