"B a r u c a"

(----Continuación-----)
- ¡Ah caramba se me había olvidado! – Así que esperó hasta que llegó la empleada, la cual regresó con lo pedido por su jefe.
Tranquilamente consumieron, él su agua y el dependiente su cafecito. Al terminar, se pusieron de acuerdo en verse.
Rommel se fue con esa sensación de inquietud. La verdad, es que era la primera vez que éste señor le hacía una propuesta como ésta. 
Pero en fin, ya llevaba varios años manteniendo una línea de negociaciones y siempre fueron fructíferas para ambas partes. Y el conocer al famoso hermano mayor de esta familia, bueno de repente sería una oportunidad más para incrementar las ganancias.
El vendedor volvió a lo rutinario de su diario existir. 
Y así transcurrió el tiempo y nos volvemos a encontrar el ya famoso miércoles. Antes de las siete de la mañana, Omar telefoneó a Rommel…
- ¡Epa mi amigo! ¿No te estoy importunando, verdad? ¿Ya estabas despierto?
- ¿Quién es…? ¡Ah sí, si ya estoy por prender mi carro! ¿Para qué soy bueno a esta hora?
- ¿No te recuerdas de la encomienda de mí hermano? ¿Siempre te vas de viaje?
- Sí. Sí.
- Bueno te estoy llamando para ponernos de acuerdo.  ¿Nos vemos en las afuera de la ciudad? Rumbo a la
salida. Y así no pierdes tiempo en tu viaje… ¿Te parece bien?
- Ok. Ok. Te avisaré en cuanto vaya saliendo.
- ¿Más o menos en cuanto tiempo?
- En unos quince minutos, salgo de mi casa.
- Ok Rommel, nos veremos en el km. 5, en la bomba, allí te estaré  y tomaremos un cafecito de despedida. 
¡No te olvides!
- Ok hermano. Aprovecharé para echar gasolina y nos veremos en minutos.
Al terminar sus últimos preparativos, se montó en su carro, lo encendió y salió hacia el sitio del encuentro. Tardó unos minutos, ya a esa hora los viajeros que salían estaban en su faena.
Encontró una pequeña cola de carros, todos esperando lo mismo que él. Así que se armó de paciencia y aguardó su sitio. A la final, buscó estacionar bien su carro, cerca del cafetín.
En efecto, al llegar allí encontró a su cliente, el cual lo recibió con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Todo bien?
- ¡Sí baisano, todo bien! ¿Listo para emprender este viaje?
- ¡Oh sí! Y estoy saliendo a buena hora.
- ¿Un cafecito, te pedí un sándwich con todo, está bien?
- ¿Pa’ qué más? – Y sonriéndole se sentó a su lado.  Chequeó su entorno y no encontró a más nadie conocido. Antes de sentarse, visualizó una caja de cartón al lado de Omar. No dijo nada.
- Ya llamé a mi hermano, el se llama: Hassan. 
Pero puedes llamarlo: Jacinto. ¿No se te olvida? 
Y te voy a dar su número de celular. Para que estén siempre en contacto.
- ¿Ya él sabe que me voy hoy?
- En cuánto te vi entrar a la bomba, lo llamé.
- ¿Ah me viste?
- ¡En cuánto ví la trompa de tu carro, lo llamé! Él te va a estar esperando, toma aquí en esta hoja te anoté su número. No lo llames hasta que no hayas llegado a tú ciudad.
- Ok.
- Ya te están trayendo tu desayuno. Come tranquilo. – En efecto, la mesonera traía su orden.
- ¡Qué eficiencia tienen hoy!
- ¿Eficiencia? ¡Yo te lo ordené en cuánto te vi aparecer y es ahora que te lo están trayendo!
- ¡Ah entonces, eres tú el eficiente!
- Come, come. – Rommel se aprestó a tomar su  opíparo desayuno. Omar aprovechó y pidió otro cafecito más para su consumo. - ¿Tienes hambre?
- Bueno, la verdad es que es mi costumbre desayunar ya en carretera, pero bueno ya tengo los pies bajo la mesa. 
¡Así que me estoy adelantando!  
…Y además no es inteligente de mí parte, negar tu muy solicito desayuno. ¿No te parece?
- Muy inteligente de tu parte. – En ese momento, llegaba la mesonera con su café. Esperó a que lo atendiera. 
Y en cuánto ésta se hubo retirado, continuó con su disertación…
- Mira, ten mucho cuidado con esta encomienda.
- ¿Cuidado, de qué?
- Bueno, uno nunca sabe. Recuerda que tú vas a atravesar por lo menos dos alcabalas de guardias y además es posible que te pongan una de esas que son móviles. Lo único que te salva es que tú eres un viajero frecuente. ¿Cierto?
- Ni te creas. ¡Esos tipos son de malas pulgas! Aunque yo tengo todos mis papeles en regla. Mi Licencia, mi Carta Médica al día, tengo todos los documentos de mí vehículo ok. No creo tener problemas. Ya mandé a revisar de mecánica, de electricidad, de frenos, los cuatro cauchos son nuevos. Acabo de poner full mi tanque de gasolina. 
¿Qué más, qué más? No todo está ok. Este viaje y todos los que me esperan, deben salir: ¡Perfeito, perfeito!
- ¡Así sea, baisano! ¡Así sean todos! 
¿Te puedo seguir usando para estas encomiendas?
- ¡Compañero, mientras yo pueda, claro que sí! 
¡Estoy a tus órdenes!
- ¿Y cuando piensas regresarte?
- En unas dos semanas. Tengo que ir a laborar por esos lados. Un ratico aquí y otro por allá. Tú sabes, en función de producción siempre.
- Bueno, esperaré a que termines tu desayuno para darte la encomienda en tus propias manos.
- Ok, ya me falta poco.
- Sí y lo estoy diciendo para que sigas aprovechando el buen tiempo que llevas. Recuerda que apenas estás empezando en tu recorrido. – Una vez que finalizó, Omar pagó y salieron.
Afuera, se dirigieron al carro de Rommel. Una vez allí, Omar le puso en sus manos, la caja. En cuánto la agarró se percató de que iba cargadita. Pesaba unos cuantos kilos.
- ¿Está pesadita?
- ¿Y qué lleva…Rocas?
- ¡Ja,jajajajaja!  Algo parecido. Si quieres lo llevas en la cabina, allí no debe llamar mucho la atención. Procura que no te la revisen.
- Ok. Bueno mi brother, ya estoy partiendo.
- ¡Bueno, buen viaje y pronto regreso! Y ya sabes, si tienes algún percance, no dudes en llamarme en el acto. ¿Ok? Por favor, que nadie más toque esta caja, es que mi hermano está muy celoso con su contenido. Y si pasa algo, me llamas en el acto. ¿Ok?
- No te preocupes. Te llamaré si algo pasa. Cuenta con eso. – El paisano se quedó esperando hasta que éste salió del estacionamiento y en cuanto estaba por incorporarse a la autopista, Rommel lo vio por el retrovisor, que llevaba su celular a su oído y hablaba señalándolo a él. 
En cuanto entró a la vía concurrida, ya dejó de prestarle su atención. Se persignó, tal como es su costumbre, rezó en voz baja y pidiendo protección para este nuevo viaje. 
Al terminar, encendió su equipo y comenzó a escuchar música. Ya estaba pendiente de todos los avatares de su recorrido.
Una mañana soleada y muy llena de suave brisa matutina. El sol en lo alto, irradiando sus constantes rayos luminosos y calurosos, y la brisa suavizando sus efectos. 
Durante todo su recorrido, fue excelente. 
A un lado montañoso, se notaba a lo lejos esos picos tan atrayentes que invitan a la elevación. El paisaje más bien agreste. Y por el otro lado, el suave arrullo de esos ventarrones preñados del aroma a sal en su estado natural. Esa fragancia marina, acompañada de esa mezcla inequívoca de que por allá por esa misma dirección a unos cuantos metros o kilómetros se yergue la majestuosidad acuosa de colores verdoso y azulejos.
Y en la medida en que avanzaba, fue comprobando que esa fragancia de agradable frescura marina  otrora lejana, se estaba acercando. Le llamó la atención, porque en esa medida, se estaba
produciendo una reducción en su andar; y ellos debido a que los vehículos comenzaban a reducir su velocidad y a acercarse mucho más unos de otros. Hasta hacía unos cuantos minutos más, estaban distanciados a más de unos centenares de metros, pero ya se estaban recogiendo más, hecho ineludible: O una alcabala  móvil o un repentino accidente en esa vía, tan transitada por animales como,  los burros los cuales han ocasionado colisiones de gran envergadura.
El caso es que fue disminuyendo, hasta llegar a unos escasos metros parachoques con parachoques.  
A lo lejos pudo ver a unos cuantos hombres que ágilmente se movilizaban entre los conductores y en la medida en que se fue acercando, comprobó que eran los vendedores ambulantes que siempre están al acecho de ocasiones que como ésta, les permitía poder ganarse unos centavos adicionales, teniendo a unos compradores que obligados por  circunstancias tenían que permanecer allí cautivos.
Pronto casi se detuvo, ya avanzando a velocidad más baja o similar a la del caminante. No eran más de veinte ambulantes y cada uno portaba en sus manos, el producto de sus ofertas.
- ¿Hay choque compañero? – Le preguntó a uno de ellos, luego de bajar el vidrio de su puerta.
- No. – Le contestó éste, más interesado en venderle que en responder a su pregunta. - ¡Es una oferta! 5 mangos por el precio de dos. ¡Aproveche esta ganga!
En vista de que ésta persona no le iba a aclarar éste enigma, siguió avanzando. Pronto el mostrador de esos mangos de colores apetecibles, desdeñosamente se dirigió a otro.
- ¡Aproveche esta oferta: 3 kilos de uva por el precio de

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