minas, hizo ningún tipo de caso.
“Después de mí…. ¡Nadie mas!”

Y en ese profundo silencio, se escuchaba el llanto silente de la novia. Casi ni se habían dado cuenta, pero Gersy, también lloraba. En su silencio, florecía su dolor.
Su angustia.
Era evidente, que el sufrimiento era parejo para estas dos.
La madre, auxiliaba a su hija.
Pero en su dolor la hija no se percataba del silencioso sopor en que se encontraba su madre.
Y a Gersy, la auxiliaban sus dos amigas.
Miguel, se quedó como el tercer bloque.  Sólo.
Y en ese ínterin, apareció nuevamente el señor de la casa.
- ¿Y tú en dónde carrizo te metiste? – Lo encaró su esposa. El pobre hombre se quedó pasmado ya que nunca esperó ese ataque tan repentino y violento de parte de su propia costilla.
- ¿No me dijiste que trajera a Román? – Contestó con una pregunta inquisitiva.
- ¿Y lo trajiste? ¿En dónde está? – Por su parte, comenzó a mirar hacia todos los lados, como ridiculizando aún más a su costilla.
- Sigue en el baño.
- ¿Y no te hizo caso? – Explotó su ira nuevamente y mirando a su compañero con los ojos llenos de cólera.
- ¡Claro que me hizo caso!
- ¿Se vino?
- ¡No!
- ¿Y entonces?
- ¡Allá sigue!
- ¿Viene o no viene?
- ¡Claro…En algún momento se cansará de seguir echándose agua encima, y saldrá!
- ¡Qué buena broma! ¿Y no te hizo caso?
- ¡Claro!
- ¿Y?
- ¡Me contestaba: Ya voy a salir! ¡Ya voy a salir!
- ¿Y nosotros aquí devanándonos los sesos?
- Me dijo que está muy feliz.
- ¿Feliz, de qué?
- No sé de qué, pero me dijo que está muy feliz
- ¡Pues será el único feliz en esta casa!
- Ciertamente… - Asomó a decir Gersy – La ignorancia en algunos casos es sinónimo de felicidad…Ciertamente.
- Pero en cuanto salga y nos vea aquí a nosotros – Asomó Carmen.
- Será así. Cuando nos enfrentamos a nuestra realidad, es cuando comienzan nuestros problemas y nos comenzamos a amargar. -  Apostilló Susan.
- ¡Hay verdad, verdadera! ¿Cómo me gustaría obtener la sabiduría del Avestruz? – Concluyó Miguel.
- ¿Y hay sabiduría en el Avestruz? – Le preguntó Carmen.
- …Hay su verdad…Para ellos…De que las hay, las hay.
La dueña de la casa, las escuchaba y observaba a Gersy, que al igual que su hija, parecían unas Magdalenas llorando copiosamente y ajenas a cuanto allí acontecía.
- ¿La teoría del Avestruz? – Se preguntó en voz alta expresando su enorme molestia ante esa invasión inesperada a sus dominios.
- …Así es Señora… - Respondió Carmen.
- ¿Y eso es lo que ustedes están estudiando en la “Universidad”?
- No mi señora, esa es una teoría muy nuestra – Le respondió Carmen nuevamente.
- ¿Será que ahora los están graduando “Así, de esa forma”?
- ¡Suegro…Suegro! – Escucharon los gritos de Román  allá a lo lejos, como amortiguados.
- ¿Qué te pasa ahora? – Le gritó molesto desde el porche.
- ¿Y por qué no vas hasta allá, a ver qué quiere? – Le azuzó su esposa.
- ¡Ya voy! ¡Ya voy! – Les gritó a los dos, el ya fastidiado señor.
- ¡Qué fastidio! Y es a mí a quien están jodiendo siempre.
Entró a su casa, lanzando murmuraciones tras murmuraciones.
Todos guardaron silencio, observaron como de muy mala gana, el bondadoso señor se transformaba en un ser irascible por la circunstancia que se le presentaba.
- ¡Suegrito…! ¿Me prestas tu desodorante?
- ¡Qué de cachaza! – Murmuró la señora, cuando allá a lo lejos, escuchó a su yerno, quien cantando le pedía su desodorante, prestado.
Pronto se le escuchó, que también le pedía su perfume, prestado.
Afuera se oía un ronquido como respuesta. Seguramente era el ya fastidiado señor.
- …Por lo visto, en esta casa aprecian mucho a Román – Comentó Susan.
- …Debe sentirse como en su propia casa – Agregó Carmen.
- A decir verdad, lo apreciamos mucho. Siempre ha sido muy detallista. A mi hija, siempre se le aparece con un ramo de  flores…
Al escuchar este comentario Gersy, sin querer comenzó a gemir y a llorar. Cuando la señora se dio cuenta, trato de justificarse, pero ya el daño estaba hecho.
- ¡Discúlpeme señora Gersy! …En verdad, no quise herirle sus sentimientos. Pero es la verdad.
Y por la verdad, murió Cristo.
- …Y por esta verdad, mi amiga Gersy está destrozada…
- ¿Y mi hija? ¿Y yo? ¿Y mi familia, cómo quedamos nosotros?
-- Ustedes deberían agradecernos a nosotros, que hemos venido a desenmascarar esta situación. ¿Se imaginan, si se hubiese  casados? – Le preguntó Carmen.
- ¡Sería un gran escándalo! – Convino la matrona.
-Y seguramente, “Él Gran Señor” se lavará nuevamente sus manos…Como siempre.
- Disculpe señora, ¿Pero usted no se cansa nunca?
- ¿Cansarme de qué? ¿Qué mal estoy haciendo con decir la verdad y nada más que la verdad?

¿Acaso los estoy ofendiendo a ustedes?

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