"Monterías"

El frio nos atenazaba, a cada paso que daban nuestros caballos.
Parecía que el frio se acentuaba más y más.
Siendo de noche cerrada.
Y andando en la persecución de ese bravío.
No sabíamos en verdad, cuántos eran.
Recuerden que puede ser un macho solitario, como pueden ser las hembras.
En fin. Subimos, muy lentamente. “Mirando hacia todos lados.”
- Mirando qué… ¿No dijiste que todo estaña oscuro? – Lo quise ridiculizar en su relato.
- ¡Claro que no veíamos nada! Pero aparte de ir a oscuras.
¿Vas a tener tus ojos cerrados?
¿Estás loco?
¿Por qué interrumpes con tus estúpidos comentarios?
¡Además entiendo que en tu insignificante y oscura ignorancia ni sepas de lo peligroso que es todo eso! ¿O lo sabes?
- ¡No lo sé! Tú eres el experto en esta materia. -  Sostuve enojado.
- Aún cuando la noche sea cerrada. Tú no debes cerrar tus ojos.
¿No lo entiendes?
El caso, es que andábamos moscas. ¡Pendientes de cualquier ruido!
- ¿Y entonces? -  Consultó Solís.
- Entonces… – Nos dijo mirándonos profundamente. Se tomó su tiempo y en forma muy rimbombante, continuó…
- “Dago como nuestro guía iba adelante le seguía yo, detrás de mi Abraham y por último Nemesio…”
-¿Pero…Por qué Dago adelante? -  Preguntó Solís.
-Dijo ser el que es expertos en estos lares. – Respondió. - ¡Es lógico!
-¡Pero si tú dices que conoces bien esa montaña!
¿Cómo permitiste que fuera Dago?
-Nos informó, que era un avezado allí. Qué vivía arriba, en un conuco.
Y que conocía muy bien todos los recovecos de esa selva.

Por esa razón: ¡Fue el elegido! 

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