Andando voy...



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“Andando voy”





Pareciera que en mi trajinar voy en “cámara lenta” trato de ver mejor mi entorno y apenas a unas decenas de metros lo que veo es una especie de vapor, que se cuela por el medio ambiente.
La mañana está a eso de las nueve, es como decir: “A media mañana” y sin embargo, noto que las calles están abultadas pero de carros, camiones y buses, que andan como locos, tocando su bocina a todo dar, y sin dejarse pasar a nadie.
Es una especie de carrera desenfrenada, noto pocos peatones…Quizás una decena  
-incluyéndome-    la brisa es caliente, como si brotara de ellas “pequeñas llamaradas de vapor de agua” que no se ven, pero que se sienten.
Busco una sombra que me proteja de la intensidad calórica,  pero a pesar de conseguirla,  no me refresca lo debido.
Siento como “hierve” el pavimento a mis pies
-menos mal que cargo unos zapatos de suela ancha-    y que me alejan en algo de ese pavoroso infierno.
Aspiro y siento como esa brisa caliente, hace vibrar mis pulmones, brotando de ellos una sensación térmica que me indica que la cosa es de cuidado muy extremo.
Consulto con algún paisano que al igual que yo, tratamos de ganar unos metros para poder llegar a mi destino, y me dice…
- La temperatura debe andar rondando los cincuenta grados…Cuidadito que mas… - Me persignó en mi imaginación, y me hago yo mismo esta pregunta…
- ¿Será esta la temperatura digna para camellos…?  Puesto que cuando expiro por mis fosas nasales, una oleada calienta la piel de mi labio superior.
¡Dios mío! ¿Cómo podremos existir con tan dramático calor…?
Mis fuerzas se están derritiendo.
Mi entender se me está obnubilando.
Mi mirada, se me estrecha.
Mi determinación, me está indicando que mi organismo está pasando a “alerta roja”, y que debo tomar precaución…
Que la cosa está de mucho cuidado.
Y que no es para estar jugando.
…Pero si aún no he llegado al sitio en donde debo hacer mis gestiones.
Abro bien mis ojos   -para ampliar mejor mi visión-    y contemplo que no estoy muy lejos, en términos métricos…
Pero es que este vapor…
Me está complicando mis intenciones.
Ya comienzo a respirar fuego, que entra dentro de mis pulmones y comienzan a cocinarse a “fuego muy excesivo”, me recuerdo que debo aspirar y expirar por mi boca y no por mis fosas nasales…
Y me da un “respiro de alivio”  pequeño, pero que me puede favorecer para culminar mi cometido.
Me siento como si en cada pisada, estuviese dando una “brazada  de ahogado”  en términos cuánticos, poco avanzo, pero en cuestión de logros, me siento satisfecho.
¡Pero es que estoy sudando copiosamente!
Presiento que estoy perdiendo demasiados electrolitos, minerales y de muchas cosas, que pueden poner en peligro mi salud integral.
Literalmente me estoy deshidratando a una velocidad demasiado vertiginosa; pero apenas estoy llegando a mi primera parada.
Comienzo a tratar de calmar mis desaforados respiros, me siento agotado y mi visión tiende a enrarecerse.
Y no me gusta.
Pero no puedo hacer nada mas.
¡He de agarrar mínimo! – Trato de alivianar mi profundo estrés,  pero entiendo que voy perdiendo. Trato de serenarme.
Estoy en una cola…
Son doce los que me anteceden.
Menos mal que estoy en una sombra.
Aspiro y expiro por la boca, y luego trato de buscar el aliento que soliviante mi cuerpo agotado por este calor tan endemoniado.
Busco meditar en el silencio de ese bullicio de personas   -cada una quejándose de lo mismo-
pero que trato de ignorar, para ampliar mis concentraciones.
…Ya faltan diez…Va caminando esta cola de gente.
Cierro mis ojos y trato por sobre todos los medios de calmar mi sediento organismo, sé que estoy en desventaja, pero para algo existe mi mente…Debo calmar a todos los que están calcinados allá adentro de mi maltratado organismo.
Cuando abro mis ojos, ya veo que faltan apenas unas seis personas, así que voy avanzando a la mitad de mi mandado.
Ya mi cuerpo está comenzando a enviarme mensajes de que se está aclimatando.
Respiro lo mas profundo que puedo y exhalo con suavidad…Comienzo a rezar y a pedir fuerzas, para que no me abandonen del todo.
Ya falta poco, vuelvo a chequear y ya me faltan tres que están por delante.
Me doy ánimo y me consuelo a mí mismo, quizás  adentro de ese cajero…
Esté funcionando el aire acondicionado…
Ese pensamiento por muy escueto, me alivia y me ilusiona.
…Ya solamente me falta una señora que está delante de mí…
¡Al fin logro entrar!
Siento una muy tenue brisa fría…Ha de ser el aparato de aire acondicionado.
Bueno comienzo a ejecutar cada una de las operaciones bancarias que debía realizar.
Con calma, para no equivocarme con algún número.
¡Y ya listo! Guardo todo con total parsimonia, y dándome el tiempo justo y necesario, para que mi organismo se ajuste de nuevo al calor extremo, ya que debo acudir a otro sitio distante como un centenar de metros.
Cuando salgo a la avenida, nuevamente siento ese vapor que me achicharra mi piel.
Acudo lo mas rápido que puedo, como aprovechando la enorme ventaja que me dio ese respirar un aire frío, aunque por pocos instantes, pero que me revivió.
Logro visualizar el sitio, veo poca gente.
Y la que veo, está igual que yo, con cara de mucha angustia y sudando en demasía.
A mi paso, siento como se hunden mis zapatos en medio de ese  inclemente sol, no me atrevo siquiera a tocar ese infierno…Pobre pavimento, recibiendo al cien por ciento toda esa inclemencia solar.
Mis plantas sienten ese calor que brota del suelo.
Finalmente llego a mi segunda y última parada, entro al local y me recibe esa oleada de aire conservado. Me quedo parado, esperando que la camisa  -en mi espalda-  se refresque, los demás que están adentro me entienden, ellos al igual que yo, estamos en las mismas.
Finalmente, logro ejecutar mi última operación.
Veo una silla vacía y aprovecho unos minutos para lograr recuperar esa hidratación que me urge lograr, para volver sano y salvo a mi casa.
Nadie se preocupa de mí.
Yo tampoco de ellos.
¿Total?
Ellos estarán al igual que yo   -haciendo el tiempo necesario, para recuperar sus fuerzas-   en pocos minutos, logro mi balance adecuado y es cuando tomo el impulso necesario para atravesar la amplia avenida, la cual está atestada de sofocantes choferes que andan como locos en sus unidades automotoras. Todos buscan afanosamente llegar sanos y salvos a sus objetivos…
Al igual que yo, pero es que yo ando en mis dos pies.
Y debo montarme rápidamente en un carro para irme lo mas pronto posible, antes de que se calcine mis pocas reservas.
La suerte se está colocando de mi lado, pronto un cristiano de los buenos, detuvo su unidad y se dignó detenerse, así que me monté en un dos por tres, y partimos raudamente, la brisa aunque caliente aún, pero quizás la velocidad del carro refrescó su calentura.
Ya poco me falta por llegar a puerto seguro.
Pocos metros me faltan…
Al llegar me refrescaré y buscaré recuperar las fuerzas perdidas.
Esto es una odisea. En verdad que lo fue, y lo que mas me importa es que lo logré.
Vencí. Vencí. Lo pude hacer…
Aunque mis fuerzas estuvieron a su límite.
Mi visión se me nubló…Pero pude ejecutar lo que anteriormente no era un problema para mí. ¡Bendito clima el que está reinando en esta ciudad!















© Bernardo Enrique López Baltodano 2015




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