"Después de mí... ¡Nadie mas!"

- ¡Nadie más va a asumir mis responsabilidades! ¡Nadie más! – Y comenzó a caminar hacia el portón y luego hacia su casa.
- ¡El baño queda adentro de la casa! – Le gritó fuera de sí,  su esposa, pero sin dignarse a mirarlo. Se le veía muy indignada.
- ¿Ah…Dentro de la casa?  ¡Pues claro que sí!
¡Ya lo sé! Pero…Qué quede constancia de mi queja…
- ¿Cuál queja? – Le espetó su esposa. La cual mirando a los demás, como haciéndole esa pregunta a todo el que la mirase.
- ¿Qué, qué o cuál queja? ¿Cual queja será pues? ¡La misma de siempre!
¡Qué todo esto no es por mi culpa! ¡Y que conste por escrito! ¡…He dicho…! – Se veía que su enfado era muy grande y no lo disimulaba. Estaba rojo de la ira. Y diciendo esto  entró  a su casa. Sus pisadas causaban miedo.
Todos estaban súper incomodísimo, no lograban acomodo ante la tirantez de esa situación tan enojosa.
- ¡Ay mami! ¿Qué será de mi vida? ¿Seré el hazmerreir de todos? – Su cara denotaba lo alterada que se sentía. No sabía cómo razonar, ya que en su fuero interno aún se resistía a darle crédito a todas esas fotos.
- ¡Eso jamás! Tú padre, sabrá cobrarse esta afrenta.
- ¿Y de mí…Qué pasará conmigo y mis hijos? – Preguntó alterada la esposa ofendida.
- ¡…Su problema…!
Doña Mireya, la escuchó. Ciertamente, se percató de que también sufría. Gersy, estaba hecha un manojo de nervios y era totalmente visible que su estado anímico estaba de pura alarma y de desazón.
- ¡Ay señora! Somos víctimas de los hombres. Ellos son unos malvados. Siempre nos azotan y nos someten a nosotras, las indefensas mujeres. Siempre nos engañan. Nos engatusan. Nos utilizan y después…Nos desechan. ¡Como corotos viejos y apestosos!
- Mi Román…Nunca me había dado estos problemas…. – Sostuvo débilmente Gersy.
- Mi señora…Nosotras también  fuimos engañadas en nuestra buena fe. – Clamó en su defensa la doña, poniendo cara de tragedia.
- ¡Todos son iguales!
- Yo no sabía que estuviera casado. Es más, él me pretendía desde hace dos años. ¿Verdad mami?
- Así como dice mi niña, así es.
- Él se enamoró de mí. Yo no le puse una pistola,  ni lo obligué.  Ni lo busqué. Jamás estuve detrás de él. ¡Jamás, jamás! ¿Verdad mami?
- ¡Así mismo fue!
- Además él siempre me juro fidelidad.
Siempre me juraba su amor eterno…
Tan detallista conmigo…Pendiente de todo.  ¿Verdad mami?
- ¡Así mismo fue!
- ¡Él me engaño! Se ha burlado de mí.
- ¡Así mismo fue!
- ¿Y ahora quién me responde por mi dignidad?
¿Quién dará la cara por mí honra?
¿Y ahora…Me tengo que quedar solita…Otra vez?
- ¡No te preocupes mi niña! ¡Tú padre te honrará! Para eso tienes a tu padre y a tu hermano. ¡Ya lo verás!
- Yo lo único que quiero que  entiendan  que  Román es un hombre casado. Y si tú le abriste  las piernitas…
- ¡Ah no, eso sí que no! ¿No me vendrá a deshonrar a mi niña, en mi propia casa?
- En todo caso, Gersy es inocente. –Intervino Susan en defensa de su amiga.
- ¡Señora…Aún no ha aparecido! Y en cuanto estén frente a frente, ustedes se decidirán -
La repentina intervención de Carmen, aclaraba muchas dudas. Ciertamente, aunque ya estaban muy convencidas, pero faltaba la prueba de fuego: Román frente a frente con su esposa y con su novia.
¿Qué podría suceder allí?
Miguel estaba muy inquieto. Ya que sin querer, se enfrentaba a una verdadera encrucijada. Y presuponía que Román  nunca le perdonaría, el que le sirviera de testigo nefasto.
Y casi seguro, que se estaba ganando un enemigo gratuito.
Susan y Carmen, estaban más decididas. La doña estaba muy inquieta.
Desde un principio, le gustaba el tal Román para su hija.
…Pero. Ante la contundencia de esas pruebas. Ya como que se estaba rajando y analizaba la posibilidad cierta de un tremendo escándalo en su casa.
(Este escándalo, no me convence mucho. Román  está resultando un zagaletón más. De los tantos que abundan y que destruyen hogares. Pero no en mi  casa. Además… ¿Qué pensarían mis  amistades de todo este problemón?
 ¿Y mi hijita…Cómo quedará después de todo esto?
¿Cómo podremos salir de todo este lio?
¿Cómo me habrá podido engatusar a mí?
 ¿A mí que siempre me he considerado una experta en asunto de los hombres?
¡Qué rayón…qué rayón…Tan feo y hediondo!  
…Y ahora, vendrá ese sinvergüenza y seguramente que lo negara todo… 
¡Todos los hombres solamente sirven…Para…! Para el resto…Yo los botaría a la basura ¿Qué problema, qué problema!)
- ¡Ay mami! ¿Y me quedaré nuevamente solita?
- ¡Eso no sirve para nada!  Además tu papa es quien se tomará la venganza en sus manos…Todos los hombres son iguales. ¡Son unos vagabundos! Siempre nos están haciendo daño y cuando no pueden, nos obligan. ¡Todos los hombres son iguales!
- Señora… ¿Y usted va a hacer que su marido se manche sus manos de sangre?
- Ese es el mundo de los hombres. Todo lo resuelven de esa forma. ¿Qué podemos hacer nosotras?
- Señora…No haga eso… - Terció Susan, la doña la miró de arriba abajo.
- ¿Y desde cuando acá nosotras, mandamos sobre nuestros hombres?
- Señora nosotros hemos venido aquí para aclarar este asunto. – Le informó Carmen.
- Y lo estamos aclarando. Pero recuerden que nosotras las mujeres…No podemos influir en nuestros hombres. Y si mí  marido, decide lavar el honor de su hija. ¿Qué puedo hacer yo?
- …Señora  por favor…
- Nada podré hacer yo. Recuerden que nosotras las mujeres… ¿Qué podemos hacer?
En ese preciso momento, se escuchaban gritos dentro de la casa. Era el señor, quien le gritaba a Román y apurándolo a que saliera del baño de una buena vez.
- …Escucha…Escucha…Tu padre está encolerizado.
- ¿Ay mami y si me lo mata?
- ¿Matarlo? (¡Ojalá lo haga! Una escoria menos, nos hará más libre a nosotras. ¡Ojalá se le ocurra torcerle al pescuezo a esa garrapata!)
- ¿Lo puede matar, verdad  mami?
- Tu padre no mata, ni moscas. ¡Mucho menos a Román!
- Ay mami, ni te creas.

- Tu padre es pura cara. Pura estampa de hombre bravío…Eso es todo. (¿Acaso no lo conozco mejor que nadie? Ese no pelea ni por su esposa. ¡Ese es un holgazán! Un bueno para nada.  Yo sé lo que te digo, yo lo sé).

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