“Después de mí… ¡Nadie mas!”
Miércoles;

- Que lo lleve Alcides, el esposo de Marisela.
- ¡Está bien, yo me lo llevo! – Aseguró Alcides y acto seguido, todos los acompañantes se fueron con él.
Atrás quedaron, los mismos de siempre.
Y antes de partir, Marisela  le dijo a Miguel:
- ¿Estás muy mareado Migue?
- Con el último  jabs de Susan…Aparte de que me sacó el aire…  ¡Me sacó la rasca, también!
(Y en cualquier momento… ¡Me va a desgraciar!)
- Lo vas a venir malogrando Susan, cuida de seguir golpeando al pobre Migue… - El pobre hombre disimuladamente se sobaba después de recibir esos certeros golpes.
- …No te preocupes…Algún día entenderá…
¡En algún momento; lo hará!
- Mira Migue, es por la parte sur. Cerca del elevado que está… ¿Sabes por dónde es?
- ¡…Así como de claro…Por supuesto, que ya sé!
- ¿Qué no entendiste? – Le preguntó Susan.
Y el agarrándose su gigantesca panza, se apartó prudentemente y exclamó:
- ¡Lo tengo clarito, todo!
- Mira Migue…Mejor me sigues…Ya sabes, por el elevado…Te me pegas y no te vayas a quedar rezagado. ¿Ok?
- ¡Ok!
- ¿Entendiste bien, la dirección? – Le preguntó nuevamente Susan.
- ¡Claro, claro!
- ¿Entonces, nos podemos ir ya? – Preguntó Marisela.
- ¡Vámonos ya! – Les urgió Gersy.
Y partieron raudo y veloz. Parecían  ambulancias.
El trayecto era largo. Y a esa hora de la noche, todavía estaban las largas colas.
Y de repente, comenzó a llover.
A pesar de la lluvia, que era moderada, las colas no disminuían. Al contrario.
Todos comenzaron a bajar la velocidad de sus vehículos, como si todos se hubiesen puesto de acuerdo.
El trayecto, se hizo como más pesado.
Y en el carro de Miguel, todos iban callados.
Susan, no permitió que la sentaran detrás.
Iba a su lado.
Dirigiéndolo, ya que en trechos la lluvia les impedía acelerar.
Marisela  al parecer, sabía muy bien hacia donde iba. Pero Miguel, tan solo sabía hacia donde quedaba ese famoso elevado en la parte sur.

Y en trayecto, se recordó que también había otro elevado…




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