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“Reflexiones navideñas”

     Cuando aún vivía mi viejo, trabajaba en una Granja Avícola y vivía en: Bejuma
(Bella población dotada de un clima de montañas, con sus gentes muy bellas y amables.
Este poblado queda ubicada en los bellos y fértiles valles del estado Carabobo.)
     Mi familia lo visitaba los fines de semana y en esa época mi tío: Dimas vivía y radicaba en un poblado cercano llamado: Aguirre.
     Era muy grato verlos juntos.
Mi padre con la guitarra, mi tío Dimas con un Acordeón grande y muy melodioso.
     Mi abuelita con la segunda guitarra y en su boca, una flauta de las que llaman dulce.
     Ninguno de ellos tuvo nunca voz musical como para cantar todas las melodías que interpretaban. Así que eran todas: Musicales.
     Mi tía Isabel, era la única de ellos que nunca tuvo ni oído musical…Ni el privilegio de cantar. Tampoco tocaba ningún instrumento. Tan solo era como todos nosotros: su público.
     Bueno a decir verdad…Yo tampoco tuve ninguno de esos dones musicales.
     Pero sin duda, era para nosotros los hijos y sobrinos, un espectáculo muy bello y gratificante.
Eran fiestas muy privadas. No bebían ningún tipo de bebidas alcohólicas. Solo refrescos.
     Ellos en su “labores” musicales y nosotros tan solo éramos su: Público.
     En esa época yo no estaba pendiente de ver a mis viejos en su faena muy musical. Y al igual que yo, mis hermanos y primos estábamos en otras funciones.
     Jugar y echarnos bromas entre nosotros. Recuerdo que de cualquier cosa nosotros aprovechábamos para divertirnos.
     ¡Qué de momentos tan sublimes y muy emotivos!
     ¿Y qué nos importaban a nosotros, sus críos lo que estaba pasando?
     Mi tío en aquella fecha, tenía su granja de conejos de raza gigante. Yo lo veía siempre pendiente de los alimentos, de ir a cortar el “monte” que tanto le gustaba a esos nobles animalitos.
     Era una delicia, y siempre procuraba entrar al galpón en donde los tenía. Era una cantidad inmensa de jaulas. Y en verdad eran grandes. Bellos. De colores muy atrayentes.
     Hoy en día, ya ni mi padre, ni mi madre, ni tío Dimas, ni su esposa existen, como tampoco mi tío-padrino Morise el esposo de mí tía Isabel. Tan solo sobrevive mi tía, ella radica en Valencia la bella y muy fresca capital del estado Carabobo, acá en Venezuela.
     Pero en mí radican todavía esas tan agradables tertulias familiares. Momentos aquellos en que para nada, nos importaban ni los problemas económicos, ni la escasez de: Pollo, Leche, Crema Dental ni nada de tantas y tantas cosas que hoy en día, no tenemos a nuestra disposición tal como las teníamos antes.
     Tampoco nos interesaba quién era el Presidente, ni quiénes eran los gobernadores…
     ¡Nada de eso!
     Nadie nos precisaba si éramos de un partido o del otro. O si éramos Democráticos o Socialistas.
     “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde” en mí suena muy seguido esta vieja conseja. Ciertamente, hoy en día ¡cuánto me gustaría! Poder tener a mi madre o a mi padre, aunque sea: Cerca de mí.
     Y poder contar con sus muy sabios consejos.
     O solamente el poder verlos. Aunque reconozco que ya estarían muy viejitos…Pero el solamente tenerlos…Aunque sean viejitos. ¡Pero tenerlos! Qué cosas tiene esta vida… ¿Verdad? Cuando los tuve en vida, nunca los aprecié tal como ahora en su eterna ausencia.
     El poder acercarme y tan solo pedirles: La bendición.
     Pero ya ellos no están. No existen. Ahora los llevo en mi corazón. En mis pensamientos. En mis recuerdos. En mi corazón.
     Máxime en estas fechas, en las cuales nos reuníamos para preparar esos platos navideños como los: Nacatamales (Plato muy típico de Nicaragua). Y recuerdo que mi madre nos asignaba a cada uno de sus hijos, uno de sus tantos ingredientes. Y a mí me tocaba era conseguir las hojas de Plátanos. Recuerdo que me era muy difícil el encontrarlas, ya que eran las de Bijao las que se conseguían a la vuelta de la esquina o en los mercados. Pero las hojas de Plátanos, no.
     ¡Qué de recuerdos!
     Y especialmente el de la Noche Buena, o sea la del 24 de Diciembre, entonces era el misterio. Mis hermanos y yo, estábamos siempre en la cacería de saber: ¿Cuál de los regalos era el mío? En ese entonces, nos turnábamos para espiar a nuestros viejos, quiénes con mucho celo, se escondían en su cuarto para envolver todos los regalos.
     Y después era esperar a las doce. Ni un minuto antes. Todos estábamos ansiosos por saber cuál era el regalo que nos traería el famoso San Nicolás.
     ¡Qué de épocas aquellas! Ese misticismo. Ese recogimiento. Esa dedicación.
     Hoy son tan solo recuerdos para mí y los hermanos que aún quedamos viviendo en este planeta.
     ¿Qué sería de nosotros sin nuestras evocaciones?
     Las tradiciones siempre han sido muy buenas para todos nosotros. Nuestra cronología. Descendencia.
Nuestros padres, de dónde vinieron, quiénes son nuestros familiares. Esa vivencia tan necesaria para todos nosotros.
     Sin lugar a dudas forman parte de nuestro acervo familiar. Muy nuestro.
     Hoy en día, son nuestros hijos los que están asumiendo ese rol. Comprando sus regalos para que sus hijos, no se enteren. Escondiéndose tal como una vez lo hicimos nosotros, para envolver los regalos.
     Ahora son ellos, los que mantienen esta bella tradición. Veo a mis hijos en su afán. Preocupados. Ansiosos. Tratando siempre de revivir esa tradición que nosotros sus padres, se la hemos inculcado.
Y a nosotros, nuestros padres.
Y así sucesivamente. 
     Yo gozo el verlos. Por cuenta ellos ya se olvidaron que en una época (Ya pasada) fuimos nosotros los que estuvimos en esas faenas.
Pero el ritmo de la vida, continúa.
Anteayer, eran mis padres, ayer era yo y hoy, son mis hijos y seguramente que para mañana, serán mis nietos.
Y así seguirán. Generación tras generación.
     La vida continúa, hoy ya no existen los que reinaban anteayer, mañana nosotros ya no estaremos. Otros seguirán viviendo. Seguramente nos recordarán tal como yo lo hago con mis abuelos y mis padres. Generación tras generación…Así es la vida.
     Y hoy en la Noche Buena, mis viejos renacerán de sus cenizas. Y seguro estoy que mis hermanas harán lo mismo.
     Contemplaremos a nuestros vástagos y sus descendientes, con todo el orgullo, con todo el amor que un ser puede sentir por sus descendientes.
     En mí renacerán mi padre y mi madre, y aunque ya no bebo tal como lo hacía antes, brindaré por cada momento de amor, de paz, de ternura que ellos me brindaron por cantidades industriales. Recordaré cada momento en que acudía a mi viejo, en búsqueda del conocimiento y del apoyo que siempre él me prodigó.
     Y a mi madre, quién siempre fue mi apoyo, mis muletas. Ella que siempre me cobijó con todo su amor y su ternura. Siempre confió en mí. Nunca dudó de mis capacidades y siempre me aupaba para que no cejara en mis intentos.
     Brindo por ellos. Por mis tíos, por mis abuelos, por mi hermano que ya no está con nosotros, ni por Arnaldo, mi cuñado quién hace poco se fue. Incluyo a muchos de mis amigos, conocidos o todos aquellos que de una forma u otra, algo tuvieron que ver conmigo o con alguno de mis familiares. Brindo también por aquellos que aunque nunca los conocí y que por alguna razón se fueron a descansar allá en los Reinos de Nuestros Díos, por todos ellos…
     ¡Paz a sus Restos! Y que ojala estén en el famoso: Edén.
     ¡Que en Paz Descansen Todos los Fieles Difuntos!
     Y a nosotros que por razones que aún desconocemos; persistimos en este mundo lleno de contradicciones.
     ¡Salud a todos! ¡Díos nos bendiga a todos por igual!
     Y que la Paz de Nuestro Díos Todopoderoso nos cobije, proteja y nos llene siempre de todas ¡Sus Bendiciones!
     Por mí parte: ¡Díos me los Bendiga por Siempre! Y ojala persistamos en las cosas buenas y en la comprensión mundial. Y que nuestros gobernantes cesen en sus ambiciones personales y nos hagan la vida mas fácil a todos nosotros. Paz. Dicha. Felicidad.
     ¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!
     ¡Hasta Siempre!
     Maracaibo; 24 de Diciembre de 2.013.

     Belbaltodano.-

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