¡Algo bueno vendrá!













“Eres…”




Como esos vientos impetuosos que arrebatan mi sueño.
Como ese sol radiante que derrite mis angustias.
Como esas olas de alturas asombrosas, que decanta en mi camino.
Las montañas coronadas de nieve y aun así me transmites tu calor.
Como esas profundidades de abismos insondables que dan tranquilidad a mi alma perdida,
como lo que nunca se ha visto…
Nada te supera en grandeza.
Nada te es ajeno.
Todo te pertenece.
Todo está en ti.
Principio del principio,
final de todos los ocasos.
La luz radiante que enceguece a los necios.
A los que se creen que todo les pertenece.
A los que imponen a sangre y sudor,
sus designios.
A todos ellos…Nada son, en tu presencia.
No hay poder humano que te detenga.
Eres la fuerza que nunca tuvieron,
ni que tampoco tendrán.
Eres nuestra salvación.
Tu manso pueblo está sometido a estos lobos sanguinarios disfrazados de mansas ovejitas.
…Pero tú los conoces…
Tú los tienes medidos.
En su soberbia, se creen dueños de todo.
Pronto sentirán tu dominio.
Hazte sentir.
Que sepan que sobre tu voluntad,
nadie está.
Ni antes, ni en este ahora, ni en el que vendrá.
Ellos te temen.
Se hacen pasar por ti.
Dicen neciamente:
“Somos la voz de pueblo”
Su insolencia no tiene límite.
Quítales esa sonrisita de hiena satisfecha.
Quítales ese poder para hacernos daño.
Nos roban.
Nos quitan nuestras ilusiones.
Nuestros hijos, se marchan a otros lares.
Todas las puertas nos la han cerrado.
Tú pueblo, está cercado por esa manada de lobos y de hienas que quieren nuestras desgracias.
Cercados estamos ante horda de odio y rencor.
Y lo esparcen…Por doquier.
Salva a tú pueblo.
Que en ti, confiamos siempre.
¡Sálvanos de esa vorágine espantosa!
Que a mis ojos humanos, no le veo fin.
Pero en  ti, si que confío.
Sé que te harás sentir…
No te tardes mucho.
Ellos alardean,
engañan,
mentiras tras mentira.
Temo que no te crean.
Aun cuando dicen que en tu nombre hablan.
Hazlo pronto.
Qué tu voluntad sea siempre la suprema.
En ti, yo siempre he confiado.
Haz de la tierra, nuestro hogar.
       Que ellos nos han manchado con la sangre
del cordero inocente.
Sé justo, como antes lo fuiste.
Sé justo, en este momento aciago.
Haz tu justicia.
Tráenos tu presencia.
Hazte sentir en este peligroso pueblo.
Que vean tu sombra,
Eclipsados quedarán,
y la sombra de sus muchos pecados
los cubrirán…
Con eso solo se espantaran.
Que tiemblen ante tu yugo ejemplar.
Tu justicia es verdadera, y a cada cuál le das lo que es justo recibir.
Mídelos con tu vara.
Tal como ellos nos hacen a nosotros,
que con artilugios y atropellos
nos tienen sometidos,
pero que en tus manos, a salvo estamos.
Cúbrenos y protégenos,
que sus odios y rencores los delaten.
No tardes mas.
Diezmados estamos.
Tu presencia es siempre vital en nosotros,
Te lo pide tú pueblo,
que clama por ti.














© Bernardo Enrique López Baltodano 2015



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