“Otro cuento de Juan”


- Y yo estaba agazapadito…Así (Y se colocó arrodillado. Acurrucado y en silencio, haciendo el gesto inequívoco de ¡shhhhh!) – Su público en esta ocasión eran los propios peones de su finca.
Y Juan aprovechando que su hermano mayor había salido al pueblo, y que mas nadie podía interrumpirlo.
Se aprovechó y los llamó a todos, quería hacerles un nuevo relato.
En total eran unos seis jornaleros.
Ya todos lo conocían. Era diametralmente opuesto a su hermano mayor.
Mientras que su hermano los ponía a trabajar arduamente y sin descanso alguno, él los refrescaba con sus “relatos anecdóticos” pero siempre a espaldas de su pariente.
(El cual no aceptaba bajo ningún pretexto que estos no hicieran su debida labor.)
Era muy popular entre todos ellos, y nunca lo divisaron como el “patrón mandón”, al contrario, era para ellos su “trapito de lágrimas”
- Aja don Juan… ¿Y en que estaba usted? – A pesar de su corta edad, lo trataban de “don”, siendo el hermano del dueño…era también su patroncito.
- ¿Yo? Ya se los dije. Estaba descansadito.
Ya estaba agotado, con los sudores que empapaban mis pies. (Parecían canoas.)
Y por esa razón me senté en ese tronco. Puse mi mente en blanco. (Hoy; no puedo…)
¡Me dediqué a relajarme! Ya no quería estar en esos agites. (Ya estaba, hasta la coronilla.)
Y cuando ya estaba entrando en “Alfa”… (…Mas o menos así…)
- ¿En Alfa…Y qué es eso don Juan? – Estaba esperando que se lo preguntaran.
Asumió la posición de “Doctor” y con mucha parsimonia, comenzó como a deletrear su contenido…
- …Se llama “Alfa” al principio de todo. Y este concepto es nuevo a nivel mundial.
Y realmente es poco conocido, me refiero a su concepción y puesta en práctica.
…Pero trataré de exponérselos al “nivel de ustedes”.
Tal como nosotros, en nuestro abecedario; conocemos a la “A” como el principio…
- Pero y en ese “fulano” abecedario… ¿Alfa…?
- ¡En efecto! Y si me dejan desarrollar la idea, quizás se los pueda explicar de una forma… Diáfana.
- ¡Caray jefe! Usted hasta se parece a un “Doctor” de esos de la capital. – A lo que otro de los peones, les agregó…
- ¡Pero ni siquiera lo han dejado que nos eche su cuentecito! ¿Verdad don Juan?
- ¡Es cierto! – Nuevamente asumía el control de todo.
Sus seis oyentes estaban prestos a escuchar de sus labios toda su sabiduría.
Así que los contempló nuevamente.
Y alzando sus pupilas, las cerró casi al inmediato, cuando lo incandescente del Dios Sol, lo obligó a hacerlo.
Aguardó unos instantes para recomponer su dialogo ya interrumpido.
- Bien. Retomando mi relato…
- “Estaba agazapadito. En esta forma (Nuevamente asumió su posición física.
Todos lo contemplaron y asentían en señal de su debida comprensión.
Él se cercioró de que todos estaban en la misma onda y luego continuó…)
¡…Escuché un tremendo alud! –No entendí nada y por eso me coloqué en la posición que ya les indiqué; por medida de “seguridad” – Pero nada vi, ni nada escuché.
-En ese momento me dije: ¿Y ahora qué es lo qué…? – Pero todo a mí alrededor, seguía allí…A mí alrededor…
- Sin cambio alguno. ¿Me entienden?
Las matas, las piedras, todo seguía sin cambio alguno. ¿Ya? ¿Lo captaron?
¡Todo seguía en un silencio que yo lo llamo…”Sepulcral”!
O sea…Que nada se movía. Nada respiraba, ni sentía nada…Aún.
Y yo me dije a mí mismo: “Algo malo debe estar ocurriendo…”
¡Mas nada pude apreciar! Mis cinco sentidos… ¡Estaban ausentes!
- Pero…don Juan… ¿Y cómo es eso? – Le preguntó incrédulo José, uno de sus peones.
- ¿Y cómo es eso de qué José?
- No entiendo, como es ese cuento de que sus cinco sentidos…estaban ausentes…
¿Cómo puedo entender yo eso?
- ¡Es que sos bruto José! ¿No me entendés porque sencillamente no tenés el alma poética como la mía?
Y porque sos sordo, ante los gritos.
Y  ¡estás ciego ante los rayos del sol! ¿Y qué puedo hacer?
¡Es inútil caerle a piedras a una montaña de roca sólida!
Que traducido a un idioma en que me podás entender: ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver!
- …Entonces, mi don… ¡Perdóneme es que soy muy bruto y no logro entender!
- ¡Claro José! – Le recriminó Eustaquio visiblemente molesto, al ver que interrumpían a cada rato al jefecito. - ¡Callate y déjanos escuchar al jefe! – El resto aprobaba la moción de Eustaquio y pronto todos a la vez, guardaron silencio. Dándole un nuevo aliento al narrador.
- …Para que me puedan entender…
Deben agudizar sus sentidos, humanizar sus corazones, afinar sus emociones y concentrarse en mis caminos. Que yo los guiaré a buen puerto.
(Al decir Puerto, no me refiero a ningún atracadero fluvial.
A esos sitios en donde atracan: Barcos, Buques…Navíos navales. Lanchas pues.
¿OK? No me interrumpan mas.)
…Ya hasta se me está perdiendo el orden de mis palabras…
¡Bueno ya me está llegando la luz! – Gritó de repente y entre su auditorio, Eustaquio salió violentamente y corrió hacia el portón de entrada. Los demás se quedaron con la boca abierta.
- Algo lo habrá asustado… - Agregó entre diente José.
Todos se quedaron estupefactos. Juan temió el que su hermano retornara antes de tiempo, y los descubriera allí….Sentados escuchando sus “cuentecitos” y sin hacer nada de trabajo, solo vagueando, como solía afirmarlo.
- ¿Qué te turba Eustaquio? – Se animó a preguntarle José, una vez que se hubo acercado nuevamente al grupo.
- Perdóneme patroncito…Temí que hubiese llegado de improviso el patrón. – Todos asintieron en señal de temor. Un leve rumor se generó entre ellos.
- ¡Montate en la mata y ve a averiguar si lo ves llegando por el camino! ¡Nos avisas para arrancar a correr! – Ordenó José en medio del temor.
Y Eustaquio se comenzó a montar. Todos esperaron expectantes.
Hasta que llegó a lo mas alto.
- ¿Viene el hombre? – Le preguntó otro de los peones.
- ¡No! – Les dijo mientras oteaba hacia el camino.
- ¿Seguro? – Preguntó José, mientras miraba al patroncito, quien al parecer  no le daba ninguna importancia al asunto, pero que no perdía de vista el camino…
- ¿Ya? – Preguntó mas para cerciorarse, puesto que no perdía de vista el retorno de su pariente.
- ¡Ya! – Gritó desde lo alto Eustaquio. – Pero hable alto, para que yo también lo escuche.
- Ok. Ok. Bueno ya subsanado este impasse, continúo en rigor…
Yo me quedé anonadado. Expectante. Asombrado de los  posibles desafueros los cuales era mas que evidente que no podía controlar.
¿Y…Cómo? Si ni siquiera los conocía.
Así que allí me quedé. Como si fuese una estatua. ¡Al pie siempre del cañón!
Una suave brisa corrió al instante, ya que segundos antes, todo estaba en calma.
-Y yo mismo llegué a pensar- Estoy en las vísperas de “hechos inauditos y misteriosos”;
Como efecto pasaron, y de esta forma:
- ¿Y de qué forma? – Le preguntó El que estaba subido en el árbol.
Los demás se molestaron y le gritaron…
- ¡Callate hombre!
- …Es que desde acá arriba, casi no escucho bien…
¿Podría hablar mas alto? Por favor…
- Esta bien hombre. – Le respondió otro de los peones, al traducirle el rostro de Juan.
- Bueno. Hum, hum, debo aclarar mejor mi voz, para entornarla muy bien y el que esté arriba, me escuche a la perfección. ¿Ok.?  - Todos sonrieron de satisfacción.
El echador de cuentos así lo percibió y sonriendo muy a sus adentros, se sintió satisfecho: Me están escuchando – Se dijo entre dientes.
Aclaró ostentosamente su voz y se preparó a continuar con su menester…
- …Estaba todo en penumbras. Nada se podía ver. Tampoco escuchar…
- ¡Pero don Juan…Ese no es relato de hoy! – Le gritó desde las alturas Eustaquio. - ¡Ese será “otro de sus relatos”!
- ¿Ah no es el que estaba contando? – Los miraba sin comprender su error.
- ¡No don Juan! El cuento de hoy, fue en plena luz del día.
- ¿A plena luz del día…Les dije…?
- Si. – Gritó afirmativamente José.
- Si. – Ratificaba Eustaquio.
- Si. – Corearon el resto.
- ¡Cierto! ¡Es cierto! Bueno por una parte me alegra, porque con esto ustedes me están ratificando que le están poniendo mucha atención a mis “historias.”
Porque yo no echo “cuentecitos” tal como afirma mi hermano.
Lo que pasa es que mi hermano, nada sabe de: “Buena Literatura” ni es un “literato” tal como lo soy yo. Que he leído a Chespir. Y a muchos autores, (Que ustedes ya se que no conocen.)
(Humildemente hablando.)
Continuemos con mis HISTORIAS, nunca “cuentecitos” ¿Estamos claros?
- Si patroncito. – Gritaron en coro.
- Aclarado este punto muy esencial. Avanzo en mí narración:
¡De pronto todo se quedó estupefacto!
Nada se movía…Nada mostraba vida alguna…
- Don Juan…Perdóneme, nos quedamos en que: Una brisa movió todo… ¡Se recuerda ahora?
- Ya. Ya.
Entonces una suave brisa refrescó el ambiente. (¿Así si?)
…Pero de repente… ¡Tum! ¡Tum! ¡Tum!
- ¡Uy que miedo! – Gritó Eustaquio desde arriba.
- ¡Cuidado te caes por andar de baboso! – Le gritó José.
El anecdotista continuó sin hacerle caso alguno…
- ¡La tierra misma retumbaba! ¡Tum! ¡Tum! –Temí que fuese un terremoto- Puesto que todo así lo presagiaba. ¡Los cielos se abrieron! Para después: ¡Cerrarse! (Un ambiente…Algo raro…)
Pronto todo se volvió: ¡Oscuridad absoluta! (¡Susto!)
¡Auuuuuuuuuuuu! ¡Auuuuuuuuuuuuuuuuuuu!  Aulló con mucha fuerza algún lobo solitario.
Pronto todo era: ¡Auuuuuuuuuuuu! ¡Auuuuuuuuuuuu! (Asumí que era toda una manada.
Pero no se preocupen…En realidad estaba con un “poquito” de miedo. Nada mas.)
Un silencio de muerte se enseñoreó por todo a mí alrededor… (¿Y yo…? ¡Estaba allí…!)
Yo estaba pendiente del mas mínimo cambio. Mosca. Alerta total. (Parecía un radar.)
Y ya no hallaba en que forma pararme. O mejor me sentaba. O mejor…
¡No, debo asumir una posición de “vigilia total”!
…Y por esa razón me coloqué en la posición que ya a todos les señalé.
Una tenue brisa se hizo sentir.
Seguido de un sonido…El cual no pude descifrar….
¡Uuuuuuuuuuuuu! ¡Uuuuuuuuuuuuu! (Era el sonido de los vientos huracanados.)
¡Grrrrrrrrrrrrrrr! ¡Grrrrrrrrrrrrrrr ! ¡Grrrrrrrrrrrrrrr! (Con seguridad eran muchas fieras…)
¡…De repente se hizo la luz…! ¡Un sol brillante nos calcinaba! (Me vi precisado a buscar un sitio en donde guarecerme, ya que los rayos solares, me estaban quemando mi piel.)
Y al cabo de unos instantes (Los cuales no pude determinar.)
¡Tum! ¡Tum!
(¿Otra vez? ¿Y no se cansan de esto…?)
– Y yo me preguntaba: ¿Qué clase de ser podría hacer temblar la tierra misma?
El cómo lo hacía era un misterio insondable para mi propia imaginación.
Les confieso que llegue a pensar en: ¡Miles y millones de posibles causas!
(¡En cosas Naturales…Como también las no tan “Naturales”!
¿Me entienden, verdad? 
…Por lo que leo en sus rostros…No lo creo.)
Pero lo cierto era que dichos escandalosos ruidos, eran de repente acompasados, para luego después cesar. Y no tenía ningún tipo de parámetros –Digo para poder medirlos.-
A todas estas…El sonar, ya estaba comenzando a hacer estragos en mi humanidad.
…Y temí que fuesen: Tirano saurios o cosas parecidas…
- ¿Tirano…Qué? – Gritó desde las alturas el oyente. Todos sin mirarlo le gritaron…
- ¡Shhhhhhhhhhhh! ¡Shhhhhhhhhhhh! – Para luego volver la atención del narrador y decirle…  
- ¡Continúe patroncito! No le haga caso.
- Tirano saurios –Para los que no sepan aún – Fueron bestias que existieron hace millones de años…
- ¿Millones de años? ¡Viejitos los condenados…! – Afirmó desde arriba.
- ¡Shhhhhhhhhhhh! ¡Shhhhhhhhhhhh!
- ¡Ciertamente eran bestias anti diluvianas…!
- ¿Y qué es eso de anti…Qué?
- ¡No importa! ¡No importa!
- ¿Pero usted las conoció patroncito…? – Le preguntó Eustaquio, el cual por estar pendiente de la narración, ya no se fijaba en el camino…
- ¡Tienes que estar pendiente del camino Eustaquio!! – Le gritó José.
Instintivamente se llevó ambas manos a la frente y revisó el trayecto.
Casi a los diez segundos, les hizo señas de que todo estaba ok.
Y que no había cambio alguno y que podía continuar…Elevando un poco mas el volumen ya que le costaba mucho escucharle…
- Bueno, como les decía esos animalitos llegaron a medir mas de…Cincuenta metros de altura…Y unos cien metros de largo…
- ¡Qué bárbaros! – Gesticuló José asombrado.
Y todos se replegaron para tratar de llevar a las medidas anunciadas y poder obtener una idea mas clara de la magnitud de semejantes monstruos.
- ¿Cuántos metros de alto jefecito…? – Le preguntó uno de los peones.
- ¿Yo les dije que…Sesenta?
- No dijo: Cincuenta.
- Pero creo que me estoy quedando corto… ¿Cuánto medirá esa mata de mango?
- …Yo pienso que unos…treinta…
- ¡No que va! – Le corrigió José. – Yo pienso que quizás…unos…treinta y dos y medio…
- ¡Y yo les afirmo que tiene el tamaño de un tirano de esos! – Afirmó Eustaquio.
- …Pero es que, pensándolo mejor. Creo y afirmo que mas bien, esos “tirano saurios” podían medir mas bien unos ciento y picos de metros nada mas de alto.
…Y de largo…Unos doscientos o quizás…Trescientos (Posiblemente; Mas.)…Por la cola.
- ¿Por la cola? – Preguntó asombrado uno de sus peones, sus ojos estaban horrorizados.
- ¿Y qué apariencia tenían? – Se atrevió a indagar José.
- ¡Unos eran parecidos a los: Dragones!
- ¿Dragones? ¿Y ya existían en ese entonces?
- ¡No hombre! Dije que eran “parecidos”, pero no. No eran los Dragones que ustedes conocen.
¡De esos que echaban: Fuego por su trompa!
¡Estos eran mucho mas feroces y sanguinarios! (El solo imaginarlo; ¡Me causa estupor!)
Aunque los había que después que hicieran sus marramuncias (Sus cosas, pues.)…Corrían.
Otros volaban. (Así  mas o menos de esta forma…. ¡Fuaz!)
Y otros tantos se sumergían dentro de la tierra. (¡Chucuplum!)
Y a cada paso que daban: ¡Temblaba la tierra! (¿Me están viendo…?)
- Entonces en esa época: ¡Se estremecía todo el tiempo! – Aseguró el que estaba montado en el árbol y los demás, corearon…
- ¡Hummmm!
- Y asi fue.- Les aseguró convencido. Al ver que su jefecito se lo aprobó, aplaudieron emocionados.
- El caso es que esas bestias dominaban toda la tierra. Y durante su dominio nadie se les interpuso en su camino. –Pero esto es material para otra de mis “Historias”, por lo pronto sigo con este relato…
Estando solo y sin compañía alguna, sigo escuchando…el: ¡Tum! ¡Tum!
(Que ya hasta se me estaba haciendo algo rutinario…)
Yo comencé a chequear… ¿Al norte? Nada.
¿Al sur? Tampoco. (Pendiente: Ojo avizor.)
¿Al este? c…No logro divisar nada, y me quedaba el oeste…Con mucho temor…Pongo atención hacía esa dirección: ¡No!
¡Por ninguno de los lados! (Algo en mí, me hizo mirar hacia abajo…)
Y como me encontraba muy próximo a la tierra…La toco. ¡Fría! (¡Uyyyyy!)
Coloqué mi oído, como para poder escuchar mejor… ¡Que va! (Así de esta forma…)
¿Entonces me atacarán por arriba?  (Entonces miré hacia arriba.)
Pero…Si es por arriba… (Pensé…)
¿Por qué retumba la tierra? (No lograba entender las cosas.)
¿Por qué esos “temblores”?
¿Por qué, por qué…? ¡Muchas incógnitas! Solo misterio me rodeaba.
¡Estaba comenzando a perder mi poca paciencia! (¿A ustedes no les pasaría igual?)
No es al norte, no es al sur, ni al este, como ni al oeste…Tampoco abajo… (¿Y entonces?)
Y a todas estas: ¡Tremenda cacofonía se desató! (Miren eso es: ¡Para correr como un loco!)
¡Todos los que aullaban…Aullaban! (Aquello parecía una: ¡Locura total!)
¡Los que gemían…Gemían! (¡Y como lo hacían! ¡Jeteando y jeteando todo el tiempo!)
¡Los vientos se volvieron huracanados! (Eso fue: ¡Horrible, para locos nada mas!)
¡Me tuve que afianzar mucho mas fuertemente a la tierra! (Y pateaba la tierras, así…)
¡Temí en muchos momentos que me jalaran hacia sitios incógnitos y misteriosos para mí!
(Y esto no lo podía dejar permitir. No señor.)
Logré conseguir una planta que apenas me llegaba a las rodillas… ¡Me aferré a ella!
- ¿Jefecito…Por lo que usted mas quiera…Qué era? – Gimió el que estaba arriba.
Los que estaban abajo, lo miraban y volvían a ver a su narrador, y ninguno se atrevió ni a agregar, como tampoco a quitar nada. Volvían sus rostros, hacia don Juan y hacia Eustaquio.
- ¿Que qué era?
- Si qué era por Dios, ¡ya no aguanto tanta incertidumbre!
- …Ya van a ver. –
Todos se volvieron a sentar y en posición de no perderse ni siquiera un milímetro, ni un micro segundo de esta trepidante “historia”
- ¿Ya les conté que no veía ni del norte?
- Si.
- ¿Y del sur?
- También.
- ¿Y del este?
- Si, ¡como del oeste, y ni de arriba! – Gritó el que estaba encaramado en la mata.
- Bueno. Ya me estoy cerciorando de que no están perdiéndose de nada.
Entonces… ¿Les conté lo de la matica?
- Si, que le llegaba a la rodilla y que se aferró a ella. ¿Y después? – Le aclaró José.
- ¿Después…? Después vino lo peor, o mejor dicho: Salí del famoso “misterio.”
- ¿Si? – Preguntó José, comiéndose ya las uñas y con ganas de ir a orinar, pero no quería perderse de ningún detalle de este relato.
- ¿Y cual fue? – Eustaquio por andar pendiente del relato, abandonó la acción de estar pendiente de que no apareciera el patrón.
- ¡No abandones la vigilancia! – Le gritó otro de los peones.
- ¡Estoy mosca! – Les afirmó, pero sin quitarle su atención a todo lo que se narraba allí.
- ¡Déle que esto está muy bueno! – Le afirmó a su patroncito.
Y este le sonrió de pura satisfacción.
Se volvió a aclarar nuevamente su garganta y arrancó con toda la pompa que pudo darse…
- ¡Todas las bestias desfilaban ante mí! ¡Vi con mucho estupor: Gigantescos Leones!
(No les niego, que en un principio les quise huir…Ustedes saben.
Leones Gigantescos ante mí. ¡Con esos grandes colmillos: Llenos de sangre!
Y yo solito, sin siquiera un cuchillo, para defenderme.)
¡Elefantes de mas de…Quince o veinte metros de altura! Sus largos colmillos…Así de Grandes…Torcidos…También: ¡Llenos de sangre!
(En un principio…Creí que eran ellos los que producían semejante terror… ¡Al andar!)
Y eran mucho mas de cientos y cientos de ellos.
¡Pasaban a mí alrededor! (Yo ¡los vi! Se los aseguro.)
- ¿Y nos tuvo miedo jefecito?
- ¿Miedo YO? ¿Están locos todos ustedes?  (No conozco el miedo.)
…Y no les niego, que en algún instante, sospeché que alguno de ellos, me pisara…Algún talón.
(Eso puede ser muy delicado, aparte de doloroso y me refiero a mis callos.)
En efecto, pasaron a…Escasos centímetros míos. (Me rozaron.)
Mi cuerpo sintió los efectos, del vacío que imprimían esos voluminosos cuerpos al pasar a mi lado. (Sentí su magnetismo. Su enorme fuerza.)
Pero lo soporte, con mucho estoicismo. (Es que soy muy valiente.)
Y no me quedó mas remedio, que el ver desfilar ante mí: Jirafas cuyos cuellos eran tan altos, que nunca les pude distinguir sus cabezas. Sus cuerpos eran enormes. ¡Bestiales!
 ¡Rinocerontes! Gigantes. Monstruos peludos y cabezones. (En verdad, tenían mirada de “pocos amigos” Son muy serios. E intimidantes. O sea que producían: ¡Terror!)
Pasaron ante mí.
Hienas. (Feos animales, sucios y hediondos también.)
Chacales. (Se confundían. Se permeaban. ¿No entienden? Es… ¡Que son brutos!)
Tigres de todos los tamaños y colores. (¡Qué hermosos son esos ejemplares! ¿Ustedes no han visto uno…Así tan cerca? Pues a mí me pasaron por: ¡Milímetros! ¡De verdad!)
Ninguno me prestó importancia alguna.
(Yo estaba siempre al “golpe y cuida” ¡Pendiente siempre!)
 ¡Todos huían despavoridos! (Era una: ¡Estampida! Qué… ¿Tampoco saben de esto?)
- ¿Y por qué huían?
- ¡…Ese era una incógnita, hasta ese momento!
- ¿Y qué mas pasó…?
- Cálmate Eustaquio. Tu tarea es de “vigilar” que no aparezca el patrón y nos consiga a todos aquí…Sin oficio alguno. – Le recordó algo molesto José.
- Yo no he abandonado puesto alguno. ¡Aquí estoy y aquí sigo!
- No estés mirando para acá… ¡Es en el camino en donde debes prestar atención! – Eustaquio se dignó mirar por un instante, volviendo su rostro para anunciarles…
- ¡Nada del hombre! – Esperó algunos instantes, revisando visualmente de que todo estuviese en su posición y siempre pendiente de la llegada de su hermano, el cual vendría…
En cualquier momento. Ya hubo pasado el tiempo prudencial. Una vez que se cercioró de que no había cambio alguno, se mojó la lengua y arrancó nuevamente…
- Y una vez que ya hubieron pasados todos los animales de la selva… ¡Tum! ¡Tum!
Afiné mi vista y fue entonces…Cuando lo pude divisar… (¡Horror! ¡Estupor!)
¡Allá a lo lejos…Venía…Su altura superaba unos ciento…y…casi los doscientos metros de altura…Es mas: Su sombra, oscureció mi firmamento…Era…Era…
- Y de repente comenzó a gritar Eustaquio presa de nerviosismo y bajándose de la mata a toda velocidad.
- ¡Ahí viene!  ¡Ya llegó, de improviso! ¡El hombre se apareció de repente…No me da tiempo ni de bajarme! ¡Corran que ya no hay tiempo!
- ¿Quéééééé? – Gritaron todos de repente y acto seguido todos corrieron, tal como corren las cucarachas al verse descubiertas. Pronto todo quedó desierto.
Ya nadie se veía por doquier.
Juan abandonó su posición de “doctor” y corrió a buscar un oficio rápidamente.
Y en cuestión de…Segundos.
Ya nadie estaba allí, oyendo “los cuentos de Juan.”



Maracaibo; 01 de febrero de 2.014.

Belbaltodano.-

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