Donde quiero estar...No estoy.

























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Corto  en  relatos








“¡…Esa noche…”!










Oscura. Con mucha brisa.
Solitaria y  perdida.
De  incertidumbres.
Rancia y lejana…
Fugaz como el viento helado.











- Particularmente he de reconocer que me sentía con mucho agobio. Un desasosiego que me martirizaba.
…Y tenía mis razones…
Había permanecido demasiado tiempo en mi casa de campo. Lejos de todo y de todos.
En mi destierro, en medio de mis confusiones y de mis estruendos, en ese oasis pletórico de ruido insoportable…En ese remanso del bosque, en medio de esa vida natural pura y sana.
Me acobijaba en mis angustias, en la pesadumbre  en esas aflicciones que te acicalan y no dejan huellas.
Las lágrimas bañaban mi rostro y al secarse sus surcos las delataban.
Mis sollozos eran quietos. Murmullos en medio de una cacofonía loca y desenfrenada.
¡Con esa quietud que enerva los nervios!
Me envolvía en mis sin razones.
Por compañía mantenía mis pensamientos a veces en sintonía y otros desfasados.
En ocasiones me hablaba a mí mismo.
Días enteros sin charlar con nadie.
¡Ni siquiera un saludo en la lejanía!
Y las pocas ocasiones que algún vecino me buscaba, no le encontraba lógica alguna a dicha charla, prefería encuevarme de nuevo.
Yo sólo me entendía. Quizás los vecinos llegasen a pensar que la locura me gobernaba.
Lo sé, porque en diversas ocasiones los pillé…
…Ahora que lo analizo es posible…No he de negarlo.
En verdad, no es agradable estar solo.
Hay momentos en los que no me era agradable ser yo mismo. No lo apreciaba.
Prefería volar por las alturas de mis sensaciones, de mis anhelos, de mis preferencias…De…De…
Hay situaciones en que no te es agradable estar.
¡Pero allí estás! Y ya no lo puedes seguir obviando.
Los instantes que pasaron, me entretenía viendo a las hormigas pasar. Las seguía para saber ¿qué estarían haciendo…?
El canto de los pájaros me servía  de  música.
El batir de sus alas, me daba fuerzas.
Imaginaba mundos en los que no estaba.
Suspiraba cuando ya no podía ni respirar.
El sol iluminaba mis días, y la luna oscurecía mis
sin sabores. En ocasiones, me aburría tanto…
Que me provocaba dormir. Aunque a decir verdad, poco lo hacía. Y cuando lograba conciliarlo…Serían mas de las tres de la madrugada.
Pero hay ocasiones que aunque no las busques, estas predeterminado. Concluyen en situaciones que no tienen explicación alguna.
La conjunción de todos los quizás, tal vez, a lo mejor, puede ser…Te llega sin poder apreciarlo.
Sin tocar puerta alguna, se te aparece…Como el viento feroz que se estrella en tu rostro.
Como lo que pudo haber sido, no obstante sin poder notarlo. Sin percatarte que allí está.
Y lo esperes o no. No importa. Por lo menos no te consultan, ni les apetece tu decir o tu opinar.
¡Está y ya!
Y en lo personal…Fue esa noche.
Instantes ciegos en medio de una borrasca.
En mitad de la nada y a la vez en todo.
Como un fantasma apareció, se posesionó de todo.
Tan solo me tocó vivirlo. Y creo que eso hice.
Sentí una tremenda aprehensión. Mis pulmones se colapsaron, nulo fue mi intento de respirar.
No obstante, y a pesar de esa inacción, el pánico de mí no se apersonó. Y lo asumí hasta con una frialdad, que en  un santiamén, ¡y que lejos de allí me encontraba! Como si estuviese en cuerpo ajeno. En situación ambigua y desfasada.
Como si el todo fuese la nada, y la nada…En eso…
Me encontraba en una extraña dicotomía.
Ese algo que me es propicio revivirlo, pero imposible describirlo. No tiene transcripción alguna. No puedo plasmarlo en palabras, cuando mis propios sentimientos me anulan. Me ensordecen.
Me censuran  mis sentidos. No sé pensar, ni digerir, ni analizar.
Tan sólo revivirlo. Reeditar lo que con dolor me encausa en época y en estaciones equis distantes. Lejanas como una nebulosa. Imposible de mirar y de mucho menos admirar.
Esta catarsis que la distancia me produce, me embelesa en mis remembranzas y a la vez me espantan.
No me es lícito sufrir por ganas. No es mi intención.
Huyo como si fuese un leproso. Pero me enceguece en aquellos tiempos. Mi soledad. Mi desamparo me encerraba en mi pandemónium, en mi barahúnda, y los estruendos de mis ilusiones eran fallidas.
…He allí, mi presencia de aquellos días…Fugaces y muy lejanos, pero que me son propicios. Inherentes.
Me siguen como mi sombra. Están y no están.
Es esfuman y se me hacen visibles.
Son los días en que no los he de vivir.
He de verlos partir. O quedarse en mis silencios.
En mis apartados. En lo que puede y no lo dejo estar.
…Así ha de ser…No lo sé.
Me  es imposible determinar.













© Bernardo Enrique López Baltodano 2016









                                     
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