¡Hola a todos! Aprovecho en esta ocasión que recién he llegado de un corto pero muy fructífero viaje para exponer a su consideración este pequeño relato.
Sigo en la espera de sus comentarios.
¡Saludos!
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Nocturnal
Belbaltodano
Viajando como estaba, no me percaté que ya era una hora nocturna, muy delicada. Ya pasaron más de las doce de la noche. Y el trecho que me está tocando pasar, tiene mucha fama de apariciones, fantasmas y cosas muy parecidas. Pero el por qué me vine por esta vía…Aún no me lo puedo explicar. ¡Pero caminante no hay camino…! Debo apresurarme para llegar a mí casa, lo más pronto posible. Y si me equivoqué, bueno todos los caminos conducen a Roma. (Y ni loco que me devuelvo.)
Y el reconocer ésto, no me alegra, ya que voy solo en mi carro. Y es en este preciso momento, en que estoy molesto, conmigo mismo.
¿Por qué no inicié más temprano? Bueno quise aprovechar hasta lo último y no es prudente dejar para mañana, lo que tranquilamente puedo concluir hoy mismo.
¡Además a lo hecho…Pecho!
¡Siempre por mi terquedad! Y tanto que me lo advirtieron. ¡Pero no! “Quédate, duermes y mañana tempranito te vas.” En algún momento de mi vida, tendré el principio vital de enmendarme.
No me atrevo a mirar a los lados. Mi velocidad es de 100 Km por hora. No me siento angustiado, ya que esa es mi velocidad promedio para cuando voy en carretera.
Me han contado que por este trecho, hay que tener ir con sumo sigilo. Y de hecho, así lo estoy asumiendo.
Comenzaré por encender mi radio. ¡No suena nada! Y ese ruido, me indica que no hay recepción. Tampoco traje nada de musiquita. (¡Qué fastidio!)
¡Bueno, qué más da! – Seguí insistiendo, cambié el dial de extremo a extremo. Lo puse en AM y nada, lo voy a cambiar a FM. ¡Tampoco!
- Comenzaré a cantar alguna de mis canciones. ¿Cuál? ¿Por qué no me viene nada a mi memoria? ¿Cómo es que dice la letra? Ta – ra – ta – ra…. ¡Nada!
En vista de que a mi memoria musical no me llegó ninguna de mi amplio repertorio, decidí comenzar a silbar.
Pero por más que lo he intentado…No me sale ni siquiera un miserable sonido. Ni siquiera feo. Ni disonante, ni sonante.
- ¡Me siento bloqueado! – Bueno, intentaré ejecutar con mis propias manos, tal como si estuviera siguiendo una melodía.
¡Pero nada! Y esto que lo intenté de varias formas. Y no sé qué es lo que me está pasando. ¡Asumo, que vengo atragantado! (Estoy asustado.) Y me creo a mí mismo, porque temo que en cuestión de no sé qué tiempo…Algo me suceda por todo este sitio encantado.
No había terminado de analizar este punto, cuando sentí una cosa, muy pesada justo a mi lado derecho. El del copiloto. Quise virar mi cabeza para verla mejor. Pero mi cuello, lo siento endurecido. Y no logro movilizarlo hacía ese preciso lado. Pero mis ojos, viraron hacía mi extremo derecho. Mis pupilas están ubicadas en el extremo inferior de mi derecha. No pude enfocarla bien, es un bulto, pero no logro definir bien. Así que hago un esfuerzo adicional… ¡Es una mujer! Y está toda vestida. Con un manto que cubre toda su cabeza. ¿Un manto completo? ¿Y su rostro…? (¡Susto!) No pude verle su rostro. Tan solo pude distinguir que el velo le llegaba hasta si acaso un centímetro de la punta de su nariz. ¡Si es una mujer! Y está estática. Mirando solamente hacia el frente. (Y presumo que es una fémina…Porque algo en mí así me lo afirma, y claro un hombre por estos lados, no se cubre con un manto.)
Traté de agudizar mejor mi visión. Tez blanca. Su mano izquierda, está visible. Está rugosa.
Por lo que asumo, que no es una joven. La reposa con cierta tranquilidad.
Vuelvo instintivamente, pero es que mi cuello, está totalmente endurecido. ¡Estoy forzándome para poder apreciarla mejor! ¡Pero siento dolor y no puedo ejecutar lo que planeo!  No obstante sigo en mi deseo de descubrirlo todo…
(Y es que en lo más profundo de mí, me negaba a ésto, pero la curiosidad, siempre me ha traído problemas. ¡Y éste es uno y muy grande!)
Fue cuando me descubrí que todo mi lado derecho, estaba como un mármol. Fuertes oleadas de terror, corrían vertiginosamente por todo mí ser. Analizo y dentro de mí cunde una alarma que se ha generalizado en todo mi cuerpo…
Esto debe ser maligno, no es correcto lo que me está pasando. ¡Dios ayúdame a salir de ésto!
Mis ojos se posaron en el velocímetro y descubrí, lo que me negaba a aceptar. Mi automóvil se estaba desplazando a más de 150 km por hora y seguía aumentando.
Golpeé con mi mano izquierda (La única que podía controlar) a mis piernas ya que las sentía muy entumecidas. ¡Están paralizadas! ¡Qué horror! El sentirme en esta situación, me desconcierta. ¿Pero, Qué podía hacer? Mi pié derecho estaba aprisionando el acelerador hasta el fondo. Lo sentía ya pegado al piso.
¿Dios Santo, qué puedo hacer? ¡Help me!
Algo tendré que hacer, ya que aparte de todo esto…Vertiginosamente iba ascendiendo y no lograba despegar mi zapato del pedal de aceleración. Ya estaba llegando a los 170 km por hora. ¿Cuándo he hecho ésto anteriormente? ¡No lo recuerdo! Pero estoy corriendo a todo chipote  y expongo mi propia seguridad. Por estos segundos, la aparición femenina, pasó a un segundo plano, pero ahí pegadito.
Sin despegar mi atención al tema de la  rapidez, vuelvo a espiarla… ¡Está exactamente igual! ¡No se ha movido nada!
(¡Ojalá que no se le ocurra mirarme a la cara! Porque si hace ésto ¡Soy capaz, de bajarme, sin importarme para nada! ¡Y juro que saldré espantado sin volver mi mirada hacia atrás!)
No debo ni pensar. No tengo ninguna seguridad. Es posible que me esté oyendo.
Seguí en mis temores. Sin poder disminuir y sin poder verla mejor. ¿Y la mujer del velo?
Igual. Estática. ¿Qué podrá ser ésto? Grandes y copiosas gotas de sudor. Debo tener mi pantalón full. Por instante de alguna parte, me llegó esa sensación de haber entrado como a una especie de túnel.
La estática la sentí en mi piel. Y lo verifiqué con el aparato de sonido.
Estaba mudo. Y en la carretera…Sola. ¿A dónde me habré metido? ¿Será ésto un encantamiento?
Pero mi terror, lejos de disminuir…Se multiplicaba. Algo muy dentro de mí, me llamó a la calma. Así que decidí serenarme, aunque nunca lo pude lograr. Me angustiaba los posibles peligros a los que me estaba enfrentando. Ya andaba volando. Sentí que perdí el control.
¡Debo serenarme! Tengo que volver a mi recorrido. Nada de apresuramiento. Nada de terror. Con otra mirada furtiva… ¡Ya no está! ¿No está? ¿En qué momento se habrá bajado? ¿Cómo así?  
Y como por arte de algún sortilegio…Bajó mi tensión nerviosa. ¡Y ese aprisionamiento que sentí en mi nuca, desapareció! ¡Pude mover mi cabeza y pude quitar mi pie del acelerador!
¡Aleluya! ¡Gloría a Dios! Una súbita alegría emergió de alguna parte de mí interior. El caso es que ya no me sentí encajonado. ¡Libre de ataduras! A partir de este descubrimiento, comencé a disminuir la celeridad de mi coche. Tardé varios minutos, pero al final, pude detenerlo y me orillé en mi lado derecho. ¡Aspiré profundamente! No vi movimiento alguno en toda la periferia, a varios kilómetros a la redonda. Seguía en soledad total. Aprecié la suavidad del viento frio, en esa madrugada tan oscura.
Y como por curiosidad, mi mano se posó sobre el asiento… ¡Aún estaba caliente! ¡Qué barbaridad! ¡Por supuesto que no fue mi imaginación! Sentí un profundo y persistente calor.
- …Entonces, no fue mentira. ¡Estuvo sentada aquí mismo! Toqué el respaldar… ¡También caluroso! – Me bajé. Mis piernas se resistían. Me dolieron, por tanto entumecimiento. Hice unas pocas calistenias. Quise que mi adolorido cuerpo, se despejara. ¿Cuánto habrá durado este fenómeno? A ciencia cierta, lo ignoro. Estoy solo, no debo abandonar mi zona de confort…Mi sitio de conductor. Decido continuar, así que retorno a mi puesto.  ¿En dónde me encontraba? No supe responderme. Y estando en mis meditaciones, escuché claramente una voz femenina:
- ¿Me puedes dar un aventón? – Sonó como un relámpago. Me estremecí, ya que nunca sospeché que en aquella soledad, me consiguiera con algún ser vivo. Me volví casi al instante. Contemplé a una joven. Por su apariencia, era una estudiante. Para colmo, llevaba cuadernos y libros en su diestra. Su sonrisa, me tranquilizó. Llevaba una blusa, sin escote alguno y una falda larga, que le llegaba más abajo de la rodilla. Un cintillo muy coqueto con alguna flor. Estaba bien coloreado. Cargaba lentes. Se veía muy sobria e infundía mucho respeto. La clásica estudiante, que se dedica a sus estudios. No me despertó ninguna duda, ni la vi con ningún tipo de desconfianza.
- ¿Me das la cola hasta la bomba? – Insistió muy resuelta.
- ¡Por supuesto! ¡Sube que ya nos vamos! –
Nos presentamos. Me dijo que se llamaba Luisa. Que estudiaba Derecho y que estaba en el Octavo semestre. Y que quedó en verse con sus compañeros allí en la bomba. Que iban a estudiar, porque pronto tendrían sus exámenes. Me contó de todos los esfuerzos que estaba haciendo para poder continuar sus estudios, ya que su familia era de pocos recursos económicos, pero que esa era su ilusión. Narró todas las peripecias que hacía. Que tenía que caminar muchos kilómetros, para poder llegar hasta la autopista. Esperar el autobús que la llevaba hasta la ciudad. Emocionada, se extasiaba en ponerme al tanto de sus estudios.
Por momentos, me emocionó mucho escuchar todo esto. No es muy común escuchar a una joven con todo ese empuje, con toda su dedicación. ¡Me sentí muy contento! ¡Y ya hasta se me olvidaba el mal momento que me hizo pasar aquella aparición tan enigmática! Así que me dediqué a dejarme contagiar con tanto entusiasmo y emoción. También me contó que al graduarse y poder ejercer como Abogada, se casaría con el novio de toda su vida. Se conocieron desde muy pequeños. Él estudiaba: Contaduría Pública. Yo le jugué una broma, le pregunté: ¿Cómo podrían vivir un Contador con una Abogada? Su respuesta, fue una sonora carcajada. ¡Cuánta juventud irradiaba! Y no me avergüenzo a reconocerlo hoy, que llegué a sentir hasta envidia por su novio. ¡Qué dichoso sería ese joven! Hasta le pedí, que por favor, me informara para cuando se fueran a casar, para tratar de ir a su futura boda. Y ella, entusiasmada, me pidió mi número de teléfono para llamarme en cuanto ésto llegara a suceder. Yo se lo di.
La ruta, se me hizo corta. La charla fue muy amena y cordial. Y sin darme cuenta, ya estábamos a pocos centenares de metros del sitio. Noté que se emocionó. Me dijo, que su novio, la estaría esperando y que al llegar, me lo presentaría. ¡Qué bueno! Así nos conoceremos y si tenemos tiempo…Nos tomamos un cafecito, para celebrar nuestro agradable encuentro.
Noté que faltando poco para llegar, comenzó a maquillarse. Estaba muy feliz. Se arregló su blusa y su falda, tomó sus cuadernos junto a sus libros. Y cuando agarraba su cartera, enmudeció. Un dejo de tristeza muy profunda, le capté. No dije nada, pensé que a lo mejor sospechó que allí no estaban sus compañeros o su novio. Por instantes, supuse que echaría para atrás todos sus planes. No quise asumir nada, tan solo ser un testigo mudo de todo. Y en cuestión de unos segundos, tomó su cartera, me miró. Sendas lágrimas brotaban de sus pupilas y a modo de excusa, me dijo:
- ¡Soy muy llorona! ¡No me hagas caso! ¡Vayamos! – Volvió a su misma alegría con la cual la conocí y disfruté de su presencia. Al bajarse, miraba mucho hacía el cafetín que funcionaba en esa bomba. (Chequeé mi reloj de pulsera…Las tres de la madrugada. Me sentí cansado. El trayecto fue largo, pero apenas me estoy percatando de ésto) A manera de disculpa le dije, que primero echaría gasolina al carro y después iría al sanitario y que en unos cuantos minutos, nos podríamos ver en el cafetín. Se despidió muy alegremente, recordándome que me estaría esperando y que si no la veía, que le preguntara al señor Demetrio por ella. - ¡Por si acaso, uno nunca sabe! ¡Nos veremos en minutos! Yo hice lo que le dije que haría. En el baño, me eché abundante agua en mi rostro. El sueño me estaba venciendo. En mí se me hizo una visión, y caí en cuenta que era la primera vez que llegaba a ese sitio. ¿Cómo fue que arribé hasta acá? Todo mi cuerpo, reclamaba un exceso de trabajo. Pero Luisa, seguramente ya estaría esperándome, así que me aligeré. Y cuando, ya terminé, fui al sitio acordado.
La busqué con la mirada. No estaba. Traté de ver a algún grupo de estudiantes…Pero en realidad, tan solo estaba un señor en la barra. Por su cara, me di cuenta, que estaba muy aburrido. Bostezaba abiertamente y sin escrúpulo. Me dirigí hacia él…
- Por favor, el Sr. Demetrio. – El hombre me miró asombrado. Ciertamente, que no nos conocíamos.
- ¿Demetrio? ¿Está seguro? – Yo le respondí que sí. Me miró y me dio la impresión de que me contemplaba como si fuese un extraterrestre, me molestó el sentirme así.
- Es que le di una cola a una estudiante, que dijo llamarse Luisa. Hace poco menos de diez minutos que la traje. Vi cuando entró. – Demetrio me miró profundamente. Por su larga cavilación, asumí que algo no andaba bien. Intenté explicarme. Alzó su mano izquierda para indicarme que lo esperara allí mismo y dando media vuelta, buscó unos papeles en uno de sus armarios internos. Se puso sus lentes y lentamente, regresó a mí y enseñándome una foto, me preguntó:
- ¿Es ésta misma? – Al instante la reconocí.- Usted seguramente se referirá a Demetrio, uno que trabajó hace más de diez años aquí. Pero ya él murió. Desde entonces, yo estoy trabajando aquí.
- ¡Sí, sí es ella misma! Me dijo que se vería aquí con su grupo de compañeros de estudios y con su novio. – El hombre no me sonreía. Estaba muy serio y apesadumbrado. Y me informó:
- Ella murió hace más de treinta años. Cuenta los que la conocieron, que por esta época se mató en un accidente. Y es cierto. Aquí quedaron en reunirse. Y en esa mesa, sus compañeros y su novio…Se quedaron esperándola. ¡Nunca volvió! Año tras año, para esta misma fecha, suelen venir viajeros, tal como usted que llegan con la misma historia. Lo extraño en esta ocasión es que haya aparecido en plena madrugada. ¡Algo debe estar ocurriendo, porque es muy extraño!
Me quedé en una sola pieza. Mis piernas se aflojaron. Me caí repentinamente. Perdí mi equilibrio y mi sentido. ¡Gracias a Dios! Logré reponerme. Amablemente me ayudó. Y mirándome fijamente a los ojos, me dijo…
- Es mejor que se quede. Este amanecer está muy raro. No le aconsejaría a que continué…Espere hasta que salga el sol y después ya con todo aclarado, puede continuar con su camino.-
 Asentí, sin comprender. Verdaderamente que no me gustaría quedarme en tan lúgubre sitio.  Algo extraño está a mi alrededor, no es casual, los dos espíritus que viajaron a mí lado. Ambos son femeninas, una en silencio que me alteró mi sistema nervioso y la última, muy parlanchina y alegre. ¿Qué significado podré asumir con todo ésto? Tengo un frío de muerte, que me acobija…mejor le hago caso. Por aquello de “a la tercera es…” ¡Me quedo!


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