Me gustaría contarles esta inquietud que se me asoma con este mi ejercicio literario; con relación a este manuscrito,  un editor me comentó: Tengo treinta años dictando clases de literatura más cuatro años en el oficio de ayudar a los autores y me cuenta, que no recuerda haber leído algo con el estilo mío. 
No me supo enmarcar. 
Por mí parte, debo confesar esto:
En mis inspiraciones no priva nunca ni la opinión de alguna editorial o la de algún crítico. 
Trato al máximo de ser lo más fiel que me sea posible...conmigo mismo. 
Busco en todo momento la perfección. 
Aunque consciente estoy de que soy totalmente imperfecto...pero busco siempre ando empecinado con esta opción.
Me ajusto en todo momento en la posición de mis lectores, es lo justo. 
No quiero cuadrarme en que soy un escritor del género: Negro o Verde o Marrón o ¿Qué sé yo?
Tan solo escribo con el placer de que brote de mí...lo que con palabras me cuesta expresar...pero con mis letras salen así de fluidas...
Porque si no lo escribiera...viviría con tormentas y hasta mi sueño  perdería.
Me encanta escribir. Vivo en paz con mis personajes y las situaciones emergen como torrente de agua viva.
Así que vuelvo a exponer ante ustedes una parte más de...

"Monterías"

Cada uno iba en su caballo, nos distanciamos si acaso…Medio metro. En ocasiones, nos tropezábamos. Teniendo visibilidad nula.
Tampoco podíamos hablarnos.
La naturaleza entró en todo su fervor. Yo escuchaba mucha cacofonía; Como también creí oír en el silencio, algo así como el acecho. En vigilia.
Son difusos e incomprensibles y digo, que para nosotros que estamos acostumbrados a los ruidos propios de la ciudad.
Los sonidos en la selva son diversos y atemorizantes.
Te desespera, el escuchar.
¿Pero se imaginan algo más grave?
¡No podíamos ver absolutamente nada!
Sin siquiera poder distinguir nada. ¡Videntes, invidentes!
Y el que no sabe, es como éste”  
Me señaló pomposamente, yo tuve que disimular mi enojo.
Cuando realmente estaba orinándome mi pobre pantalón.
Detuvo su relato, ya que al igual que él. Todos estaban a carcajadas, batiendo sus panzas a todo vapor.
No me quedó más remedio, que mofarme de cada uno de ellos, parodiando sus horribles posturas y ridículas – Para mí – frenesí en su alegre burladero de mí “Muy ilustre persona”.
Pasó un largo rato. Ya cuando sus convulsiones y el arquear de sus cuerpos, producto de sus excesos, cesó.
Hubo un receso de silencio y al finalizar, continuó su relato.
- Bueno. Mejor sigo con mi cuentecito.
- ¿Ah es puro cuento? -  Lo ametrallé en venganza.
- No, no. Quise decir con lo que aconteció.
Esto ocurrió de verdad. ¡De verdad! ¡De verdad!
- ¡Ajá! -  Continúa afirmó Saulo, ya inquieto por tanta interrupción.
Sabedor de nuestro acervado interés por seguir escuchándolo, aspiró con la majestuosidad del maestro dictando su cátedra.

- “No veíamos nada.” 

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