...Cuando hablas...Lo que debes callar.


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“No te entiendo abuelito”
(…Continuación…Ver publicación anterior a esta.)



- No te entiendo abuelito. – Le dijo Vicky a su mayor, mientras sujetaba con fuerza su muñeca de trapo, el resto de sus primos la observaban con mucho detenimiento.
Su rostro denotaba desconcierto.
El anciano estaba leyendo un libro, y mientras lo hacía escuchaba los constantes secreteos que entre ellos se tramaban, y se le quedó mirando mientras la chiquitita lo observaba con sus grandes ojos negros, muy expresivos por cierto, se bamboleaba en su frente y esperaba con impaciencia la respuesta debida, y percatándose de lo importante que era su misión, de vez en cuando volteaba para verificar que sus primitos estuviesen allí, pendiente de su impaciencia.
Estos la instaban a que no desistiera.
- ¿Y qué es lo que no entiendes mi amorcito…?
- Ese relato tuyo…Eso del “viento negro” ¿Qué es eso…?  …Me confundes, mi papi nunca me ha hablado de eso. ¿Qué es…?
Ya nosotros hemos discutido esto y no logro entender.  Nos tienes confundidos a todos.
¿Podrías explicarme mejor…? – Ladeó su cabeza con toda su ternura, la muñeca se bamboleaba entre sus dos manos. El hombre suspiró ante la petición tan detallada.
Y comenzó a rebuscar las palabras que fuesen las mas adecuadas a esa mentalidad…Tan inocente.
- Lo que pasa abue, es que esa parte nosotros por mas que la hemos discutido…No logramos entenderla.  ¡Nadie nos ha hablado antes de eso! Y no la entendemos, por lo menos yo, no sé de qué nos estás hablando. – Intervino en su auxilio Jennifer, la mayor de todos ellos.
Con sus gestos le intentaba transmitir que no lograban entender del todo ese tipo de cuento que les había contado.
- Bueno, es que ese “viento negro” apareció de repente. Nadie lo había detallado.
- ¿Pero cómo pudo entrar, si todo estaba cerrado…? ¿Las puertas…? Cerradas.
¿Las ventanas…?  También.
¿Entonces…Por dónde entró…Cómo…?
Explicate mejor abuelito. – Se adelantó el único varoncito de ese quinteto de nietos.
El de mayor edad, los contemplaba con admiración. Por lo visto ese relato, los había puesto en litigio entre ellos mismos, ya que mientras él leía, oía y veía por el rabillo de sus ojos como se debatían entre ellos.
“En menudo problemita me he metido” – Pensó para sí mismo, puesto que no encontraba la mejor manera de explicarle a esas mentes que aunque eran infantiles…Debatían y se exponían entre ellos mismos los pro y los contras.
- …Bueno ese relato sucedió en verdad…
- ¿Pero cómo es “eso” de que se “transformó en hombre” y comenzó a asesinar de esa forma…? ¡Eso no lo logro entender! – El crío esgrimía sus argumentos, arrinconándolo y dejándolo prácticamente sin argumentos vitales…Debido a su escasa edad.
- Además… ¿Cómo es eso de que un niño de mas o menos nuestra edad, se haya transformado en el asesino de sus propios padres…? Me vas a perdonar abue, pero eso no me cabe en mí cabeza. – Le refutó muy decidida Jennifer, contando con la aprobación general del resto de sus primos e incluyendo a su hermanito, quien lo miraba de una forma retadora.
Todos estaban de acuerdo, que ese relato era muy fantasioso…Para ellos (Sospechaban que los estaba engañando y aprovechándose de que no sabían nada de ese tipo de tema.)
Se vio precisado a, en primera instancia tragar abundante saliva y luego a analizar lo que él debía contarles, de tal manera que sus nietos no lo tomen como un embustero.
- Pero sin embargo, a pesar de todos los razonamientos   -que por cierto, son muy buenos-    que me están dando ustedes, la verdadera verdad es que fue un hecho cierto.
No lo inventé. Ni me lo he imaginado.
- ¿Seguro…? – Se adelantó Vicky muy decidida a dilucidar ese misterioso misterio.
- ¿Y qué es “eso de camisa de fuerza”?
No lo entiendo. – Le preguntó Isabela otra de sus nietas, la cual también se mostraba enojada ya que no se creía del todo, la veracidad de lo que su abuelo les había contado.
- Camisa de fuerza, es una prenda muy fuerte que le colocan como si fuese una camisa, pero muy fuerte la tela, como la misma con que hacen las hamacas. ¿Las han visto?
- ¿La que tiene mi mami? – Le preguntó Estefany, otra de sus nietas.
- Del mismo tipo de tela. Es muy gruesa y fuerte y le colocan además unos amarres, de tal manera que cuando se la ponen a la persona, la someten e impiden que o se haga daño a él mismo o al resto.
- ¿Pero ese niñito se volvió loco entonces…? – Le consultó el varoncito.
- En efecto la utilizan a los que se vuelven locos. – Les convino a todos.
Se hizo un prudente silencio, por las miradas el viejo roble, entendió que esa generación de chiquillos se estaban comunicando, pero que él mismo no logró dilucidar.
Por lo que prefirió aguardar el curso lógico de los sucesos.
Ellos se hicieron una seña y se apartaron, se fueron a dialogar y a discutir entre ellos la continuación del mismo tema.
Hicieron una rueda, quedando Vicky   -la menor de todos ellos-   en el centro.
De vez en cuando alguno de ellos se volteaban para ver si su pariente los pillaba en sus secretos…
El hombre suspiró aliviado, y agradeció ese gesto, puesto que ya sus objeciones habían sido vencidas por el razonamiento tan lógico de su prole.
Pronto volvió a tomar su libro y haciendo que lo leía, seguía con interés el curso que estaba tomando entre esa gentecita menuda, pues seguía siendo de vital importancia entre ellos.
Se reía al ver la cara que ellos mostraban y de cuando en cuando, lo miraban como intentando entender la verdad de esos hechos, que a ellos en su imaginación infantil, no lograban determinar con la exactitud que ellos mismos esperaban.
“Eso me pasa por meterme en temas demasiado profundo para mis nietecitos” - Se consolaba a sí  mismo, mientras era testigo del debate que se estaba suscitando entre todos ellos.
Pero ya no podía hacer mas nada, tan solo seguirles la corriente con la finalidad de que se olvidaran de ese tipo de tema.








© Bernardo Enrique López Baltodano 2015


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