"La Villa de todos los santos de Calabozo"










“Saliendo de Calabozo”
“La Villa de todos los Santos de Calabozo”




Me tocaba viajar en mi carrito, iba a San Fernando de Apure, así que salí antes de las de las seis de mañana de mi hotel rumbo a San Fernando la capital del estado Apure.  Agradable y hermosa.
Debido a que era muy temprano aun, pude salir rápidamente de Calabozo.
Iba contento. Me agradaba tomar esas carreteras con ese frescor.
A lo lejos divisaba como algún que otro transeúnte a esa hora del  despuntar de ese día.
Oler ese aroma a pastos.
Ver a los lados de la carretera asfaltada esos diques que contienen abundante agua.
La entrada a las diferentes haciendas, es un espectáculo hermoso.
Contemplar el ganado a la distancia, y ese olor que es muy característico.
Voy recorriendo la vía, y es cuando comienzo a divisar esas formaciones de agua, adornadas por una cantidad sin igual de aves de todos los tipos, veo a lo lejos las famosas garzas blancas que revolotean y cazan en medio de esa zona acuosa.
Diviso a unos cien  metros unas figuras que desconozco, unos cuantos  zamuros delatan su presencia.
Las aves de rapiña siempre están al acecho.
Nerviosos revolotean a su lado.
Al ir acercando mi pequeño carro, ellos en principio no temen, pero en la medida en que me voy acercando…Vuelan espantados.
Voy reduciendo la velocidad…
Son restos de algún tipo de animal, que ya no distingo muy bien.
Sigo y es cuando diviso a lo lejos.
…Pedazos de una cola de algún caimán que seguramente  intentó pasar la carretera, pero que fracasó en su intento, porque su cola perdió…Al menos.
Con seguridad tuvo que haber sido un camión o una gandola muy pesada, ya que los pedazos son muy grandes y están esparcidos por el canal de retorno a Calabozo.
Me quedo entre esos dos paisajes…
Por mi lado derecho: esas  pequeñas  lagunas infestada de mucha flora, alcaravanes, garzas, y muchas mas especies las cuales   -a decir verdad-   desconozco y que seguramente pescaban sin poner atención mas que a su propio entorno, y en mi frente esos trozos de cola de ese depredador tan mortal.
Y en medio de todo esto, alcé mi vista y vi en una rama a un ave muy peculiar.
Captó mi atención en el acto.
-Algo debe estar cazando- Me dije, pendiente de todo.
Estaba sola y no le despegaba la vista a un grupo de pajarillos…
De repente vi cuando emprendió vuelo y atacó a uno ellos de menor tamaño…Se trataba de un: Halcón.
Su lucha fue rápida, de inmediato lo atenazó en su pico y se lo llevó a otra rama cercana.
En el acto se levantó una barahúnda.
Un escándalo impregnó los aires.
Todos estaban espantados.
Para luego retornar a la normalidad.
Pero a decir verdad, me embelesa mas contemplar ese espectáculo tan vivo que estoy presenciando a mi lado derecho. Las garzas en su faena. Los pajaritos revoloteando de un lado a otro.
Y en el fondo, a todo su alrededor esa vegetación con infinidades de matices de ese verde tan hermoso.
Es temprano, y debo llegar a mi sitio de trabajo, pero ese canto  mañanero me hizo hacer un pequeño alto en mi camino…
Es para mi solaz…Mi esparcimiento.
Algo que quizás no vuelva a revivir.
Me hizo recordar las canciones del llano.
El cantar del llanero en su faena.
Fue algo muy impactante   -por lo menos para mí-  
y tan ensimismado estaba cuando de repente siento un profundo y muy constante retumbar en la carretera   -temí que fuera un temblor de grandes magnitudes-   me quedé expectante.
Instantáneamente comencé a mirar al frente y vi que no venía vehículo alguno, a mi lado izquierdo estaba la vegetación en pleno y cuando miro por mi retrovisor es cuando me percato…
Mas de tres o cuatro centenares de ganado vacuno estaban siendo guiados por varios llaneros, quienes montados en sus grandes caballos me iban saludando, silbando y azuzando a sus bestias  y haciéndome señas de que no me preocupara…
Que nada me iba a pasar.
Pronto vi como pasaban a todos mis lados.
Temí que las que vinieran detrás…Treparan encima de mi diminuto coche.
Las vacas que pasaban a mi lado, me contemplaban con ese tipo de mirada, que en verdad no supe descifrar, sospecho que estaban mas asustadas que yo mismo.
En ocasiones, le toque la cornetas   -ya me parecían que me iban a pasar por encima-   y temiendo desviaban su paso.
Unos cuantos toros, con sus ornamentas muy características intentaban encabritarse, pero los hombres estaban pendientes.
¡Qué horrible esa sensación!
Temí en muchos momentos ser aplastado por esa manada de cuadrúpedos.
Y esa sensación de temblor de la tierra, lo sentí por todo el trecho. Fue sencillamente: Expectante.
Millones de kilos de carne vacuna, pasaban alrededor mío.
Una bandada de pájaros  -cuyo nombre no sé-   pasaron por encima de mí. Con su escandalo muy característico.
Ese revolotear tan abundante y disparejo, acompañado por ese trinar tan sonoro, oscureciendo por su paso los rayos solares,
me sacaron de ese holocausto de ganado vacuno que me bordeaba, estaba en medio de ese hermoso espectáculo del cual sin querer, fui testigo.
En verdad, no encontraba a cuál de ellos prestar mis cinco sentidos…Tuve que desdoblarme para no poder perderme nada de todo cuanto acontecía.
Escuchaba con claridad una bandada de pericos que por alguna parte andaban volando, presiento que venían detrás o iban adelante de esa otra,  no tan escandalosa, pero si muy sonora  aves cantoras.
Pasaron varios minutos… ¡Hasta que al fin pasaron!
Lancé muchos suspiros de alivio.
Por instante se hizo el silencio.
Al parecer, ya todo lo que iba a pasar…Ya pasó.
La carretera quedó bañada por sus constantes excrementos y por supuesto….Ya no quedaban los restos que a la final no pude apreciar muy bien.
No me quedó mas remedio que orillarme a la derecha y esperar a que ese ganado fuera sacado de la vía   -seguramente lo llevaban a pastar, por allí mismo-   a lo lejos oía el cantar tristón de los llaneros en su deambular.
Nuevamente comencé a sentir esa brisa mañanera muy llanera,  numerosos cánticos de aves cantoras.
¡Me encontraba a las afueras de La Villa de todos los Santos de Calabozo!
En la zona ganadera por excelencia de ese estado tan bello y tan grande como lo es: Guárico.
Ya despejada la vía…Emprendí mi rumbo a San Fernando de Apure.








© Bernardo Enrique López Baltodano 2015

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