Caminos obcecados...


                                     Foto en donde aparezco con mi hijo Berny  17-07-16










Corto  en  relatos




“Padre me voy…”








Hoy me llegó mi hijo, diciéndome…
Padre me voy…
Lo escuché en silencio.








- He venido a decirte Padre querido…Que me voy de este país. En primer lugar porque ya no aguanto mas. Acostumbrado como estaba a que con mi trabajo yo he podido satisfacer las necesidades básicas de mi familia. Pero hoy en día me encuentro que, trabajo y sigo luchando pero sin embargo ¡no logro llenar las necesidades básicas! No consigo comida. Tampoco medicinas. Ni siquiera papel sanitario.
Estamos en las últimas. No me queda mas remedio, ¡tengo que partir a otro país! Rogándole a Dios que allá logre enderezar mi barca. Pero no puedo mas. – Lo escuché con mucho pesar y en la medida que me exponía sus causales por las cuales ha tomado su determinación de irse de este país tan bueno y bondadoso como lo es Venezuela, demás está decir que una pena profunda me embargó y hasta me colapsó. Pero ¿qué puedo hacer?
Si la inmensa mayoría estamos en las mismas.
Con el mayor de mis pesares, oculté mis lágrimas. Mi hondo pesar, al ver la imposibilidad de este hijo   -que ha sido siempre un buen hijo, un buen amigo, un buen hermano y por cosas del destino, un buen marido y un excelente Padre-   Y es que estas son cosas que se le escapan a un padre.
Me siento imposibilitado. Amarrado y sometido por una situación en que nos encontramos casi todos. El comprobar con estupor, que hasta este sitio hemos llegado.
- Hijo mío…No sé qué argumentarte para hacerte cambiar de opinión. Lo único que se me viene a la cabeza es… ¡Cuánto me siente que te me vayas también, cómo lo ha hecho tu hermano mayor! Como padre, quisiera tenerlos a todos ustedes satisfechos. Ayudarlos en todo lo que pueda, pero ahora mismo, no puedo hacer nada. Estoy al igual que ustedes ¡amarrado!
Sujeto a una situación que nos ha obligado a todos a cambiar hasta nuestra forma de vivir.
De afrontar esto que nos está pasando. – Mi hijo por repuesta me abrazó. Y en ese gesto de mutismo, nos intercambiamos ese intenso amor que siente un hijo por su padre y en mi caso, un padre para con su hijo.
- No te preocupes. A mí me va a ir tan bien como a mí hermano. Y pienso ayudarlos a ustedes también. Pero tengo que irme.
Me obliga en primera instancia, mi hija. Pienso y me aterra el pensar que mi hijita   -siendo una bebecita-    se vea impedida a pasar un tiempo indefinido sin la presencia mía   -que soy su padre-   y ¡bueno yo, el verme obligado y sometido por esta situación a tenerme que alejarme de ellas dos, de mi esposa y mi retoñito! ¡No puedo hacer mas! Prefiero esta separación nuestra que puede durar…Meses y hasta quizás años.
Porque ciertamente voy a aventurarme.
¡Pero voy a triunfar!
¡De esto ni lo dudes padre! – Lo escuché en silencio, pero por dentro lo único que me provocaba era ¡llorar y llorar, dormirme y no pensar en nada mas!
No le quise inundar con mi quebranto emocional.
No le quise quitar su ilusión. ¿Para qué?
Ya él está “haciendo de tripas, corazón” cómo se dice coloquialmente en este país, como para querer decirnos que nos estamos haciendo fuertes, pero que en el fondo, lo sentimos y profundamente, pero que hay que seguir adelante. Con firmeza y decisión.
Presiento que le va a ir bien. Solo espero que la gente que vive en ese país, nos entienda. No nos cierren la puerta ni nos traten como invasores.
Porque la situación nos está llevando a caminos desesperados. ¿Pero qué le podemos hacer…?

“Caminante no hay camino…Se hace camino al andar…” Dios nos agarre confesados.

































© Bernardo Enrique López Baltodano 2016









                                     
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