En esta ocasión les presento las dos primeras hojas de mi novela: "Cachirulo" la cual espero que algún día salga a publicación.
Es la historia de un joven nacido en un hogar totalmente disfuncional, vejado y martirizado desde su infancia. Transcurriendo su posterior adolescencia, nacido en el pecado se contaminó durante toda su existencia...




“Cachirulo”
Belbaltodano
Nov. / 25 / 2.012
Una suave y melodiosa brisa nocturnal. En lo alto, rigiendo los destinos, se yergue en toda su plenitud ese astro bello y misterioso. Luna lunera, sus rayos anochecían, pero la suavidad  de esa ventisca propiciando el relajamiento y el descanso.
Los arabescos de ese astro, se reflejan en toda su intensidad. Cielo estrellado y muy bien definido. Apreciándose en toda su plenitud esas constelaciones siderales.
Estrellas que dan la impresión de ese parpadeo titilante. Dándole vida y movimiento a todo ese concierto nocturnal, hermoso ese contraste.
Se podía casi ver todo el paisaje, en esa sensación de negritud. Todo se podía detallar, tal como si fuese un negativo, pero aún así refleja la otra cara de su fisonomía.
El mundo oscuro, está en pleno apogeo. Visualizándose tanto sus aves características, como a los animales que merodean en busca cada uno de su propia susbsistencia.  
Por lo lejos se contempla una figura humana. No se desplaza en la forma acostumbrada.
Lo hace con mucho disimulo. Con movimientos nerviosos, se va desplazando.
De repente, un manto oscuro. Todo se ensombreció, lo siniestro y oscuro se adueñó de este mundo. La persistencia del airecillo, refrescaba y despejaba lo misterioso y lúgubre.
La misteriosa sombra  se desplaza muy sigilosamente y aprovechándose de la esa ayuda, se siente más holgado y seguro.
No se detalla muy bien, ya que lo oculta  esa mancha repentina.
En instantes, se mimetizaba y de repente y de una forma veloz y diestra, desaparecía.
La oscuridad repentina, vino en su auxilio.
Sus movimientos  se asemejan al de los felinos. Siempre cauto y desconfiado.
Más bien, parecía un zorro. Cada movimiento, era estudiado con suma meticulosidad.  
Y además conociendo muy bien su entorno.
Allí estaba, quietecito. Cual Mantis religiosa.
Asemejándose ser un objeto sin movimiento, para así pasar desapercibido por el efecto ese del  mimetismo. Tal como lo hacen los camaleones.
No se atrevía a moverse y hasta su respiración era como estudiada y acompasada.
Deseaba emular a las estatuas vivientes que practican eso llamado “Mimo” y todo ese esfuerzo era simplemente para  pasar desapercibido a todos.
Analiza a fondo todo su contorno, sin despreciar nada. En ese momento es preciso todo.
Observaba muy bien sus inmediaciones.
Nada se le escapa, y aunque sea leve, lo escruta con minuciosidad.
Pero aún así, no le despega su reconocimiento  y  hasta que no estuviese al cien por ciento de seguridad  de que no le representaba peligro alguno.
“¡Qué bien! Todo está tranquilo  por todos los lados”
Piensa  mientras con su mirada recorre todo a su alrededor.
Era casi imperceptible, solamente oscilan  sus pupilas las cuales giran en consonancia con su entorno.
Con su visión de pescado controla todo en un ángulo superior a los doscientos grados a su periferia.  Su consumo energético era casi nulo.
Su cabeza, seguía en actitud de “Alerta Máxima”.
Así se mantuvo por unos cuantos minutos. Observa con detenimiento a lontananza.
Percibiendo cada movimiento. No obstante, no se confía en nada.
Al percatarse de que llevaba ya varios minutos, en la misma posición  creyó prudente, desplazarse.
Chequeó a su derecha y luego a su izquierda. Detalló muy bien, hacia sus espaldas.
Y cuando estuvo muy seguro de que no había moros a la vista, decidió movilizarse y ubicarse  en una mejor posición. Y ya tomada su decisión, en un abrir y cerrar de ojos corrió y se colocó a una docena de metros del sitio, en donde estaba. Fueron movimientos, decididos.
Casi imperceptibles. En su nueva posición, hizo la misma operación.
“¡Perfecto…Soy un lince, nadie notó nada!”
Se felicitó a sí mismo. Y de la misma forma, se fue desplazando. Muy sigiloso. Muy precavido.
Estando allí, se percató del can. Vio que seguía dormido.
“¡Bien…Ni siquiera me ha escuchado!”
Aguardó unos minutos más. Luego, se colocó de panza pegada al suelo. Y de esa forma, se fue desplazando. El animal, ya divisado por él, era grande. Ya él lo había estado estudiando días antes. Lo estudió con mucho detenimiento. En pocos segundos, se le acercó.
El perruno, parecía que estaba muy cómodo  y entregado a dormir a pierna suelta.
“¡Está rendido! Al  parecer lo que le dí,  le esté haciendo sus efectos”
Una vez que estuvo cerca, sacó de una bolsa  que llevaba colgada a su cuello,  un pedazo de tela ya sucia. Abrió una botella y vertió el líquido sobre la misma. Y riéndose en forma muy queda le echó con abundancia.
“…Quietecito fiera estúpida…Huele…Huele pega…Es todo tuyo. Ja, ja, ja, ja ¡Qué malo soy!”
Se decía  como si estuviera hablándole, pero con su voz muy tenue. Tan bajo, que apenas podía oírse a sí mismo. Sujetó el hocico del animal con la tela, con fuerza, como temiendo perder algo del líquido ya vertido.
“¡Soy más cauto que esta pobre bazofia! Menos mal, que lo que le dí en la tarde, lo dejó atontado y con esto…Dormirá…Por lo menos, hasta mañana en la noche.” (Tal como está…Pasarán muchas horas…Aquí te quedarás…)
El canino  era imponente. De raza pura y grande. Con una excelente alzada.
Sus dueños, lo tenían como infalible. Y en verdad, que lo era. Imponía no solamente el respeto de todos, sino que también le temían.
¡Un excelente vigilante! Y todo lo que pasaba por su alrededor, lo atacaba.
Sus dueños  se confiaban tanto, que lo dejaban suelto todo el tiempo. Y como un buen sabueso de ataque, siempre se mantenía en el frente.
Día a día Cachirulo,  lo fue como haciendo suyo. Al principio  lo atacaba, pero poco a poco lo fue domando. Al principio  todo lo que le echaba para comer, esa fiera lo deshacía con furia. Pero el tratamiento, fue con mucha paciencia. A diario. A cada rato, que pasaba por el frente. Le silbaba de una forma siempre característica. Los dueños, jamás se percataron de este pequeño detalle.
Y de esa forma, fue entablando una especie de amistad. Ya el animal, al escuchar el particular silbido…Lo esperaba. Al principio lo atacaba con resuelta fiereza.
A los pocos días  le seguía gruñendo, pero en cada ocasión con más curiosidad que rechazo. Primero colérico, para luego ponerlo curioso y ahora dependiente de él.
Lo fue dominando. Fue muy consecuente. Estudió meticulosamente su objetivo.
Pero a medida que Cachirulo pasaba, se percataba de que ya no era rechazado, al contrario, el cuatro patas enmarcaba sus ojos y enfilaba sus orejas hacia su dirección.
Siempre procurando  que nadie lo observase, el hábil hombrecito se hacía  más amigo suyo.
Fue cambiando de horario. Y se le aparecía por cualquier dirección.
Vigilante  de que más nadie se percatara de su nueva amistad. Siempre oculto.
En ocasiones  solamente le silbaba, pero no pasaba por el frente. Se quedaba ladinamente, encaramado en una cerca, pero divisando siempre la reacción de su presa.
“¡Hermoso este ejemplar, pero bruto como todos ellos!”
Observa  al singular  espécimen  y en verdad, que le producía cierta admiración, pero ya que lo tenía en su poder; ya no le parecía tan “Fiero” lo cacheteó pero éste, no le respondió.
Oteó a su alrededor, siempre a la expectativa. Era preciso estar en guardia y listo al ataque.
Con su audición trataba de capturar hasta el menor movimiento.
Estaba tan alerta, que hasta daba la impresión que se asemejaba a un cazador, tal como el que estaba sometiendo. Seguía sujetando la trompa de su presa. Lo hacía ya por necedad. Porque ya estaba más que seguro de que no se despertaría por más que hiciera todo el ruido posible. Pero  nunca estaría de más, tomar todas las provisiones a que tuviese que llegar.
Y estaba más que consciente, de que si esa bestia lograra zafarse de ese “Adormecedor”.
Seguramente que lo desconocería. Y las posibilidades de dominarlo, serían: Cero.
 Y más, que precaución, sentía mucho temor. Ya lo había visto como atacaba.
Era de una fuerza irracional. Un salvaje.
Se sonrió ya que en ese preciso instante…Lo tenía domado y muy bien sometido.
Sus dueños, se ufanaban de su extraordinaria bravura.

Y en presencia de sus vecinos y como para “Sembrar el pánico de todos” le soltaban hasta tres o cuatro perros, para que pelearan con él solo. Y en más de cinco ocasiones, fue testigo de cómo esa noble fiera, no solamente los vencía…Los mataba y después los despedazaba, sin ningún tipo de miramiento. 
...esta historia por supuesto que continúa..........

No hay comentarios:

Publicar un comentario