- Todos me insisten en que corra. ¡Qué le queda muy poquito tiempo! ¿Y qué puedo hacer…? Mi propio espíritu me llama a la calma… ¿Será por eso que no me siento angustiado? -  Juan le hablaba a su mejor amigo…El invisible. En verdad nadie lo ha podido ver, incluso Juan, aunque esto no lo tiene para nada preocupado. Sopló una suave brisa.
Miró hacia un lado y luego al otro. El tiempo transcurría sin ningún apuro. Contempló a la gente, unos caminaban plácidamente. Otros estaban en sus compras. El flujo de carros era el normal. La tarde transcurría de lo más natural.
- …Pero he estado notando, que hay mucha preocupación. ¿Por qué no te acercas?  …De repente, hay emergencia, pero no te lo quieren decir… - Juan lo escucho hizo ningún movimiento alusivo. Insistía en ver a una pareja, el hombre cargaba además de todas las bolsas cargaba además una pequeña nenita, muy bella por cierto. Y le llamó la atención de que era el pobre quién carreteaba con todo, mientras la fémina…estaba de lo más tranquila. Como si todo lo que le rodeara le fuera ajena. Hasta le llevó unos minutos percatarse de que ella era la compañera y que con toda seguridad, eran una feliz familia.
La niña estaba muy incómoda, se notaba  que estaba muy molesta.  Pero la dama más se parecía a un bello maniquí…ajena a todo. Y en eso estaba Juan, cuando de repente sintió que lo habían tocado, mas bien empujado, molesto volvió para ver quién lo atacaba de esa forma tan inusual.
- ¿No me estás oyendo?    
- ¿Ah, eres tú el que me está agrediendo?
- ¿Te estoy hablando y me estás ignorando?
- …Es que estaba mirando… - Quiso justificarse, pero por respuesta sintió otro empujón aún mas fuerte que el anterior.
- ¿Eres gafo o es que te haces? – Le increpó en forma violenta.
- …Perdón pues…
- ¡Te estoy diciendo qué vayas! ¡Y qué puede ser que sea importante!
- ¿Importante? ¿Tú crees eso…?
- ¿Y cómo lo puedes saber…? ¡La única forma es que vayamos allá!
- …Pero no me han sido preciso…
- ¡A lo mejor no quieren exagerar…Pero muévete ya! ¡Ya basta de tanta flojera! – La novia de Juan según le comentaba su cuñado, había recaído, pero en verdad éste fue muy parco. Al parecer, le decía que no era nada urgente. Que no revestía gravedad alguna. Y por esa razón, Juan no creyó prudente movilizarse de forma urgente, pero su voz invisible lo estaba apremiando.
- ¿Ajá…Ya me están diciendo que no hay nada grave…y entonces qué quieres que haga yo? – Le dijo en forma pedante y grosera. Por respuesta sintió otro empujón mucho mas fuerte que prácticamente le hizo perder su equilibrio. Casi estuvo a punto de caer…se tuvo que aferrar a una silla que estaba cercana.
- ¡Van a creer que estoy borracho! – Gritó muy molesto. No se percataba de que estaba en un sitio público, de inmediato todos volvieron sus rostros y su atención al escuchar tremendo golpe.
- …Perdónenme…Es que estaba mal apoyado y me resbalé… - La disculpa sonó fea. Y al parecer, muchos no se lo creyeron.
- ¡Es este zapato…qué se me resbaló! – Estaba avergonzado. Así que decidió salir, buscó la caja y pagó todos sus consumos.
- ¿Y qué le pasó señor…?  …Perdóneme que se lo pregunte, pero es que el ruido fue muy fuerte… - era la cajera quién al presentarle sus consumos le interrogó ya que estaba muy asombrada. Y él como para no darle ninguna importancia, se reía y reía tratando de minimizar todo cuanto le había ocurrido. Y estando en esos menesteres volvió a sentir otro de los empujones y claramente escuchó…
- ¿Ahora te vas a quedar hablando con esa mujer? – Y muy molesto se volvió hacia adónde había escuchado ese sonido y le increpó en forma airada…
- ¡Con…chale! ¡Déjame en paz! – La cajera presenció todo, pero en esta ocasión se dedicó enteramente a recibir el pago y rápidamente abrió la caja y comenzó a contarle para darle el vuelto.
Ahora si que estaba consciente de que además de la cajera…todos los que estaban a menos de unos tres metros…lo presenciaron todos. Pero en esta ocasión, todos se hicieron los que nada habían escuchado. Pronto se percató de que le daban la espalda y se alejaban de él en una forma por demás escandalizados de todo por lo que se vieron precisados a presenciar.
- ¿Viste? Nuevamente me estás haciendo quedar en pena delante de toda la gente. – Le dijo, pero ya todos se alejaban en forma apresurados.
- ¡Su cambio señor! – Le informó la cajera, cerrando en forma violenta su caja. En su rostro se le veía su angustia.
Recogió su vuelto y salió de forma rápida. Una vez fuera, y ya percatándose de que más nadie lo vería, continuó muy molesto…
- ¡Siempre tú…Haciéndome quedar en pena delante de todos!
- ¡Apúrate…! ¿No ves que tenemos que volar?
- ¿Volar y por qué?
- ¡Por tu novia! ¿Ya te olvidaste?
- …Pero no oíste que el propio cuñado me dijo…
- ¡Apúrate, que te lo estoy diciendo yo! ¡Corre pendejo! – Al escuchar con que premura lo estaba obligando a irse, fue cuando comenzó a sentirse angustiado, así que balbuceando le comentó…
- ¿…Entonces…está grave ella? – La voz no le respondió.
- ¿…Y por qué no me lo dijiste antes?
- ¡Corre, busca un taxi…corre! – Literalmente se apresuró. Se paró en medio de la calle, hasta que logró que uno se detuviera, se montó. Le dio la dirección de la casa. De repente escuchó la voz nuevamente…
- ¡No seas bruto, a la casa de ella no!
- ¿Y adónde pues?
- …Pero me dijeron que allí la tenían… ¿Y entonces?
- ¡Llama y pregunta! – Violentamente agarró su celular y llamó otra vez.
- ¿Adónde la tienen, cuñado? – El chofer estaba asustado. Ya que claramente había escuchado la discusión…pero no vio al otro. Aunque lo escuchó. Comenzó a sudar, a pesar del frio del aire acondicionado de su carro.  
A los pocos segundos, cerró su auricular, se le notaba ya amarillo. Muy asustado. El invisible le preguntó, adelantándose al ya angustiado chofer.
- ¿Qué te dijo…?
- …Me dijo que no está nada bien…Me dijo que no me pudo decir más nada, porque la tenía enfrente, que ella no quería que me angustiaran…pero que para nada está bien.
- ¿Viste? ¡Por eso es que te estaba apurando…cabeza de cebolla!
El chofer, lo interrogaba con la mirada.
- …Perdóneme que los interrumpa… ¿Pero adónde lo llevo ahora? – Juan quedó apesadumbrado y no reaccionó ante la requisitoria del taxista. Un nuevo empujón y un nuevo grito lo volvió a la normalidad…
- ¿No escuchaste al chofer?
- ¿Qué, qué…?
- ¡El chofer te está preguntando! ¿Hacia dónde vamos a ir ahora?
- …Perdóneme señor taxista… ¡Es que esta noticia fue demasiado desagradable…!
- A él lo que le importa es: ¿Adónde vamos ahora?
- Si, si. Llévenos hacia el Hospital Central… ¡Por favor…de prisa!
El profesional del volante cambió el rumbo y a toda velocidad hacía allá se dirigió. En pocos minutos, recibió una llamada…era de su cuñado…
- ¿Te falta mucho para llegar?
- …No…No ya vamos llegando… - Le respondió y volviéndose súbitamente hacia el taxista, le urgió nuevamente.
- ¡Ya faltan pocas cuadras! – Le respondió éste.
- ¿Está grave, verdad? – Más que una pregunta fue una afirmación, aunque éste la asumió como tal.
- …Está muy grave…Me dijo que tenía que estar ya… ¡Ay Dios Mío…Ayúdame! – Y sin percatarse…Ya estaba llegando a la puerta y sin pensárselo mucho se bajó apresuradamente…
- ¡Paga! ¡Primero págale al señor!
- ¡Ayyy Dios…Perdóneme señor…Los nervios me están matando! – Prácticamente se metió la mano al bolsillo de su pantalón y  sacó un billete y se lo lanzó y fue tanta la premura, que no se quedó para recibir el cambio. El chofer, escuchó la voz fuerte y clara, que no era la de Juan que le dijo…
- ¡Muchas gracias…Quédese con el cambio! – El pobre hombre…Sintió como un fuerte oleaje le recorrió por toda su espina dorsal. Y de repente un frio de muerte lo inundó. Se persignó más de diez veces. Hasta lágrimas le brotaron de sus ojos… ¡Arrancó a toda velocidad! …Y no observó por el espejo…cerró sus parpados…aceleró y desapareció de esa escena a toda velocidad.
- ¡Corre! – Juan escuchaba como esa precisión lo aguijoneaba de una forma tan bestial. Y literalmente avanzaba  a grandes zancadas. En un abrir y cerrar…se apersonó a la habitación.
Cuando llegó escuchó gritos desgarradores. Mujeres y hombres gritaban desconsoladamente.
- ¿Qué pasó? – Le preguntó a su acompañante, temeroso de la nefasta noticia y éste le respondió…
- ¡Avanza! – En la medida que llegaba, todos le abrían el camino…lo miraban con lástima, con pena…
- ¿Qué pasó? – Volvió con su misma pregunta y escuchó claramente…
- ¡Avanza…No les hagas caso…Sigue! – Pero el cuadro era dantesco. Pronto pudo ser testigo de que su suegra, su suegro, sus cuñados…todos estaban llorando desconsoladamente sobre el cuerpo inerte de su amada.
Y en cuanto estuvo a pocos metros…Su amor, se irguió y viéndolo corrió hacía él.
¡Se fundieron en un tórrido abrazo!
- ¡Amorcito lindo! – Ese fue su saludo, su bella melena se alborotó en la medida en que corría hacia él. La contempló radiante. ¡Bella! ¡Lozana! Y estaba mucho mas bella, preciosa, hermosa.
¡Nunca antes la había contemplado así de esta forma! En su abrazo sintió el suave aroma de muchas flores. ¡Estaban muy felices, los dos!
- ¿Por qué te tardaste tanto?
- …Es que estaba de compras…mira te traje estos chocolates. Sé que te gustan. Los compre solamente para ti.
- ¡Gracias amor! Mas tarde nos lo comeremos los dos juntitos. – Le dio un hermoso beso.
Por más que no quiso escucharlos, Juan lo percibió así, y le dijo al objeto de su amor…
- ¿…Y por qué te lloran? – Por respuesta ella se le pegó mas a su cuerpo. Pero Juan no podía desligarse de ese sufrimiento, quiso decirles: ¿Pero por qué están sufriendo? ¿Acaso no nos ven a los dos? ¡Ella está mejor que nunca! Pero su amigo, dirigiéndose a él en forma perentoria le agregó…
- No te van a escuchar.
- ¿Es que no nos ven que estamos felices…los dos?
- …Ellos solamente ven…lo que sus sentidos le aseguran…
- Pero: ¡Aquí estamos! – Y dirigiéndose a los familiares, les dijo: ¿Por qué sufren? – Por respuesta siguieron gimiendo en forma mas alarmante.
Juan se volvió hacia su amor y mirando hacia el sitio en dónde creía que podía estar su voz amiga…
- Pero… ¿Qué podemos hacer?
- …Mejor es que se vayan…Nunca lo podrán entender… - Le aconsejó su voz invisible, su amada lo miraba plácidamente y apoyando al consejero, le espetó…
- Hagamos como lo está pidiendo tú amigo.
- ¿Nos vamos entonces?
- Es lo mejor. Después vuelven y le informan. Este momento es muy duro para ellos. Ustedes vayan y vivan su tórrido amor.
- ¡Nos lo merecemos! ¿Verdad mi amor? – El la trajo hacia su cuerpo y comenzaron a desplazarse.
- ¡Te amo amor de mi vida! – Le dijo tiernamente. Ella se acurrucó aún más. Y se apartaron. Se les veían muy felices. Nada más los angustiaba.
Y uno a otro, se juraron amor eterno. Una y otra vez.

Poco a poco, se fueron extinguiendo los sollozos. Ahora quedaban solamente los dos, solitos. Ya nadie los veía. Sólo ellos sabían en dónde se encontraban…y jamás lo dirían… 


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