Lo prometido es hoy cumplido; les anexo una parte más de:"Cachirulo"  
Y les estoy agradecido por la atención prestada.
¡A ustedes muy agradecidos a todos!



Y no era que se hubiese ya muerto, si no que es como si ya lo fuera. Actualmente la pobre ya no puede vivir bien si no está drogada. Está toda temblorosa y son pocos los momentos de lucidez que mantiene.
Ya estaba comenzando a sentirse inquieto. Y esto  por supuesto, que no le agradaba para nada.
Tendría que hacer unos pequeños ajustes en su banda.
Ya su experiencia, le determinaba que para los efectos de su propio negocio. Tendría que ser más estricto con sus hombres.
Y su hermanito, no podía seguir siendo la excepción. La sangre. Siempre la sangre.
En su grupo, contaba con elementos sumamente rudos.
Y para poderlos dominar…Debía ser mucho más cruel y sanguinario, que cualquiera.
Ya lo experimentó en muchas ocasiones. Incluso, para poderse erigir como el jefe absoluto…
Tuvo que sacarle las vísceras al jefe anterior. Su compañero y amigo desde la infancia. “El tuerto”.
Y desde pequeño, siempre le obedecía…hasta que le llegó su turno.
Y  ni loco, dejaría pasar una oportunidad como esa. El Tuerto, murió desangrado.
Podría seguir siendo su amigo pero los negocios, son los negocios. Y el Tuerto, siempre abusaba de su tamaño y de su poder. Hasta, que Diosito se lo puso en bandeja de plata.
Esa lucha fue muy cruenta. Recordó como su amigo de la infancia, le esgrimía su puñal el cual brillaba en todo su esplendor.
¿Era él o su amigo?
Cachirulo  eligió muy bien. Ya que desde que le había hundido su navaja hasta lo más profundo de su humanidad…Se erigió como el Jefe absoluto.
Y nunca jamás, ha permitido ningún tipo de alboroto,  ni de malos entendidos.
- “¡Sin rencor Tuerto…Sin rencor!” – Le dijo a su oído.
- “…No te odio, Cachirulo…” – Le respondió mientras caía. Y como para corroborarse, que no se levantaría más…Le cercenaba más y más.
- …Sin rencor Tuertico…Solo que entre tú y yo…Ya tomé mi decisión…
De un lado a otro. Con verdadera saña y con la seguridad de que si lograba levantarse…
Se volvería en su contra.
- “¡No te dejes dominar por esos maricones! No te achipales nunca. ¡El poder es para ejercerlo!
¡Qué  no te tiemble tu mano…Mata al que se te ponga por delante! ¡Mátalos a todos!”
El Tuerto siempre fue muy sabio, sobre todo por ese consejo tan majestuoso: “¡Qué no te tiemble tu mano!”
Sin duda alguna, “El Tuerto” se reivindicó cuando le aconsejó en su calidad de caído a su matador o sea a él mismo.
En su mundo, no cabe la duda. No cabe el titubeo. Dudar...Es perder.
¡Hay que hacerlo…Y punto! La acción debe ser sin ningún tipo de vacilación. ¡A lo macho!
Y claramente se los participó a todos:
¡Los quiero a todos, detrás de mí! Y al que me desobedezca…  ¡Lo quemo, aquí mismo!
Pero, al parecer…La droga los hizo sublevar.
Mal indicio. Muy malo. Y esto contradecía en todo, lo bien que le estaba yendo.
¡No podía ser posible!
¡Alguna maldición le echaron! ¿Pero quién era capaz de enfrentársele?
Ardía en deseo por saberlo.
Ya se estaba comenzando a encolerizarse.
Y eso, no era bueno.
Tenía que serenarse.
Pronto debían aparecer: El Cachiporras, El Temblao, Er Kike, El Gordo, El Atorao y El Avión.
Sus hombres designados para este trabajito. Y hasta hace un rato pensaba que los tenía hasta aceitaditos y listos para la acción. Pero esta tardanza…
Caminaba de un lado a otro, repitiéndose hasta el cansancio y siempre hablándose a sí mismo.
“Si a la cuenta de tres. No aparecen. Comenzaré por echarles una maldición, que los dejará congelados por el terror.
Se los voy a advertir nuevamente:
“¡No se expongan a una de mis maldiciones!
¡Qué si se salvan de ella…De mí, nunca se salvarán!
¡Porque los perseguiré hasta el mismo infierno! 
…Y si están ya muertos… ¡Yo mismo los volveré a matar, con mis propias manos!
¡Los exterminaré sin compasión alguna!  …Recuerden, que yo si le hago caso a mis amigos.  ¿Recuerdan al Tuerto? ¡Él mismo me dijo: Mátalos!
…Y ya, como que voy por… ¡Uno! (Miraba insistentemente; pero seguían sin aparecer)
El Tuerto, me lo dijo claro: ¡Sin compasión alguna hay que eliminar a las escorias!
…Y ustedes, me conocen…Nací sin corazón en el pecho…
¡Soy más perverso que el mismo diablo! Y yo no le tengo miedo al diablo…
…Será mejor que me serene…No es conveniente, que me enfurezca y tenga que matar hasta a mí propio hermano.
¿Pero de otra parte…Será licito…Aceptar que él me ridiculice, ante mis propios hombres?
¡Eso jamás!
…Ya me he echado al pico, a unos cuantos. ¿Qué significa una raya más para éste tigre?
Además…Todo me está yendo requeté bien. Debo, serenarme.”
Temblaba encolerizado sin poder tolerar esa falta de respeto a su orden.
Cachirulo, se volvió hacia el canino. Debía cerciorarse, que aún seguía bien dormidito.
Lo examinó. Lo detalló, revisó bien el amarre.
Le pareció que el líquido ya se había extinguido. Buscó su bolso.
Así que introdujo, su mano nuevamente. Palpó la botellita, y la sacó.
Vació una cantidad considerable, sobre el trapito.
Observó. Pegó su oído…Sí, todavía respira.
Como tenía su sexto sentido, súper desarrollado, percibió que algo o alguien lo estaba observando.
Y de una manera precisa, levantó nuevamente su navaja.
Amenazó hacia su izquierda, su derecha. Se puso en cuclillas. Sus ojos giraban velozmente.
Agudizó y extendió sus sentidos.
Aguardó. Nada.
La oscuridad, seguía dominando.
“Mientras haya oscuridad…Sigo mandando:” Se decía una y otra vez.
Pero ya le incomodaba esa mirada.
Se sentía como si tuviese la propia daga del Tuerto, amenazando su corazón.
Y esto, lo descontrolaba.
Presentía que su enemigo, seguramente aprovecharía un pequeño descuido de su parte…
Y ¡Zas! Se le abalanzaría sin ningún remordimiento.
Y esta sensación…Lo hacía sentirse…
Chiquitito. Muy chico. Infinitivamente, desquiciante.
No, podía permitir esto. Nunca. Jamás.
Su corazón, se le aceleró. Parecía un caballo desbocado.
Su piel se le erizó. Le molestaba; le producía mucha inestabilidad.
El terror  lo invadió. Su visión se le nublaba. Ríos impetuosos y de repente; se aquietaban.
Sin poder evitarlo, comenzó a temblar. No podía  controlarse.
Llegó un momento, en que se puso rígido. Hasta le dolían sus articulaciones.
Solamente le obedecían sus ojos. Sus parpados permanecían abiertos de par en par.
Sus pupilas  parpadeaban a velocidad fulminante.
Quiso emitir una pregunta: ¿Quién está allí?
…Pero no salió sonido alguno de sus cuerdas.
…Se estaba comenzando a sentir perdido… ¡Horror!
¿Pero qué podría hacer? ¡No puede ser! ¡Inaudito e insólito!
He logrado vencer en todo…
¿Quién me está venciendo?
¡Ha de ser…Un demonio! ¡Sí, seguramente era un maligno!
¡Por supuesto…Tenía que ser un Mefistófeles!
¿Pero tendría más poder que él? ¡No, no puede ser!
…Yo soy un Dios en mi elemento…
¿Pero…Quién podrá ser más grande que yo?
Trató de guardar silencio. De repente, visualizó un par de ojos.
¿Un par de ojos? ¿Acaso esa criatura endemoniada y perversa…Tendría dos ojos?

…Y están inyectados… Y no tienen muy buena su mirada…Son de malas pulgas.

......Y si ustedes lo desean mañana mismo les colocaré una parte más de este relato... ¡Saludos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario