...Una loca suelta...








“En reunión”



Nos encontrábamos tres amigos reunidos alrededor de una mesa, estábamos tomando el cafecito mañanero.
Solo que en esta ocasión, ninguno tenía prisa de ir a su trabajo.
Era un sábado, de esos días en que uno (por lo menos yo) me sentía  ¡a todo dar!
Y no era porque estuviera festejando nada en especial; mas bien era porque esa noche había sido muy buena para mí, dormí mis horas reglamentarias, amaneciendo contento y feliz. Todo en orden.
Y al ir a la panadería de siempre, ya me estaban esperando mis dos amigos   -que normalmente nos reunimos los sábados-   para charlar sobre las cosas que nos ha pasado a cada uno.
En esta ocasión era Raúl, quien si tenía algo que relatar y en verdad “estaba”  -que ardía-  en comenzar con su relato, y me reclamo mi tardanza.
Pero bueno, además de él y yo, también estaba Eugenio que con su pipa  -muy olorosa- impregnaba todo el local.
El caso es que cuando ya llegue, ya ellos habían arrancado en la tertulia.
El mesonero en cuanto me vio entrar al salón me hizo la señal de costumbre, preguntándome…
- ¿Lo mismo? – Yo le respondí de inmediato en forma afirmativa, así que lo vi, en su máquina sacándole vapor para hacerme mi café con leche.
Pronto  ya tenia el humeante liquido sobre mi mesa, los periódicos ya estaban esperándome.
Todo estaba a tono.
Así que arranque a tomarme mi primer sorbo y a escuchar “las buenas nuevas” de cada uno.
Arranco Raúl   -que se encontraba presto para ello- 
- Bueno mis amigotes, lo que les voy a contar me ha pasado de la manera mas tonta.
El martes voy a arrancar mi carro y   ¡ese condenado!
¡Chucu.chucu!   ¡Chucu, chucu!   …Y nada…
A la final, me canse y lo deje botado en el garaje de mi casa.
- Menos mal que fue en tu casa y no en la calle. – Le acoto oportunamente Eugenio, en medio de una bocanada de humo oloroso…No sé a qué, pero era muy agradable ese aroma…
Cosa que le respondió primero con señas y después le dijo…
- Ya vas a ver, espérate a que les narre todo, tal cual me fue pasando.
Me dice Josefina   -mi esposita-  mejor te vas y llamas al mecánico para que lo venga a chequear.
Yo le dije: Ok. Y saco mis cosas del carro y comienzo a buscar un taxi.
En eso me recuerdo y comienzo a revisar los bolsillos de mi pantalón…
¡Y no cargaba suficiente efectivo!
- Te  va tocar irte en “bus”, me dijo ella.  –cosa que no me agrado-  ¿pero que podía hacer?
Ella  me indico en donde debía estar  la dichosa parada.
¡Así que llegue  y comencé  a hacer mi cola…Para poder montarme e irme!
Y en eso comienzo a escuchar a ¡‘esa pedazo de loca”! Que iba hablando con todo el mundo, pero que ya nadie le prestaba atención.
Yo la oigo que viene como a unos diez puestos de donde me encuentro y la escucho:
Que le decía a una señora  ¡bastante gorda! 
Pero extremadamente gorda.
Le salía la grasa…Por detrás, por delante y por todos lados. 
Y se le paro a un lado y le dijo:
- Señora que no le de vergüenza si la llaman: ¡Gorda!
Porque bastante reales ha tenido que pagar usted para llenarse de toda esa manteca asquerosa.
No permita que la vengan “a humillar”
Mire que todo ese dinero se lo ha tenido que haber sudado usted, para que vengan unos graciosos a quererse mofar de su gordura.
¡Sea orgullosa y no permita que la humillen en público! (y todo el resto de pasajeros riéndose de las cosas de esa loca. ¿Y la pobre señora? ¡Pues no hallaba la forma de quitársela encima!)
Y después que estuvo humillándola por durante casi quince minutos, observo  a una mujer ya de edad pero delgada…
¡Mas bien flaca!  (Esquelética)
Y a ella se dirigió…
- ¡Y usted no acepte a que le vengan a decir que usted ha pasado hambre!
Mire en mi casa, mi hermana es flaca, pero no porque no tengamos reales para comprarle comida, sino que a ella poco le gusta comer.
¡Y eso que mi mama! Le hace de todo,  pero a ella no le gusta.
¡Pero a usted se le ve a leguas, que ha pasado “el hambre hereje”!  -La situación no ha estado bien en su casa, ¿verdad?-
Pero no permita que la vengan a humillar porque uno debe llevar su pobreza con dignidad.
Yo le veo que tiene sus ojos hundidos, y eso es porque usted se ha visto en la necesidad de pasar hambre. ¡No se deje humillar! 
¡No venga a aceptar que le digan  que usted esta flaca, porque no tiene dinero para comprar su comida!
(La pobre señora no hallaba en que hueco meterse. ¿Se imaginan?
¿Caer al mismo nivel de esa orate?)  
-Bueno pues. Esa desquiciada le iba cantando a cada quien sus verdades.
Y de repente se fijó en un anciano que se le quedo mirando y le dijo a gritos “a pleno pulmón” delante de todos los pasajeros…
¡Epa viejo lleva tu ancianidad con decoro!
¿Total?  …Ya fuiste “Padrote” y ya de “eso” no debe quedarte mas que… ¡Pero no te aflijas!
…Que ya   -me imagino-   ¡que ¡bastante que lo disfrutaste!
Que ya tú diste, lo que tenías que dar.
¡Y ya no das para nada mas! (Bastante diste.)
¡Y no permitas que porque tengas un bastón te estén achacando todos los males! – Y siguió caminando y en eso encontró a un hombre y le dijo:
- ¡A ver! ¿Qué tienes escondido entre las piernas?
- ¿Así le dijo? – Le pregunte asombrado y Raúl me contesto…
- ¡Y le abrió el pantalón! Y quedo ese pobre hombre con el pantalón roto y ¿saben lo que finalizó diciendo…?
- No- Le respondió Eugenio.
- ¡Publicidad engañosa!  ¡Mentiroso!
 Puro bojote. ¡No tienes nada allí!
- ¿Y qué hiciste Raúl? – Le pregunte angustiado.
- ¡Mande a parar al autobusero y me baje corriendo! ¡Qué va! Esa loca ya me estaba comenzando ¡a mirar muy feo y ya la tenía muy cerca!









© Bernardo Enrique López Baltodano 2015

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