Estaba...








“Estaba…”



- Lo que si te puedo añadir, es que como experiencia fue: ¡Horrible!
Y en verdad te digo,  ¡que me cuesta un mundo! tan solo en recordarme de ello, pero debido a tu insistencia…Procuraré ser lo mas fidedigno posible (Sin prometerte nada ¿ok?) ¿Me entiendes?
- Te entiendo. Y lamento que tengas que rememorar eso que tú mismo me has asegurado.
- No te preocupes Alonso. – Miguel aspiró con mucha pausa, reordenando bien sus ideas, mientras su amigo se dirigía a la cocina para servir el café.
Ya el olor característico había inundado esa cocina en donde estaban.
Miguel esperó con total paciencia, mientras el dueño de esa casa, procedía con ese protocolo tan característico en eso de servir, tan deliciosa bebida.
Buscó las tazas, luego su platito correspondiente  y por último una cucharita acompañada de un tarro de azúcar.
Una vez servido, volvió por las servilletas y buscó en su alacena unas galletitas, tanto dulces como saladas (al gusto de cada quien.)  Y ya finiquitado todo, comenzó a servir en ambos recipientes.
- Bueno  ¡ahora si, arranca cuando así lo desees!
- Pero primero voy a tomarme aunque sea un sorbo y una galletita de las dulces…
- ¡Sírvete la que te guste! – Una vez que se hubo servido, la partió en dos y se llevó a la boca un pedazo y entre mordisco y mordisco, le hizo señas de que se aguantara.
A la final arrancó de esta forma…
- Estaba acostado. Bien dormido.
Cuando de repente siento que un peso bastante grande cayó en mi pecho y me dije: ¡Ay madre mía, esto si que me ha dolido! – Se sobó en el pecho, y por su gesto y grito, fue muy efusivo.
Alonso dejó el trago a medio tomar, pues quedó sorprendido.
- Era un elemento que se me lanzó encima y comenzó a estrangularme con toda su fuerza. ¡Así, así! (Le decía mientras hacia el gesto indicado)
¡Y yo, comencé a forcejear y a forcejear!
- ¿Dormido aun?
- ¡Ya vas a ver! En eso me desperté.
¡Y mira cuánto me costó! Es que estaba rendido y en mí propia cama, en mi cuarto, en mi casa.
Y en medio de todo esto del forcejeo, yo me hice la siguiente pregunta: ¿Y qué es esto?  
Ahora bien…
¿Quién me quiere ahorcar en mi propia cama?
Mientras ese tipo ya me tenía rojito.
¡Ya me estaba ahogando!
Y comienzo a tratar de quitármelo de encima y es cuando logro abrir mis ojos…
¡Y no veo a nadie! ¡A nadie! 
¡Mas que yo estaba en mi habitación!
¿Y entonces…?
La presión me estaba matando (y le enseño en su cuello la mancha roja) ¿viste?
¡Luego no estaba loco!
¿Me ves la mano marcada en mi cogote?
Y que conste: ¡No pude haber sido yo mismo!
¿Estás viendo las huellas…?
De la mano: ¡el doble de la mía!
Entonces ¿fui yo mismo? ¡No!
- ¡Te dio duro! ¿Y entonces…?
- Al principio sentía un cuerpo sólido. ¡Solido!
Duro como una pared. Y mira mis puños
¿Ves los moretones?
- Si.
- Fueron los golpes que le pegue, pero cuando abrí mis ojos… ¡Nada vi! Y se me volvió ¡humo!
- ¿Humo? ¿Cómo humo? No entiendo…
- Como lo estas oyendo. ¡Así mismo fue!
Y  ¡que conste! Me mantenía muy bien dominado. Pero de repente: ¡Se esfumo!
- ¡¿Qué cosa tan extraña, cierto?!
- Pues no me dejaban sentarme, ni mucho menos pararme…Y pienso   -por las marcas que tengo en mis muslos-  ¡que por allí también me estaban sometiendo!  …Pienso que fue otro…
¡…Fue muy angustiante…Desesperante…!
Sentí que ese iba a ser mi final.
- ¡Y claro! ¿Cómo podías pedir ayuda…Si te estaban ahorcando…No?   
…Y a tu juicio…
¿Qué fue lo que te salvo…? – Miguel se quedó pensativo y luego de soplar el humo de su taza caliente, parafraseo lo siguiente…
- Para mí…Fue cuando logre abrir mis ojos y darme perfecta cuenta de que ¡no había nadie!
Porque luego, se me volvió  “aire”  ¡y te juro! Que al principio “era” sólido, y luego se me fue escurriendo entre mis dedos…
¡Como si tomaras la arena de la playa!  
Se te van escapando por entre tus dedos…
¡Se te evapora!   -No sé si me explico- pero es que no tengo otra forma para poder definírtelo.
- Ya te entendí. También he tomado arena y se me escurre. Que efecto tan raro…
- Solido y luego se me fue escurriendo entre los dedos, con la diferencia que en mi cama no cayo ¡nada!
¿Y las únicas pruebas?  
Mi cuello, mis puños, mis piernas…Todo magullado.
¡Y el tremendo susto, que casi me parte la tráquea! – Alonso le detallo muy bien las marcas. ¡No había dudas! ¡Allí estaban!
Algo no le encaja bien…Pero prefirió callar.
Las marcas eran demasiado elocuentes como para… - Alonso prefirió tomarse el cafecito caliente, para quemar sus dudas…







© Bernardo Enrique López Baltodano 2015

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