“Después de mí… ¡Nadie mas!”




- ¡Ay Dios! – Clamó Carmen
Muy pronto se sintió el inconfundible aroma del café. Inundando todo el recinto.
- ¡Ah, qué agradable es el olor del cafecito recién colado! ¿Verdad suegrito?
- …Aja…
- ¡Ya se está colando!  …Paciencia…Paciencia…Ya lo estoy sirviendo…Taza por taza…
Una…Lista…Dos…Lista…Tres…Lista… ¡Mi amor…Mi dulce amor! ¿En dónde te escondes?
Que no vienes a mí…
¿Te estás escondiendo de mí?
¡Ya verás cuando te agarre! ¡Ya lo verás!
Suegrita, si no me vienen a ayudar…Entonces tendré que hacer por lo menos…Dos viajes.
¿Y en dónde está mi adorada y lo más bello de todo este universo?
- …Acá, afuera…Esperándote…Ansiosa….
- ¿Ah, al fin apareciste? ¡Ya voy corriendo con unas cuantas tazas de café en mis manos!
¡Abran  paso, abran paso!
- ¡…Es un loco, es un loco…! – Se lo festejaba su suegra y al recordarse del motivo de esa visita, se puso seria y bajó su cabeza.
Ya la llegada de Román era inminente.
Todos se quedaron tensos.
Adentro  éste continuaba con su canción, parloteando y silbando a todo dar.
“Ya voy raudo y veloz como el rayo
Y a la velocidad del sonido,
En busca de lo más amado por mí”
Miguel sintió que su corazón se le brotaba de su pecho.
Carmen, seguía refunfuñando al ver el tremendo descaro de su amigo.
Susan no cabía  de su pesar…Chequeaba a su amiga.
El Sr. Arenas, agarraba con todas sus fuerzas el bendito candado, sin soltarlo.
La dueña de la casa, aún albergaba  por allá…Bien lejos, que su Romancito se mofara de toda esta gente y ya con hacer eso, era prueba más que concluyente para ella.
Gersy, sentía como se le abría la tierra en dos…Y la dejaba a ella misma en un profundo y muy oscuro abismo.
Mireya  la novia, no lograba descifrar sus sentimientos ya que en el fondo…Para ella, las pruebas eran más que concluyentes…Pero  su sabia madre siempre sabía qué hacer ante cualquier caso. Y si ella, lo aprobaba… ¡Boda segura!
Román por su parte, estaba muy contento preparando el café. No se había puesto aún su pantalón y en su lugar se amarró la toalla grande de su querido y amado suegro.
Aún estaba mojado.
El desodorante de su suegro era de bolita y aún no se le había secado y por esa razón…Andaba sin camisa.
Cargaba unas sandalias de su adorada suegra, por lo que caminaba con mucha dificultad. Y por otro lado, en su cuero cabelludo tenía una toalla de mano…De su suegrita. Ya que aspiraba a que su noviecita le secara su cabello.
Inocente de todo  se apresuraba a salir, ya que sus suegros lo llamaban y llamaban.
(Alguna grata sorpresa me tendrán. Ya la veré. Ya la veré)
Agarró una bandeja grande. Puso unas ocho tazas de café. La azucarera a un lado. Varias cucharitas, que consiguió en la alacena. Colocó varias toallitas de papel. Y arrancó unas flores del ramillete que le había entregado a su novia y las colocó en un vaso con agua y corrió a servirle su café a toda esa gente.
Tarareaba y bailaba, su felicidad era desbordante.
Apareció como un rayo veloz ante todos ellos.
Nunca se imaginó encontrarse con su propia esposa, así de frente y menos en esa condición tan pecaminosa. Un frío de muerte se enseñoreó allí.
Su mundo y el de todos los allí presentes…Se paralizó.
La sonrisa que cargaba de oreja a oreja…Quedó petrificada.
Una sonrisa  opacada, desvirtuada. Distorsionada.
La alegría…Se le desapareció. Ya no existía alegría.
La confianza…Se le heló. Todo se detuvo al instante.
Quedó como una mole de piedra.
La bandeja y todas las tazas, junto con el café, las toallas, las flores y todo cuanto tenía…Se le desplomaron.  Junto a la toalla que lo vestía. Allí quedó totalmente desnudo y con las manos flojas y al garete.
Aparatosamente todo se diluyó. El escándalo fue apoteósico.
Se destrozó al caer y partirse en un sin número de trizas.
Gersy, viró los ojos y se arqueó.  Allí mismo comenzó a convulsionar.
Sus amigos corrieron a auxiliarla. Todo era gritos y confusión.
La desolación y la rapiña…Ondearon su existencia.
La novia en una forma brusca, arrancó a reírse, paraba y arrancaba a llorar, sus ojos viraba de un lado a otro, como si hubiese perdido su control.
El suegro, corrió en auxilio de su hija.
La suegra, comenzó a chillar y a brincar, halándose sus cabellos y ropa.
Gritos de espantos se escucharon. Gestos y palabras y nadie se comunicaba.
El pandemónium. Aquelarre. Todo era confusión, barahúnda.
Román se escabulló aprovechándose de ese barullo. Poco le importó ni su esposa encinta, ni su novia, ni de sus suegros. Huyó de la forma más silenciosa que pudo.
Miguel, corrió y sujetó a su amiga Gersy. Carmen y Susan, la sujetaban.
Ella se asemejaba a un cuerpo gelatinoso. Sin vida. Se les diluía y era casi imposible sujetarla.
Carmen, se ocupó de la cartera y de las pertenencias de su amiga. Susan y Miguel, forcejeaban para sacarla de allí en el acto.
El suegro  trataba de sujetar a su hija, pero al parecer su fuerza se disminuía ante la ferocidad de su hija. Estaba impotente.






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