“Celada”



- Ven mi amor, acompáñame a la consulta que tendré con mi doctor. ¡Cónchale ya estoy cansada de esto!  …Si voy a salir…
Adónde sea…Tengo que ir: Íngrima. Todo el mundo siempre me pregunta: ¿Y tú marido?
…Siempre me veo obligada a decirles: “Está trabajando…o…o…Está agotado…”
¡No! El señor está muy ocupado y no tiene tiempo para mí…
¡Nadie me acompaña!
No puede ser que yo esté todo el tiempo sola.
Para todo lo tengo que hacer siempre sola. ¡No lo acepto mas!
¿Vendrás conmigo, plis? - Josefa miraba a su marido José, con esa típica mirada que le hacía cada vez que quería que este hiciera lo que ella misma le pedía.
- ¿Pero qué voy a hacer allí?
- Acompañarme…
…Estar conmigo…
Darme tu respaldo.
…Cuidarme…Hay tantos y tantos “raritos” por allí…
Tú eres mi esposo, y pienso que tu presencia me va a dar mas ímpetu.
Anda no seas malo y no me niegues este mi deseo. – Su marido la miró, sin decirle palabra alguna.
En verdad, él pensó que nada podría perder. Tendría que faltar a su trabajo, y esto era palabra mayor…No acostumbraba a faltar.
Y desde que se había casado, su tarea de ser el proveedor por excelencia de su familia, siempre la había estado cumpliendo y con el nacimiento de sus hijos…
¡Con mas razón aún!
Aunque tenía labores que ejecutar, pero sin embargo podía aplazarlos o sencillamente, no hacerlos.
Analizó muy bien, y a la final le indicó…
- Bueno, esta bien. Estaré presente. – Observó a la masa de personas que al igual que ellos, estaban esperando a que se apersonara el galeno.
- …Llamaré a la empresa… -  diciendo esto tomó su celular y llamó. Explicó en el trance que estaba y a los pocos minutos…Colgó.
- ¿Qué te dieron “permiso”? – Le preguntó irónicamente.
- …Si. – Respondió él, mientras miraba a su alrededor.
- …No hay mucha gente que digamos… - Opinó sobre su medio ambiente, ella paseó su mirada por sobre el grueso de personas allí reunidas.
- Lo que pasa es que hay esa cantidad grande de personas, pero cada uno vendrá a una especialización distinta.
- Menos mal. ¿Por qué te imaginas, si todos vamos al mismo especialista?
- Si mi Rey. ¿Entrarás conmigo?
¡Tú nunca me acompañas! Siempre tengo que hacerlo yo sola, como si no tuviera marido. Últimamente me estoy haciendo la siguiente pregunta:
¿Para qué estoy casada? ¿Para qué…? ¡Siempre sola…Como el viento!
Como si fuese una mujer abandonada por su marido…
No me abandones mas, ¡te lo pido por favor!
- No te estoy abandonando, aquí estoy a tu lado.
- Si, pero nunca quieres entrar conmigo. Y yo sola me he tenido que enfrentar a todos.
- ¿Sola? ¿Y yo, qué?
- Tú eres mi hombre. ¡Tú eres Fuerte y Poderoso!
Tú tienes que defenderme siempre…
- Y lo hago.
- Te quedas afuera. No entras conmigo. ¿Y para qué me casé?
¡No tengo quién me represente!
¿Dónde está mi hombre? ¡Atrás, rezagado!
Y es entonces cuando yo siempre me he preguntado: ¿Para qué tengo a mi macho?
¿Para qué? Dime…
- OK. OK. Ya te dije que voy a entrar.
- ¿No crees que esto me avergüenza?
- ¿Qué?
- Todas mis amigas, me cuentan que siempre las representan sus maridos.
- …Pero qué: ¿Van a un conflicto? ¿Acaso estamos en Guerra…?
- No van solas. – Su señora estaba realmente muy molesta.
- Siempre tienen a “su hombre”  al frente, defendiéndolas siempre.
Como debe ser. ¡Y así debe ser; siempre!
En cambio, en mi caso… ¡No!  Siempre sola.
¡Esto me avergüenza! ¡No puede ser!
¡Tú debes acompañarme siempre a todo!
- ¿Y mi trabajo? ¿Qué debo hacer?
¿Abandonar siempre mi trabajo, por acompañarte a todo?
- Hay tiempo para todo. Además, ¿Qué es mas importante para ti…
Tu trabajo o lo que ¿me pueda “pasar” a mí…?
- Y yo me pregunto –en este momento precisamente- ¿Qué malo te puede suceder…?
…Hay sospecha de que: ¿Te vayan a “secuestrar”?
Si vas a una consulta con tu medico.
¿Qué maldad puede haber encerrado por allí…o por algún otro “nefasto” lado…?
¿Te da miedo atravesar…una calle o hablar por ti misma?
¿…Nunca antes has salido…Sola?
¿Qué maligno puede haber allí?
Es una consulta médica. No vas a un Tribunal de la República.
…Ni tampoco vas a “frente de guerra” o algo parecido…
No vas a un “enfrentamiento” con los Poderes del Estado.
- ¡Para ti, lo único importante es que se trata de tu esposa!
¡Tú tienes que dejar abandonado todo, para estar al lado de tu esposa!
¿Hay algo mas importante acaso?
- Bueno, se supone que yo debo trabajar para poder mantener a mi familia.
Y se supone que debo hacerle frente a todo lo referente a mi familia…
- Nada hay mas importante para ti: ¡Yo soy tú esposita!
Y cuando esté en la calle…Debo estar siempre protegida…
¿Y por quién mas?
- Entiendo. Entiendo que mi trabajo en este caso – muy especifico- no tiene importancia alguna, por lo menos para ti…
…Pero siempre me estás pidiendo dinero… ¡Dame dinero…Dame dinero…!
¿Y en dónde lo podré conseguir…?
¡Tengo que trabajar, producir!
- En tu trabajo, tienen que entender, que eres tú y nadie mas que tú, quien siempre tiene que darme la seguridad necesaria.
- …Pero si solamente vas a una consulta médica. Mas nada.
- ¡Adonde yo vaya, tú tienes que seguirme! ¡Para eso eres mi esposo!
- Que buena broma me he echado yo. Ya te dije que entraré contigo.
Me aburriré como una ostra. Bueno OK, ya te dije que lo voy a hacer. Ya cálmate.
- ¿Qué me calme? – Ella lo miró con mirada que presagiaban cantidades inmensas de lágrimas. Y él comprendiéndola, trató de minimizar los efectos de esa temprana discusión.
Le tomó la mano y la fue jalando a su cuerpo, para luego darle un cálido abrazo.
Y así se mantuvieron por unos espacios de segundos.
A su alrededor, decenas de hombres y mujeres, con papeles en sus manos, buscaban las direcciones exactas del consultorio al cual debían visitar.
La mañana estaba calurosa, a pesar de que soplaba viento.
El aire acondicionado que salía de los despachos refrescaban mas que nada a los que estaban aledaños a sus entradas.
El resto de los espacios, se ventilaban gracias a que los corredores eran amplios y muchos espacios vacíos.
A cada lado de los pasillos, se destacan jardines muy floridos, ¡qué bello, exótico, increíble!
con unas cercas de aproximadamente un metro de altura y los cuales podían servir de asientos ocasionales, en caso de que fuesen innumerables personas.
Pero en este caso especifico, se notaba una gran cantidad de pacientes y familiares que los acompañaban, pero aún así se notaba cierta holgura.
Las enfermeras iban llegando, y esta era una buena señal.
Ya que les indicaba que detrás vendrían los diferentes galenos.
Cada quien se fue ubicando lo mas cerca posible de cada consultorio, en la espera de que en cuanto se acomodaran mejor las asistentes médicas, pues procederían a llamar por orden de llegada.
- Me siento muy satisfecha. – Pensó en voz alta, ella mientras miraba su entorno.
- Qué bueno.
- Ni siquiera te puedes imaginar lo feliz que me siento, al saber que ya no estaré sola con el especialista. – Ambos guardaron silencio.
Estaban en la espera de que apareciese la dichosa enfermera, pero en su caso, aún no daba muestra de aparecerse por allí.
- ¿Usted sabe dónde queda el consultorio de Obstetricia? – Le preguntó una angustiada señora a Josefa, esta comenzó a mirar hacia los distintos consultorios en la espera de poder precisar con exactitud cual era y en dónde se encontraba.
Al chequear a todos lados, finalmente le respondió…
- No señora. Y me disculpa, pero yo también soy nueva aquí. No se en verdad…
¿Por qué no le pregunta a la enfermera que está allá…La ve?
- ¡Ah sí…Gracias!
- Vaya, vaya que con toda seguridad, ella sabrá mejor que nosotros. – Le concedió a manera de despedida José.
La susodicha, miró y hacía allá se dirigió con sus carpetas en una de sus manos y en la otra su cartera.
- ¿Te estás fijando? – Josefa le pregunta a su marido, señalando a la mujer que iba sola.
- ¿Y…Qué se supone que deba fijarme?
- ¿No te da vergüenza? ¡Tú pobre mujercita, va casi siempre como lo va esa pobre señora!
¡Sola siempre! ¡Sola para todo y todos!
Como si no tuviera ni esposo, ni compañero. ¡Siempre sola!
¿Hasta cuando? ¡No lo acepto mas!
- ¿Vas a seguir con “esa melodía”?
- Si porque algún día entenderás que esto no es justo.
- ¿Y qué no es justo? ¿No te dije que voy a entrar?
- Si pero…
- ¿Pero qué? El gato solo tiene cuatro patas.
¿Por qué insiste en seguir buscándole mas patas?
No sigas buscando lo que no se ha perdido…
- ¿Perdido? Y no me vas a negar que tú nunca me quieras acompañar.
¡Nunca me acompañas! ¡Nunca!
- Recuerda que también trabajo.
- ¡Por supuesto que tienes que trabajar!  …Y ni te creas que yo te voy a mantener…
Mas importante debería ser: ¡Yo! Y no hay nada mas importante para ti.
¡Yo y solamente yo, que para eso soy tu esposita!
¿…O es que no me consideras “tu esposita”?
- …Amor con hambre: No dura.
- ¿Si? ¿Y quién te lava siempre tu ropa? ¡Quién está limpiando siempre tú casa?
¿…Y quién es la que siempre está pendiente de ti…?
…De tus pantuflas en cuanto llegas…
- Tú.
- ¿Y quién te hace tú comida?
- Tú.
- ¡…Y siempre estoy pendiente de qué es lo que quieres comer…!
¿Cuándo has comido algo que no sea de tu agrado?
- Eso es cierto.
- ¿No estoy pendiente de tu mas mínimo deseo…? Dime: ¿Quién?
- Tú.
- Siempre estoy pendiente de tu ropita. Te la lavo. Te la cuelgo. Te la pongo.
Dime: ¿En dónde te “atienden” mejor que yo?  -Y no te estés creyendo que te lo estoy “sacando” para que lo veas. Como tampoco te estoy recamando nada-
¡Que quede muy bien entendido…No te estoy “sacando factura” alguna…No. No.
Soy incapaz de eso. – En ese preciso instante un niño comenzó a berrear y a berrear y todos se volvieron para ver si que lo estaban castigando o se había golpeado con algo.
En fin, todos lo ubicaron casi al instante.
Y nada de lo que temían todos los allí reunidos, simplemente estaba peleando porque le habían quitado algo con lo que él estaba jugando.
Pero tal fue el escándalo, que todos acudieron en su auxilio.
Josefa que fue una de las que presurosa acudió, al percatarse del hecho, regresó muy molesta por la chilladera de ese chamaquito.
Regresó se sentó, pero antes contempló a su marido y lo notó muy tranquilo y eso la molesto aún mas, así que continuó con su faena…
- ¿Y quien es la que te limpia todos los días tu casita?
…Y te la limpio muy bien. Comenzando desde el mismo sillón en donde te acuestas a leer…tus cositas. ¿Quién te enciende la tv? ¿Quién…?
- Está bien.
¡Todo lo que hago es para hacerte sentir bien en mi presencia! ¿Y con qué me pagas?
¡Eres un desconsiderado conmigo! ¡Todo para ti…Todo!
- Está bien, y ya te dije que te acompañaré.
- Claro y ahora yo tengo que quedarme calladita… ¿Cierto?
- …No.
- Porque el gran señor al fin, se decidió a acompañarme.
- Si. Si.
- …Y espero que no vengas a estar diciendo que yo te estoy obligando…
Porque nunca lo he hecho. ¡Nunca!  …Ni pienso hacerlo. ¡No te manipulo!
¿Y sabes el por qué…? ¡Porque nunca he sido manipuladora!
¡No señor, a mí…Lo que me quieran dar!
…Y si tú me quieres “dar” algo…Ten la plena seguridad que yo si te la doy.
- OK.
- Porque yo en “Nada” intervengo en “tus decisiones”. Que quedemos claro con esto.
- ¿Con qué?
- Que comiences a decirle a todos: Ella me riñó. “Me tiene controladito”
- ¿Y no es así?
- ¡Por supuesto que no! ¡Nunca! Jamás me he metido en tus cosas.
Y que conste: ¡No tengo dominio alguno!
Y eso lo puedes gritar a todos los vientos: ¡Eres libre en tus creencias, actitudes, aptitudes y en todo lo demás!
Yo solamente soy “tu mujercita” y ¿en qué te puedo “dominar”?
…Me he amoldado a tus decisiones…y a ellas me someto…
¿…No me crees, verdad?
- En nada.
- ¡Exactamente! Y eso es lo que siempre le digo a todos: ¡“Mi maridito es un Macho puro Machote”! 
…Y de esto puedo darle fe…a cualquiera. – Calló en cuanto vio que se acercaba la famosa enfermera.
Le hizo señas de que aguardara en sus palabras y que estuviera atento a todo…
- ¡Esa es la enfermera! (¿La ves?  ...Es la gordita…La que está hablando…
Es una chismosita…Hay que tenerle cuidado.)
- ¿Cuál…Esa la que viene en uniforme blanco?
- Si. (No digo yo…Eres duro para entenderme…) La señora que viene de blanco.
Calla y déjame hablar ahora a mí. ¿OK? (¡Que hombrecito…!)
- Dale. Acá te espero. – La señora se levantó casi en el acto, en cuanto la tenía a menos de un metro, sorprendiéndola con su acto.
- ¡Hola Lola! – Fue su espontáneo saludo y acto seguido le dio un abrazo y le colocó en su mano “un recuerdito”.
- ¡Hola! – Le respondió visiblemente sorprendida por ese recibimiento tan efusivo. - ¡Niña si eres tú…! – Le agregó al identificarla plenamente.
- …Ya sabes…En cuanto llegue el doctor… - José ya no pudo seguir escuchando porque ambas se retiraron caminando.
Y como es lógico, otras personas aprovecharon y se presentaron para asegurarse que las pasen primero que a nadie.
- Vaya. Al parecer es muy conocida… - Se dijo a sí mismo, como una forma de justificarse ante lo que había presenciado. (Es mas metida que una pantaleta de fique…)
Cuando ya la vio que entraba al consultorio detrás de la empleada, contempló que se movía con suma destreza. Inmediatamente se colocaron en fila india todos los que se iban a consultar.
Pudo ver como su esposa, estaba pendiente de él.
Y le hizo señas de que se aguantara. (¿Y qué le estará pasando ahorita? La veo muy entretenida con sus cosas…) Pensó para sí mismo. Alzó sus hombros.
La vio hablándole al oído, y ambas miraban hacia donde él estaba…
- …Qué estará tramando…Qué será… - Un repentino escalofrío le hizo temblar. - …Habrá sido alguna puerta en donde al abrirla, se le escapó el aire frío de los consultorios… - Se dijo a manera de explicación. Pero no estaba cerca de ninguna puerta y la mas cercana estaba distante a varios metros.
- …Muy difícil que me llegue… - Se dijo nuevamente.
Pero al instante siguiente, desechando todo tipo de pensamientos, se dedicó a hacer un rápido paneo de todo los asistentes.
En una rápida operación calculó que allí en esos 4 metros de ancho por aproximadamente unos 6 de largo…cabrían unas…5 docenas en total.
Divididos entre hombres, mujeres, ancianos y hasta de infantes.
Verificó que habría un promedio de unos cinco o seis especialistas.
Observó la cola en donde estaba su esposa y contó un poquito mas de una decena.
Ya estaban pasadas las doce del día. Y ya comenzaba a sentir hambre.
Seguramente que toda esa masa de personas, no habían comido (Al igual que ellos.) y es que ninguno se atrevía a moverse muy lejos por el temor subyacente de que los dejaran de últimos.
Y como si estuvieran en una escuelita, fueron pasando la “lista” de los presentes.
- ¿Y no ha llegado el doctor? – Preguntó una anciana visiblemente molesta por tanta espera.
- ¡Ay no! Me provoca irme a una clínica…Claro “si tuviera”…Pero como no tengo ni para poderme comprar un vasito de agua… ¡Qué ingrata es la vida conmigo! – La anciana les puso una cara de tragedia.
- No. – Le respondió escuetamente la asistente del profesional de medicina, y la miraba tal como mira una garza a su victima…Pero no quiso agregar nada mas.
- ¿Y a qué hora vendrá? – Insistía la señora. Sin percatarse de la reacción a su acción. – Porque nosotras que vivimos solas y no tenemos un marido que nos “representen” – Y al decir esto miró y le picó el ojo a Josefa.
- Pronto. Pronto. – Respondió alguien. Ninguno se percató de quién era…Era una voz femenina.
El decidió posar su atención hacia otra parte y le llamaba su atención ese jardincito interno.
Estaba muy florido. Abundaban esos colores primarios. Aunque pudo apreciar que los diversos colores de las flores, lo tenían “ocupado”.
El personal de limpieza pasaba por medio de toda esa multitud.
La que llevaba una escoba de esas de tipo industrial, se fijo bien y pudo apreciar que llevaba algo parecido a aserrín, la joven ejecutaba su labor por entre todo ese gentío.
Se acercó un poco mas al jardín, como para evitar ser una molestia cuando le tocara el turno de la limpieza, por su asiento.
Comprobó que en esa zona, al estar abierta sin techo, el sol entraba con toda su intensidad y que además corría mejor el viento. Se sintió mejor, en medio de tanta belleza natural.
Buscó un sitio en donde guarecerse, bajo sombra.
Se le notaba ya relajado y en éxtasis.
Se sentó y esperó.
A esa distancia, a unos ocho metros aproximadamente, los contemplaba con total placidez.
Y de repente entró en su ángulo de visión, venía su esposa y la notó “algo” alterada.
(…Peligro…Peligro…) Pensó para sí mismo.
Esperó a qué llegara, y fue cuando se percató que venía acompañada con la enfermera, la cual se quedó rezagada a unos dos metros y pico de ella.
- Dame dinero. – Fue tajante en su petición. Su rostro denotaba fastidio.
José no entendía nada, con relación a la asistente que se quedó como que si no se hubiese enterado de tal petición.
-¿Qué pasó?
- Necesito que me des dinero. Después te explico. – Y sin esperar su respuesta, metió su mano en el pantalón. Y en su rostro seguía demostrando ese enorme fastidio, de tener que recurrir a él y peor aún el tener que explicarle del por qué de su necesidad instantánea.
- Ya va, ya va…
- Apurate. – Miraba a la otra mujer y le hacía señas de fastidio y desidia, mientras forcejeaba con su “estúpido esposito”.
- …Pero… ¿Para qué?
- Necesito pagar una rifa.
- ¿Rifa?
- Si. La acabo de tomar. – Gesticulaba como dandole a entender su tremendo hastío.
- ¿Y cuanto es?
billetes en su poder.
- Con esto pago la rifa…Y con esto el almuerzo.
- ¿Nuestro almuerzo?
- No. El de ella. – Le dijo señalándola.
- ¿El de ella? (¿Y quién es ella?)
- Pobrecita…Se vino sin comida y tiene mucha hambre. – Y sin mirarlo mas, le devolvió el resto, no sin antes mirarlo con mucho reproche y le escupió…
- ¡No seas “agarrado”, mira que Dios castiga a los que esconde su dinero y no ayudan al prójimo!
¡Hay que ayudar sin mirar a quién! Además para eso trabajas tú….
– Y mirando a su amiga, le dijo sin volver a mirarlo…
- ¡Él es muy tacaño! Mira que le dan con una mandarria…
¿Y no suelta nada!
- Eso es malo, señor. Uno tiene que tender la mano al mas necesitado…
Mire le voy a decir algo: “Ayude para que Dios lo ayude”
Recuerde hoy ella me está ayudando…Mañana seré yo la que la logre “resolver”
¡No sea adorador del “Dios Dinero…”
- Pero… ¿Y nuestro almuerzo? – Obvió el comentario de la que tenía hambre y se dirigió a su esposa.
Sin embargo, ella ni le prestó atención alguna…
- ¡Dios siempre me provee! Y por esa razón, a ti siempre te va mal.
¡Ayuda a tu prójimo! ¿Qué te cuesta? – Y mientras se le enfrentaba a su marido, buscaba la ayuda de la “necesitada” quién ni corta ni perezosa, añadía con mucha insistencia…
- ¡Eso es malo, eso es malo! ¡Hay que ayudar a los mas necesitados! – A él se le veía notablemente molesto.
No entendía el por qué su esposa lo sometía a estos escarnios.
(…No es justo…) Se repetía una y otra vez.
Tan solo pensaba en voz alta, preocupado de que el dinero que tenía destinado para almorzar con su esposa…Pues ahora ya no lo tenía, pues quedaba fallo.
- Nuestro almuerzo.
- ¿Nuestro almuerzo? – Se preguntaba ella mientras una mirada cómplice se le notaba con la dichosa empleada.
- Bien sabes que no he cobrado nada. Y lo que tengo lo estoy estirando y estirando.
No puedo ponerme a estar comprando rifas a nadie.
Tampoco darle comida a una persona, que está cobrando su sueldo. ¿Y entonces?
- ¡Ah yo no se! Pero cuando salgamos me tendrás que llevar a un restauran.
- ¿Y con qué?
- Ese es tú problema. Yo tengo que ganarme la buena voluntad de todas ellas.
¿No ves que si no hago, no me atienden?
¿…Es que eres tan…Bruto? Además recuerda que yo soy una: Dama.
- Pero ella trabaja y no le pagaran con “piedritas o arena”.
Le deben pagar su sueldo y si no ha comido…No es mi culpa.
- ¡Por eso es que te va mal siempre! Habiendo tantos y tantos galanes que me ponían el “cielo en mis manos”  ¿…Por qué me vine a casar con un tipo como tú…?
Recuerda, que “al que ayuda…Dios lo ayuda”  Y quizás por esto…Es que te va mal…
- Que me va mal… ¿Y por qué?
- Uno tiene que ser “Solidario” con todos. A mí en lo personal, no me importa, si es pobre o rica, negra o blanca. Yo ayudo sin mirar a quién. ¿Y por qué tú no eres igual a mí, ah?
- Yo ayudo, pero cuando no tengo dinero…Me persiguen.
No es justo que yo me tenga que ajustar a lo que me gano y tú vienes y se lo das a la primera que se aparezca.
- ¡No seas tacaño! – Y le dio la espalda y desapareció.
El rostro del hombre quedó hecho un trapojo.
Desolado.
No lograba atinar con exactitud, cuál sería lo que tenía su mujer en su cabeza.
Como tampoco podía ni entender, ni mucho menos comprender…
¿Qué se traía en manos?
Su propia mujer, su costilla.
La que debía entenderlo mejor que nadie y que al igual que él, tenía que entender que: El sueldo tenía que estirarlo hasta dónde se pudiera.
Porque podrían quedarse sin nada; y ¿después con qué podrían hacerle frente a todas sus deudas? ¿Con qué?
José no le quedó mas remedio que ponerse a contar lo que le dejó.
Sacó su cuenta.
Tenía que pagar el taxis de retorno.
 También tenía que llevarla a almorzar a un restauran. (Ella se negaba a llegar a su residencia para hacer comida. No lo aceptaba.)
Y en su pequeña contabilidad, se percató de que ya no podían ir a comer, al restauran que tanto le gustaba…Debían comer en uno mas barato.


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