Primer relato en el: 2. 016











  


“Lo recuerdo así…”





- Mira lo recuerdo de esta forma…Que fue la que me impactó y me marcó para lo que me queda de vida. Te cuento...
Estaba acostado y dormía profundamente, no sé precisar a ¿qué hora específicamente fue?
No lo sé. Pero lo que si te puedo asegurar, es que me he quedado encantado.
Y ese encuentro me llena de vida.
Pero sí que me sucedió y fue de esta forma.
¿Ya te dije que estaba profundamente dormido?
- Si. – Le respondió Ramona, la amiga con la cual se encontraba.
- Bueno. Dormía profundamente   ¡"a pierna suelta"!    Cuando sentí un bulto algo pesado encima de mío   -no te puedo negar que eso me sorprendió-   pero en verdad la dificultad que me dio para poder moverme y de poder respirar, fue lo que me hizo volver en mí mismo. Y eso hice.
¡Y cuál fue mi sorpresa al encontrarme que el famoso bulto, era el cuerpo de mi hijo…?
¿Mi hijito visitándome a esa hora...?
Me quedé anonadado, pero era mi vástago, mi heredero, mi sueño mas grande... ¡Mi todo!
- ¿Tú propio hijo…? ¿Y cómo hizo para entrar a tú casa…? Porque tú mismo me has dicho que él está casado y vive con su esposa e hijos…
- Es cierto y así es. Pero déjame que continúe con mi versión, por favor…
- Perdona mi interrupción.- Le dijo al comprobarse a ella misma, que lo había perturbado y que su amigo estaba muy trémulo de emoción, por eso prefirió callar y esperar…
- Cuando vuelvo en mí, logro descubrir que era mi propio hijo...Con el cuerpo actual        -un hombre hecho y derecho-   pero con su carita de cuando él tenía unos añitos, e iba conmigo a todas partes.
Yo lo llevaba a la panadería, al mercado, a mis diligencias   ¡cualquiera cosa que me tocara efectuar! (¡Qué emoción me embargó!)
Y ya todos me conocían con mi pequeñín agarrado de la mano por doquier o si no me lo llevaba cargado   -cuando se cansaba y ya no quería caminar-   el caso es que cuando le vi ese rostro tan recordado por mí, me enternecí
y  sin querer volví a rememorar tantas y tantas veces que conviví con él. (Con toda la ternura que un Padre pueda sentir por su vástago.)
¿Te podrás imaginar...? Lo mas grande que ha salido de mi...Lo tenía allí.
¡Abrazándome y acariciándome, tal como siempre lo hacía! (Y yo le respondía con todo mi fervor.)
Su mirada era la misma, sus manitos eran iguales a cuando era apenas un infante.
Me hablaba   como lo hacía en su etapa infantil, y yo le atendí en el acto   -aunque me llamaba la atención que él ya era un hombre, pero no sé, me dejé llevar por ese momento tan tierno para mí-   el caso es que comenzó por pedirme la bendición y a darme un besote en mi cachete.
¡Yo le respondí en el acto!
La cuestión es que nos dimos un abrazote (Grande y potente, ¡ni idea puedes tener de esto!) ¡De Padre y Señor Nuestro!
Nos fundimos en ese amor tan elemental: ¡Padre con su hijito! (Y es que no hay mayor ternura que un hombre pueda sentir…El cuerpo de su propio hijito.)
¿No es hermoso que tú propio hijo, te demuestre todo su amor...?
¡Máxime que yo soy su padre! 
...Pero a él no le importó...Pocas veces que esto nos  pasó   -me refiero a que nos abracemos y nos besemos-   y lo asumí que era quizás por el trajín diario, sus estudios, sus nuevas ocupaciones.
¡Cosas que poca importancia le doy hoy en día!
No recuerdo cuanto tiempo duró   -pero fue bastante-   cosa curiosa, él se comenzó a  reír cuando ya habían pasado varios minutos, y era costumbre de él, el hacerlo y luego comenzaba a hacerme cosquillas en mis costillas. (Las recuerdo hoy en día… ¡Qué maravilla!)
En ese preciso instante   -lo disfruté-   el volver a aquella etapa tan feliz en que yo contaba con mi hijo para todo y que me lo llevaba por doquier. (Nos hubiera vista… ¡Qué orgullo andar con mi pequeñín por todos lados!)
¡Pero bueno, cuando ya están creciditos (Me refiero a tus hijos)…Ya no quieren estar con uno!
- “Ley de vida” – Le recordó ella, a lo que él repitiendo lo que ella le había recordado y agregándole mas…
- En efecto: “Ley de vida” Igual le hice lo mismo a mi viejo y él al suyo…Esa es una cadena.
¡Por esa razón…Reviví con ternura ese momento! Para serte sincero, me dejé llevar por ese sublime momento.
¡Me sentí en un éxtasis increíble!
Bueno, la cuestión es que luego que me hizo cosquillas, yo le devolví su ración   -igual que en ese entonces-   y lo contemplé feliz.
Volvía a mí, con ese recuerdo tan sublime.
Y me preguntó:
- ¿Cómo estás papi? – Yo le contemplé su rostro, y en él no le vi su edad cronológica actual, tan solo lo vi como cuando era un pequeño y siempre andaba entre mis piernas.
- ¡Feliz de tenerte de nuevo conmigo! – Le respondí mientras le daba otro beso en su cachete derecho.
- ¡Papi yo te he querido siempre! Y si en algún momento no te lo he expresado, ha sido por alguna razón ajena a mí. Y quiero que sepas que me siento muy orgulloso ¡de ser tú hijo! -
Me miraba como si quisiera guardarse cada detalle de mi rostro. Como si temiese no volver a verme nunca mas. Y yo intrigado le consulté…
- ¿Te pasa algo hijito mío…? – Me respondió con un gesto muy propio de él,  -“en aquella” edad-  meneando su cabecita de un lado a otro y minimizando cualquier duda o efecto adverso de mi parte.
- No papi. No me pasa nada. Es que te quiero mucho y sentiría mucho perderte. – Me le quedé mirando y casi en sollozo le aseguré…
- No me vas a perder nunca mi hijo querido, ¡Siempre pienso en ti! Y te amo demasiado como para dejarte solito. – Noté que unas cuantas lágrimas suyas cayeron sobre mi rostro. (Y me partió el alma en pedacitos.)
Y lo vi tal cual era en aquella época tan bella y sublime para mí.
¡Tanto amor que siempre le he profesado!
Y eso me preocupó demasiado.
- ¿Por qué lloras hijito mío?
- Por ti. – Me dijo mientras me hacía muecas muy propias de cuando era un niñito, su pequeña manito trataba de contener sus lágrimas.
- Yo no me voy a ir. – Le dije mientras lo abrazaba con mucha ternura, sentía como gemía compungido sobre mi hombro. -¡Quiero demasiado mi muchachito lindo!
¡Siempre estaremos juntitos, tal como ahora lo estamos!
- Papi, yo no te quiero hacer sufrir. ¡Te amo mucho para causarte algún dolor! Y te pido perdón por todos mis errores. ¿Me perdonas?
- ¡Claro que si hijito mío! Mas bien debo decirte que me has llenado de tantas y tantas cosas buenas, que ya no me recuerdo nada negativo de ti. ¡Me haces mucha falta mi retoñito querido! - Él me miraba y en su forma de verme, le noté mucha tristeza, y por eso intenté darle todo mi
apoyo   -aunque te confieso que me partió el corazón-  sentir los movimientos de dolor en mi chiquillo…Eso me dolió…Me dio en lo mas profundo de mi corazón.
Y te confieso...Que me sentí impotente.
Y allí me encontraba abrazando y “chineando” a mi bebecito…Qué escena mas conmovedora…
Un mundo de ternura me enterneció, mi corazón brincaba con ese tipo de emoción que nunca podrás describir, pero si sentir. (Es que me cuesta poder describirte en palabras, todos esos sentimientos.)
¿No te parece?
- Sin duda alguna. – Le replicó con sus ojos llorosos también, mientras con un trapo se secaba su cara ya curtida en ese líquido tan apreciado.
- Mi niño, mi bambino, mi retoñito... - Dijo en un suspiro de mucho pesar.
Era muy conmovedor esa escena, el observar a aquel duro señor, con su cara surcada de arrugas y con señales de ser una persona de carácter muy restringido…Y el verlo, abrazando  en su hipotético caso a su menor hijo.
Su amiga Ramona, lloraba al verle el sufrimiento que se le veía a flor de piel.
Pocas veces, le había visto en esa faceta de amorosa confraternidad.
Ciertamente, que ya sus hijos estaban grandes, y que ya su amigo en cuestión vivía solo en una habitación y que de esa forma tan extraña se había enterado de la suerte de su hijo…
- Llegó a visitarme… (Miraba al vacío, como queriendo revivir en él, aquella presencia que tantas alegrías le produjeron.)Y a despedirse… - Gimió ya sin poder contenerse. – Y ahora… ¿Qué será de mí…? Hasta hace poco me contentaba con el saber que allí estaba…Pero ahora ¿en dónde…? (Con sus manos imploraba el amor ya perdido en esa inmensidad que en nada lo satisfacía.)
Los demás –que allí estaban-  lo contemplaron (Mudos y lagrimosos en silencio lo acompañaban. ¿Qué mas podían hacer…?), no había palabra que se pudiese emitir ante un Padre postrado en sus recuerdos.
Era ya un hombre de avanzada edad, y ella en lo personal siempre lo había visto fuerte y poderoso. Siempre dueño y señor de su mundo, pero en esta ocasión no era así, con profundo sentimiento le tocó conocer esta nueva etapa en la vida de este gigante luchador.
Pero no se encontraban solos, a su alrededor estaban rodeados de muchísima gente, todos con sentimientos muy profundos.
- ¡Mi niñito lindo y bello! – gritó de repente mientras estrujaba en sus agrietadas manos, una camisa que le había pertenecido a su descendiente. (Un nudo en la garganta de todos los allí presente, se atenazó y en un gesto casi imperceptibles…Guardaron prudente silencio.)
Al instante, sus hermanas que habían viajado desde su lejana residencia en otra población, corrieron y en un emotivo momento se abrazaron y lloraron, lamentándose por tan irreparable ausencia. Todo a su alrededor se detuvo.
Una  “presencia” se dejó sentir, en efecto todos acertaron en saber quién era…Pero no se materializó. Inerme contemplaba todo.
Sin saber qué acción asumir.
Y allí en el centro…Yacía el hijo, el hermano, el esposo, el amigo que era muy querido por todos los presentes.
Son momentos de mucho sentimiento.
De profunda reflexión. Pero que ninguno supo qué acción tomar, tan solo bajaban su cabeza, solos sus sentidos apreciaban lo que sus intelectos negaban.
Pero allí estaba, como una estatua inmóvil.
Sin atreverse a acercar a su progenitor, presintiendo lo peor. Solamente se escuchaba el sonido del aire que corría por doquier.
Cuerpos pesados, vidas pasadas.
Sentimientos apresados en burbujas de difícil visión. Y afuera de ese recinto…La vida mundana corría sin cesar, otros mundos que se negaban a entrar, compartir no era su destino.







© Bernardo Enrique López Baltodano 2015

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